De la incredulidad a la maracachafa

Dos importantes hechos han marcado los últimos días. El primero de ellos es el resultado de la gran encuesta realizada por varios de los más importantes medios de comunicación, en la que se midió a lo largo y ancho de la geografía nacional la percepción que del gobierno y otros temas tiene la ciudadanía en general. Además de la caída vertiginosa y estruendosa de la imagen del Presidente, hay una situación quizás más importante, que ha pasado desapercibida para la gran mayoría (por lo menos es sus reales consecuencias): en Colombia la gente no cree en nada ni en nadie. Ni en la Policía, ni en los políticos, ni en el Ejército, ni en los medios, ni en las cortes, ni en nada. La incredulidad, el pesimismo y la fatalidad son el común denominador. Desde los tiempos del proceso 8000 y de los diálogos del Caguán, no ocurría algo similar; pero esta vez son mucho más grandes el inconformismo y la decepción. El problema no radica en desconfiar de las instituciones, en las actuales circunstancias está bien hacerlo, es obligatorio, si se quiere. La verdad es que muchos de nuestros funcionarios y organismos públicos se han ganado a pulso las malquerencia de la población por actuaciones que van, desde manejos irregulares de recursos públicos, carruseles de puestos, pagos de favores por debajo de la mesa hasta todo tipo de entuertos y torcidos. La majestad y dignidad que debe rodear el ejercicio de ciertos cargos ha quedado reducida a la marrulla y a la mediocridad. No hay mística, solo cuenta el interés particular. Y creo que los verdaderos alcances de semejante realidad no se han ponderado correctamente, porque escenarios como el que hoy vive nuestro país son terreno fértil en el que puede germinar el populismo y la tiranía. Me explico: países como Venezuela, Ecuador, Nicaragua; Argentina y Bolivia, por solo dar algunos ejemplos cercanos, antes de padecer los Gobiernos antidemocráticos, mesiánicos y demagogos que hoy cargan a cuestas, entraron en una etapa muy similar a la que actualmente vive Colombia. En otras palabras, estamos ad portas por el ambiente apocalíptico que reina, de que salga al ruedo un loquito como Chávez o como Ortega vendiendo ilusiones para luego acabar con lo poco que queda. ¡Mucho cuidado, no podemos equivocarnos con eso! El segundo suceso importante, aunque haya ocurrido a miles de kilómetros de nuestra tierra del olvido, tiene que ver con la legalización de la marihuana recreativa en los estados de Washington y Colorado (Estados Unidos). Cosa que me parece muy bien. Lo he dicho hasta la saciedad, la guerra contra las drogas está perdida y la prohibición produce más muertos que el consumo. Así lo prueban los estudios al respecto. Los drogadictos no pueden ser tratados como delincuentes, sino como lo que son: enfermos. El consumo de droga no es un asunto policivo, es un problema de salud pública. Lo que me parece del todo mal e inaceptable por completo es el doble discurso del gobierno americano. Le exigen todo el tiempo, so pena de sanciones a Colombia y a otros países tercermundistas productores de droga, hacer hasta lo imposible por acabar con el flagelo del narcotráfico y perseguir a los traquetos hasta sacarlos de sus madrigueras, con las consecuencias violentas que tiene dicho accionar. Nuestros soldados y policías entregan sus vidas por erradicar las plantaciones, perseguir a los mafiosos, los fiscales y jueces son amenazados por incautar los bienes del hampa, mientras los miles de consumidores que tiene Estados Unidos se fuman su bareto tranquilamente frente a la Casa Blanca o el Capitolio. Ojalá llegue pronto el día en el que los colombianos volvamos a creer en algo y que no tengamos que derramar más sangre por un tabaco de marihuana para los gringos. La ñapa I: El atropello del Gobierno Santos con los miembros de la Rama Judicial no tiene nombre y es inaceptable. La ñapa II: La feria de arte Art Basel en Miami es uno de los eventos más maravillosos y fascinantes del mundo. abdelaespriella@lawyersenterprise.com