Con acento melodramático de filósofo primario, el nuevo cabecilla de las Farc, Timoleón Jiménez, alias Timochenko le escribió una sentida recriminación al presidente Santos por la muerte de su antecesor Alfonso Cano.
Hoy, dolidos como estamos por el asesinato en condiciones de total indefensión de cuatro secuestrados, soñé que el Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Colombia, Juan Manuel Santos respondía la carta del nuevo jefe guerrillero utilizando su misma retórica, para hacerle a él este dolido reclamo:
Todos tenemos que morirnos, Timoleón, todos. Algunos escogen una muerte heroica, gloriosa, profundamente conmovedora, rescatando secuestrados o eliminando minas que ustedes han sembrado a lo ancho y largo del campo Colombiano. Otros prefieren morirse de viejos, aferrados a la terquedad de sus venganzas, como el camarada Marulanda. Y algunos no pueden escoger nada porque ustedes los tienen esclavizados, atados a un árbol, esperando que otros decidan sobre sus vidas.
Es como la vida, unos prefieren pasarla haciendo dinero en sus negocios de narcotráfico y engordando como cerdos. Así fue Jojoy, que se llenó de camionetas lujosas y cuidaba más los negocios, y las mujeres, que los ideales…. Otros escogen caminos más nobles como servirle a la Patria y entregar su vida en la lucha contra la guerrilla o el narcotráfico. Es un asunto de conciencia. Pretender intimidar a los campesinos más desamparados para que acepten vivir como ustedes lo ordenan es un error.
Y todavía más grave es matarlos. Pretender exhibirse como alternativa de civilización y decencia dando la orden de fusilar a sangre fría a quienes tienen sometidos, totalmente indefensos y atados por más de una década, es una farsa que ya ni ustedes se la creen.
Con el tiempo aprendemos a asociar esas conductas a los seres más perversos, a resentidos, sin ninguna ética, ni ideología. Matar salvajemente a un ser humano, con métodos notoriamente desproporcionados, para pararse sobre su cadáver y señalar a otros secuestrados que les tienen reservado el mismo tratamiento, tiene la virtud de producir un efecto contrario, el rechazo a sus formas de lucha, el desprecio por esa guerrilla que extravió su rumbo y ya nada defiende, sino sus propios intereses.
Solo las mentes más enfermas y enajenadas pueden sentir alguna simpatía por Adolfo Hitler, Stalin o Gadafi. Aunque en su momento muchos los hubieran aplaudido, el tiempo terminó por ubicarlos en el infame lugar que les correspondía. Creo que a los Jojoy, los Reyes y los Cano les reserva una suerte similar el destino.
Es que ustedes llevan medio siglo en esto, Timo. Algunos, de cabeza blanca, cuentan historias de sus días en Marquetalia, cuando existían ideales políticos más claros. Otros hablan de los años en el Guayabero, de los primeros diálogos cuando Belisario. Hasta reconocen secretamente que si entonces la guerrilla hubiera pensado mejor, las cosas en el país hubieran sido muy distintas. La soberbia ha podido más que la razón. Han perdido oportunidades generosas para salir de la ilegalidad, como cuando Pastrana les tendió la mano y ustedes se la mordieron como animales rabiosos.
Su gente ha construido una epopeya de infamias sin antecedentes en ningún lugar ni época histórica, han quemado pueblos, vinculado niños y niñas a la guerra, secuestrados mujeres indefensas, esclavizado prisioneros, atemorizado campesinos. Nada de esto hubiera sido posible sin el más extraordinario fanatismo.
Las Farc son miles y miles de revolucionarios que soportan las más duras condiciones, impuestas por sus cabecillas porque creen firmemente que si no lo hacen serán asesinados sin derecho a una defensa, sin posibilidad de disentir. No ganan un solo centavo, todo queda en manos de sus jefes que comercian con la droga, no poseen nada material, el movimiento les da lo que necesitan y les arrebata todo lo que desean, inclusive sus hijos antes de nacer y su libertad. El movimiento son todos ellos, no solo usted y sus compinches. Son una impresionante equivocación histórica, en Colombia, ante los ojos aterrados del mundo civilizado que no consigue comprender su forma salvaje de obrar. Así no es Timochendo, así no es.
Juan Manuel Santos
Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Legítimas de Colombia
Noviembre 2011
