Corrupción se escribe con C de Colombia

Mié, 12/12/2012 - 01:02
No quisiera parecer como un apátrida con esta columna de opinión, pero la verdad es que es muy desalentador ver que nuestro país no desaparece de la lista de países con más altos grados de corrup
No quisiera parecer como un apátrida con esta columna de opinión, pero la verdad es que es muy desalentador ver que nuestro país no desaparece de la lista de países con más altos grados de corrupción institucional, según organizaciones como Transparencia Internacional, que hace seguimiento al tema. Me pregunto si esta calificación nuestro país la tiene merecida, o será una especie de animadversión que existe desde afuera. Si insisto en encontrar la respuesta, con seguridad que será la primera opción y que en verdad nos la tenemos merecida, porque la mayoría de colombianos, por no decir que todos, siempre estamos buscando la manera de pasarnos la ley por la faja, y a cada cosa que hacemos le queremos sacar la mayor tajada, sin importarnos que para llegar a tal fin,  se deben transgredir las normas de la moral,  la ética y el buen comportamiento. Es así como en lugar de hacer una fila, siempre miramos que en ella esté alguien conocido para que nos deje entrar a ella en un lugar privilegiado, sin tener en cuenta que detrás hay otras personas que han cumplido con el requisito de llegar temprano al lugar para realizar la misma diligencia que nosotros.  Pero la diferencia está en que  preferimos la opción de pasar  por encima de ellas. Sin embargo, es claro que el ejemplo de la fila es una nimiedad en comparación con lo que a diario ocurre en nuestras instituciones de carácter público, donde es tanto el grado de corrupción que existe en ellas, que ya hace parte de toda una cultura laboral. De hecho, que nadie me venga a decir que es mentira lo que digo, porque de ser así, en cada diligencia o solicitud que se hace en ellas no sería necesario que los interesados en que las cosas se hagan,  deban acudir al pago de coimas. Pero también es cierto, ¿quién controla o vigila? Si la persona que está a cargo de cuidar de la ética pública y el buen comportamiento del funcionario público, para mantenerse en ese cargo, acude a las prácticas que como guardián de la fe pública debe castigar, convirtiendo a la Procuraduría en el blanco de los intereses burocráticos y clientelistas de las personas que lo reeligieron (El Senado de la República). Es por esto que me pregunto, ¿Con que autoridad moral Alejandro Ordóñez pretende imponer unos códigos de ética y buen comportamiento en el funcionario público? Cuando evidentemente no la tiene. De la misma manera me pregunto, ¿cómo harán las cabezas visibles de los órganos de control judicial y de investigación como la Fiscalía General de la Nación? Si la entidad ha sido penetrada por el conflicto armado y el narcotráfico, al punto en que pagan a una persona como Tatiana Oliveros, fiscal de Neiva, quien  se presta a los intereses de una banda criminal como los Urabeños para supuestamente ayudarles a acabar con la vida del fiscal general de la Nación Eduardo Montealegre. Y pregunto, además, ¿Cuántas personas más en la Fiscalía General tienen que ver con este hecho? Porque es claro que cuando se comete una acción de estas, no se lo hace solo, sino que detrás existen muchos más. Acaso no fue suficiente con tener al DAS al servicio del paramilitarismo y el narcotráfico, como para que ahora se pretenda seguir con la Fiscalía General de la Nación.  ¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Cuándo va a llegar el día en que dejemos de recibir noticias como estas y muchas más? No es posible que en Colombia ni siquiera la salud de los más necesitados se haya salvado de los intereses de unos cuantos avivatos que organizados en Entidades Promotoras de la Salud hicieron de las suyas. ¿Cómo brindar una confianza de unas instituciones militares que cometieron asesinatos para presentarlos como muertos en combate, y así cobrar unas bonificaciones, y en una policía que abusa de su poder día tras día? Y lo que es peor, ¿cómo confiar en que un Presidente que desee una reelección no va a utilizar al Estado para mantenerse en el cargo, y sobre todo, que le va  a dar las garantías necesarias a sus contendores? Basta con mirar el ejemplo de Álvaro Uribe Vélez para darse cuenta de cuáles son los métodos que se utilizan para lograr ese objetivo. Creo que por todo lo anterior, Colombia tiene merecido el estar en la lista de los países que  mayores grados de corrupción tienen al interior de sus instituciones, en la que ha estado  desde el año de 1997, y de la que difícilmente saldrá. Es por esto que también me pregunto si será casualidad que la palabra Corrupción se escriba con C, de Colombia. @sevillanojarami
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