Colombia y Venezuela hermanos de sangre, no de política

Dom, 27/08/2017 - 02:14
Nuestras próximas contiendas presidenciales se presentan bien agitadas, y su campaña electoral ha comenzado hace buen tiempo así no tenga este nombre; el posicionamiento de los numerosos candidatos
Nuestras próximas contiendas presidenciales se presentan bien agitadas, y su campaña electoral ha comenzado hace buen tiempo así no tenga este nombre; el posicionamiento de los numerosos candidatos se está dando con apetito voraz y forma punzante. Nos corresponde impedir volvernos pasto de esa gula que se nos presenta envuelta en buenas promesas, intenciones soterradas y palabrerías sinfín. Nuestro deber: descifrar y un tanto adivinar para evitar catástrofes que nos cuesten decenas de años en remediar como acaece en el vecindario. Venezuela colombiaMuchos temas serán entablados por los pretendientes al trono democrático, sin embargo, hay tres que serán notorios: la corrupción, el acuerdo de paz y la inmigración venezolana. Por supuesto, también se debatirá alrededor de nuestra economía naufragada, que el actual gobierno dejó a la deriva; su febrilidad ya se siente, pero tomará fuerza y sus efectos serán más palmarios una vez este gobierno salga y las cuentas reales se vuelvan un legado de gran lastre para el próximo gobernante. El drama de la corrupción ha saturado al país; los permanentes y enormes casos que impunemente se presentan aumentan el hartazgo: todos deseamos salir de esas endémicas redes de corrupción. Lo “nuevo” es que el colombiano es consciente ahora de que ello es anormal, indebido; hace pocos años nuestra idiosincrasia dejaba margen para que el político se apoderara del erario como un botín normal que le correspondía, en tertulias de cafetín se escuchaba con naturalidad “que roben pero que no sea tanto, con tal de que hagan obras de interés común”. Cambió, por fortuna, la consciencia y se entiende ahora de manera diferente: no debe haber ninguna corruptela, la tolerancia a este inicuo delito debe ser cero, sin consideración ni contemplación de sus autores, se acabó aquella calamidad de entonces que preconizaba desfachatadamente “la moralidad en sus justas proporciones”. El entendimiento ha de evolucionar y posicionarse en su total valor, como crítica íntegra. Otra es la intención de muchos, quienes en procura de votos se hacen sus adalides y para quienes lo malo no es la corrupción sino el hecho de no tener acceso a ella. En los cambios de gobierno, los nuevos funcionarios recaen en las mismas prácticas, porque su convencimiento no ha sido atacar el flagelo sino apoderarse de él, hacerlo suyo. A saciedad repetírnoslo: la corrupción es nefasta y punible en cualquier mano. No se trata de un cambio de corruptos. Ver a nuestros políticos y funcionarios de gran envergadura metidos a diario en deshonestos casos como Odebretch, Foncolpuertos, el Guavio, la Dirección Nacional de Estupefacientes, Interbolsa, Carrusel de la contratación en Bogotá, Saludcoop, Fidupetrol, Raficar, y tantos otros, es repugnante, pero ver que los expresidentes de las Altas Cortes, en contubernio con sus “honorables” magistrados –que existen justamente para protegernos de estas desgracias– estén involucrados (o investigados) en casos de alta corrupción, en venta de favores, es insoportable, ya se pasa de la repugnancia al vómito. Estos magistrados altamente politizados, y por ende sus decisiones, manejan una agenda que incluye sobre todo llenarse los bolsillos personales. Oprobioso. En cuanto a la idea de la paz con los grupos criminales (acogidos en Venezuela como sus hermanos con anuencia del gobierno colombiano) que tanto ha embelesado y en cuyo nombre tantos desmanes se han perpetrado, tendrá que ser revisada, deberá establecerse un control, una mesura, tratada con realismo y sin líricas baratas. 