Hace un año empezó a circular Kienyke y ya casi cumplo un año de contribuir con comentarios sobre medicina e ideas médicas en este sitio. No es fácil hacerlo semana tras semana y quiero agradecer a mis lectores el obligarme a estar buscando temas actuales. Sus mismos comentarios me han llevado a preguntarme y aprender sobre nuevos problemas y soluciones. De tal forma que leer, escribir y compartir información nos mantiene al día. Todos necesitamos actualizarnos en medicina, pacientes y médicos. Entonces larga vida a este intercambio de ideas por “el placer de saber más”.
Una de las primeras columnas en este espacio discutió la utilidad de buscar activamente, ferozmente diría yo, la presencia de neoplasias malignas en pacientes sanos. No siempre es lo mejor y lleva a falsos positivos en el diagnóstico que acaban en algunos casos causando más problemas al paciente por tratamientos quirúrgicos injustificados. Un ejemplo citado en esa ocasión era la pesquisa de cáncer de próstata con antígeno prostático específico, PSA en inglés, en hombres sin signos ni síntomas de enfermedad prostática. Se sabe que esta búsqueda excesiva lleva al aumento de casos diagnosticados, sí, pero con más complicaciones iatrogénicas (dolor, infección, incontinencia urinaria, etc.) sin una disminución significativa de la mortalidad por cáncer de próstata (Ann Intern Med January 18, 2011 154:JC1-2).
El Comité de Servicios Preventivos del gobierno estadounidense (USPSTF) ha recomendado a la administración Obama en octubre de este año bajar la recomendación del uso de PSA para tamizaje en hombres sanos a calificación D: “no muestra beneficios”. Entonces quedamos actualizados en cuanto a la búsqueda activa de cáncer de próstata en hombres sanos: no es recomendable hacerla con antígeno prostático específico.
¿Qué hacer entonces? Como en muchas enfermedades pacientes y médicos debemos tomar una actitud de vigilancia expectante. Esto es acudir regularmente a su médico de confianza o EPS, reportar síntomas que puedan sugerir enfermedad prostática (mayor esfuerzo o cambios en la frecuencia de la micción por ejemplo) y un buen examen físico con tacto rectal en hombres adultos. En algunos casos estará justificado pedir la medición de PSA. Pero no se debe hacer uso de esta prueba para buscar al azar cáncer de próstata en la población masculina. Esa medida lleva a excesivo número de diagnósticos de cánceres relativamente limitados, con mayor frecuencia de algunas complicaciones tras biopsias y prostatectomías, sin cambios en la mortalidad de la población.
En otra columna se discutió el consumo excesivo de vitaminas en nuestra medicalizada cultura contemporánea. Muchas personas toman suplementos vitamínicos intentando garantizar salud y larga vida: ¡plata perdida!
El uso de las vitaminas entró en la práctica médica en el siglo XVIII con el famoso estudio de Lind sobre la prevención del escorbuto en marineros con naranjas y limones. Observemos que ese uso de la vitamina C de cítricos mostraba efectos benéficos en personas, los marineros, que estaban en deficiencia grave de esta vitamina. No se ha podido demostrar nunca de manera clara el efecto salutífero de los suplementos de vitamina C en personas bien nutridas, diga lo que diga su vecina o boticario de esquina.
Además adelantábamos en aquella columna que el abuso de suplementos vitamínicos podía estar asociado a daños en nuestro delicado equilibrio bioquímico. Se acaban de publicar artículos y editoriales en la prensa científica confirmando la patogenicidad de los suplementos vitamínicos (Arch Intern Med. 2011;171(18):1634-1635). Este último estudio siguió 38.000 mujeres sanas entre 50 y 60 años de edad encontrando un aumento de la mortalidad global en aquellas que tomaban suplementos vitamínicos. Los autores concluyen: “basándonos en la evidencia existente vemos poca justificación en el uso común y excesivo de suplementos dietéticos” (BBC, 11 de octubre, 2011).
No hay píldoras que hagan más sana una dieta apropiada y balanceada ni vitaminas mágicas que prevengan todas las enfermedades. No siempre más es mejor, concluye un comentarista de estas recientes investigaciones.
En columnas recientes hemos discutido la asociación de vida larga a dietas bajas en calorías. Se acaba de presentar en la reunión de la Asociación Americana de Genética Humana (Montreal, octubre de 2011) la secuencia del genoma de la mujer más longeva del mundo (A longevity reference genome generated from the world’s oldest woman. H. Holstege et al.). Esta mujer (W115) nació prematuramente, fue tratada por cáncer de mama a los 100 años, entró en un hogar de ancianos a los 105, no presentó nunca signos de demencia y murió a los 115 años como su alias para la investigación lo denota. Qué tanto de esta larga vida se debe a la dieta, la genética, el estilo de vida, la suerte u otros factores es un problema complejo que apenas se comienza a investigar. Nadie tiene el secreto de la juventud eterna ni deje que se lo vendan en píldoras o dietas especiales.