En diciembre se acaba mi temporada en Buenos Aires. Ya han sido casi dos años en esta ciudad tan llena de todo, diversa, mágica, idílica, prometedora. Pero se acerca cada vez el día del retorno y el miedo me pega como una patada en la cara pensando… ¿qué voy a hacer en Colombia?
Además de eso también he tenido una afición a los libros de Fernando Vallejo, hace unos días terminé Años de indulgencia y me hizo pensar en muchas cosas que antes no había considerado de una forma tan radical, la primera de ellas era porqué, en principio, me había ido del país. La respuesta es rápida, descarada y honesta: porque la educación es un lujo tan caro como un vestido de Versace.
Antes de decidir viajar empecé a buscar posgrados a diestra y siniestra en Colombia para que luego no dijeran que no lo había al menos intentado. Busqué en todas las universidades, en las buenas, en las malas, en las de garaje, en las improvisadas, en las que tenían nombres que empezaban con instituto, fundación, organización… en ninguna había una que me gustara. Lo que yo quería era periodismo y listo.
En la Universidad Javeriana encontré una y también en la de Los Andes y La Sabana, pero la especialización me costaba no menos de 10 millones de pesos, eso en mis términos económicos es MUCHA PLATA!!! No importa, hay que pensar en que se puede y la forma en la que se puede es correr a preguntarle al ICETEX y a COLFUTURO y a cuanta financiera tuviera créditos educativos. De hecho era posible, pero iba a quedar debiendo hasta mis posaderas que tanta utilidad tienen y la mitad de la vida pagando módicas cuotas mensuales de un montón de dinero.
Ya estaba resignado a quedarme con mi pregradito que ya no sirve de mucho si de buscar trabajo se trata, hasta que apareció una amiga con el cuento: “Andrés se fue para Argentina a hacer el posgrado y no le costó nada, ya termina y se devuelve con su cartón y con su sonrisota”. Pues señoras y señores, nada más sea dicho ni ahora ni en el futuro: nos vamos para Argentina. Entré a las páginas web de universidades públicas de por allá y empezaron a salir las ganas de ser más preparado que Manuel Elkin Patarroyo. Que en la Universidad de Buenos Aires hay una maestría en estudios culturales, que en la Universidad Nacional de La Plata está una especialización en edición y otra en periodismo cultural, pues la que sea, en la que pase, lo que necesito es ponerme a leer libros, saber lo que no sé y volver a Colombia con ese pedazo de cartulina debajo del brazo o guardado en la maleta, no vayan a pensar que soy un prepotente y que se arrugue que de todas formas vale lo mismo.
Pues fue sencillo y si no me cree inténtelo, lo único que necesita es quitarse el miedo. Pasaporte en mano, carta de renuncia y la pobre liquidación que me dieron más un préstamo de mi hermano fue suficiente para empacar los chiros y comprar el pasaje. Que por Caracas sale más barato. Pues nos vamos por Caracas que el destino es el mismo. Ya estaba yo como abuela rezando el rosario en el aeropuerto y me monté en ese avión ocho horas a pedirle a la virgencita de Guadalupe que mande su rosa para que me vaya bien.
Llegué sin conocer a nadie ni a nada y con la plata que me había sobrado luego de gastarme lo otro en el Duty Free dizque porque estaba todo muy barato. Bueno, chocolates extranjeros en mano y empieza la lucha en el país del sur.
Ese trayecto desde el día que llegué hasta este en el que ya casi me devuelvo se los cuento después o a lo mejor escriba un libro, les adelanto que me tocó lavar baños y de camarero y que necesitaban gente en el zoológico y también bailar en la calle porque no sé hacer nada más y que esto y que lo otro. Pero volvamos al presente porque iba a hablar era del regreso.
Tengo un miedo arraigado debajo del páncreas por volver al país que me vio nacer y que me dio bienestarina para crecer sano y fuerte. Miedo porque, que tal que no consiga trabajo, que me roben, que me maten o que se enamoren de mí. Miedo a que las cosas sean más difíciles. No es por chicanear pero en Buenos Aires uno entiende que la vida no tiene que ser tan difícil, hay gente amable, las cosas son duras pero no tan duras. Venden alfajores y hay estaciones para divertirse comprando ropa en rebaja, la revista Vogue es más barata y hasta las obras de teatro son accesibles.
Como dice Vallejo, la nostalgia me hace volver a Colombia, ese amor indescriptible por la tierra donde uno se revolcaba cuando estaba niño, pero el miedo extraño a encontrar lo mismo que me hizo salir de allí crece como si fuera lava en volcán a punto de hacer erupción.
Por lo pronto, llamaré a la universidad a ver si me dejan presentar el trabajo final antes de viajar. Y para los curiosos, la especialización que allá me costaba diez millones de pesos, aquí en Buenos Aires me salió en un millón y medio.
@YamidZuluaga
¿Volver a Colombia?
Mié, 20/08/2014 - 08:00
En diciembre se acaba mi temporada en Buenos Aires. Ya han sido casi dos años en esta ciudad tan llena de todo, diversa, mágica, idílica, prometedora. Pero se acerca cada vez el día del retorno y