7.000 “ex”guerrilleros no pueden ser los dueños del presupuesto nacional y del bienestar de 49 millones de colombianos. No se puede seguir admitiendo que los designios enmermelados del Ejecutivo puedan ir por encima de la voluntad popular, esa que rechaza a su mandatario por más del 80% y que critica el desacatamiento a su voluntad expresada en un referéndum que ignoró. Críticas que tendrán expresión en las urnas; hasta el mejor nuevo examigo de este señor con su burdo lenguaje –veraz no obstante en este caso– lo ha denunciado. Y de este descrédito no lo salvará ni el papa con sus cantos seráficos ni la propaganda oficialista que diseminará a título de bendiciones e indulgencias con cargo a nuestro Tesoro (digo, alcancía de adolescente) Público y que dicen los expertos nos costará la bicoca de $26.000 millones, esos que tanto necesitamos para escuelas, hospitales, infraestructura, etc. y etc. La inmigración venezolana deberá ser manejada con suma cautela, actualmente no lo está siendo de ninguna manera. Tal vez, si “el Nóbel de paz” hubiese tenido el coraje, si sus cálculos políticos no hubiesen estado durante años por encima de la cordura y el sentido común, algo se hubiera solucionado allá y no tendríamos ahora la turba que incontroladamente nos invade. A no confundirse, no pretende este propósito contrariar una acogida a nuestros hermanos de vecindad, así como otrora nos admitieron a nosotros en sus territorios, se trata de hacerlo mediante un plan organizado, con un control que no genere problemas económicos a nuestro país, que la xenofobia contra el venezolano, que ya es palpable, no se extienda. Es decir dar generosamente, pero en sincronía con nuestras capacidades. No se da más de lo que se tiene o se puede. La idea no puede ser acabar con nuestra ya bastante precaria economía para vivir la misma miseria que el mejor examigo del Nóbel de marras ha instaurado en el vecindario. El ejemplo europeo ha de servirnos también de lección, sus políticas laxas inmigratorias están actualmente causando problemas de toda índole, incluyendo de terrorismo. Es evidente que el mal gobierno actual tiene el país en ascuas y náuseas, muy a pesar de esto no puede caerse en cambios impensados y entregas a los buitres que asechan y que en desespero de situación nos conduzcan al patíbulo donde se inmola la libertad y la economía, ello ocurrió en Venezuela y ya van 18 años de desastre y sin un horizonte de terminación. Especial atención ha de ponerse en aquellos que se presentan como demócratas y que los son tanto como Chávez y Maduro, la noción ultrajada de democracia les sirve de propaganda electoral y de justificativo a sus palabras indirectas, a sus discursos soterrados a sus silencios cómplices del régimen socialista dizque del siglo XXI. El remedio que nos recetan no puede empeorar nuestra enfermedad. Los turbantes y sus símiles no deben tener cabida, la sanción debe ser clara. Debemos ser un país de cabeza descubierta en donde podamos observar todo, en donde no se encubran comunismos con otro nombre. Ya hay quienes maquinan una Asamblea Constituyente, es decir manosear aún más nuestra Carta Magna. Vade Retro a semejante especulación, porque con ello se nos seguirá colando todo tipo de orangutanes que acabarán con cualquier posibilidad democrática, a la que ya algunos le ponen el eufemismo de posverdad; es decir de reescritura institucional de la historia, sin otro objetivo que limpiar la infamia de la guerrilla, blanquearla para que ascienda incólume al poder, sin mácula. Como se percibe los tres temas principales de la campaña tienen todos relación con Venezuela. A afilar nuestro intelecto para repudiar la implantación en nuestro país de tal modelo. Por supuesto, ningún político hará un harakiri tan evidente declarando que quiere implantar tal asnería, es ahí en donde el ojo del elector ha de ser más agudo desentrañando las intenciones de esos candidatos que lo pretenden sin decirlo, que lo desean parcialmente, que lo admiran en silencio, que tienen contactos sigilosos con el bolivarianismo, que enmarañan con palabras y perífrasis los mismos errores, que tapan sus comunismos porque no dan réditos electorales inmediatos.
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