Fue un impacto. Ver la foto de un ser humano expuesta como trofeo en la primera página de un periódico local en Cali, denigrado, casi retornando a la inquisición cuando las ejecuciones se hacían públicas. No era la foto de quien había estado vivo, era la foto de su rostro cadavérico. Dicho impacto es el gestor de este artículo.
Más allá de quienes apoyaron a dicha persona o de quienes estamos en desacuerdo con sus métodos para lograr un fin, más allá siempre existe un ser humano con creencias, con valores, con lucha por sus ideales. Un ser humano con familia, amigos, sentimientos, emociones, que reía seguramente y que muy posiblemente también lloraba. O sea que no estaba tan lejos de como vivimos todos y cada uno de nosotros.
Nos convertimos en él, esto quiere decir, en su parte de maldad, cuando caemos en el regocijo con su muerte. Cuando la convertimos en una alegoría de la paz, siendo que el utilizaba la misma muerte para lograr sus fines.
Sacamos a flote el odio y la rabia que el nos producía, los mismos sentimientos que posiblemente lo llevaron a tomar el camino de las armas. Mostrarlos, odio y rabia, pretendiendo transmutarlos en alegría o en esperanza por un devenir mejor, no queda nada lejos de los ideales de dicha persona que creía en la justicia social a través del sufrimiento.
Continuamos juzgando al otro y siendo indulgentes con nosotros mismos. Estemos en un bando u otro. Juzgamos desde nuestro punto de vista de la maldad o la bondad. Creemos que hay muertes justificadas, que somos los buenos, cuando quienes están por convencimiento y no por negocio en el otro lado, tienen exactamente la misma percepción. Somos los buenos, ellos los malos. Para ellos, nosotros somos los malos y ellos los buenos. Nos hemos convertido en lo mismo que el otro, solo que nuestra miopía o nuestro punto de referencia no nos deja verlo como tal. Cada cual lucha por la justicia social, ojalá lográramos concertar medios de construir equidad, sin sufrimiento. Sin sufrimiento para ningún lado.
¿Nos convertimos en el otro? No, somos el otro. Tenemos los mismos materiales y recursos como seres humanos. La diferencia, ya que si la hay, consiste en que facetas ponemos en el día a día para aportar a la sociedad. No caigamos en conductas que fácilmente reflejan la misma esencia, injusticia, traición, humillación, abandono, de aquellos que criticamos o con quienes discrepamos.
Recordemos la enseñanza de la siguiente historia. El maestro le pregunta al discípulo diciendo: tengo en mi dos lobos, uno bueno y uno malo, ¿Cuál ganará? El discípulo contesta con sabiduría, el que tú alimentes. No alimentemos nuestro lobo malo con la alegría por el sufrimiento ajeno, ni con el deseo de venganza, mucho menos expresando nuestro lado de temor, el lado oscuro, aquel donde el amor está oculto.