Todos tenemos que moririnos, Timochenko, pero no después de estar catorce años secuestrados y encadenados a un árbol para terminar con un tiro de gracia. Además, ningún tiro y mucho menos los de las Farc tienen gracia. De eso los colombianos nos vamos a liberar de un modo o de otro. La gran mayoría de nosotros ya escogimos morirnos de viejos, porque esa es la muerte que se merece todo ser humano.
Los héroes son los soldados y policías de Colombia, la gloria le pertenece a ellos y a la nobleza de los civiles que queremos caminar tranquilos y conocer todos los rincones de Colombia, sin encontrarnos con ustedes o con las minas antipersonas que ustedes siembran cobardemente para huir después de cada enfrentamiento con la fuerza pública.
Éste es un asunto de conciencia pero de la conciencia que ustedes no tienen, porque el pueblo de Colombia los recordará pero como los asesinos más crueles y brutales que el mundo haya conocido. Errático de principio a fin, usted cuestiona el modelo de civilización a través de la barbarie y ostenta su poder sanguinario escondido en otro país.
La historia nos enseña desde los tiempos de Hegel, que pensar es estar a la altura de los tiempos, tiempos que cambiaron sin ustedes, porque desperdiciaron sus vidas en las selvas de Colombia, reclutando niños, violando mujeres y obligándolas a abortar después de siete meses de embarazo.
El mundo es el que hoy los disocia a ustedes y es testigo de cada una de sus conductas humillantes y perversas, porque sus almas, si es que las tienen, están llenas de odio, confundiendo la moral con la maleza, la enseñanza con el crimen y al poeta Homero con la putrefacción de un primate.
Está equivocado, Timochenko, ustedes no se diferencian de Hitler, ustedes se parecen a él y compararse con Jesucristo es la prueba reina de su demencia senil. Ustedes optaron por los fusiles y abandonaron las ideas. No supieron escuchar las súplicas de cientos de humildes madres e hijos y después de medio siglo, alrededor del 97% de los colombianos los rechaza, los desprecia, es decir, que su revolución quedó hecha pedazos. Así no era Timochenko, así ya nunca será.