¿Desde cuándo te volviste tan godo?

Mié, 22/01/2014 - 13:26
Querida hija

Hace poco me preguntaste: “¿Desde cuándo te volviste tan godo?” Desde ese momento no he parado de pensar en una respuesta.

Este año se cumplen cuarenta años de mi ingreso a
Querida hija Hace poco me preguntaste: “¿Desde cuándo te volviste tan godo?” Desde ese momento no he parado de pensar en una respuesta. Este año se cumplen cuarenta años de mi ingreso a Universidad de los Andes y muchas cosas han cambiado desde esa época. Te cuento que junto a mi hermano mayor fuimos de los primeros de la familia que ingresábamos a una universidad a pesar de contar entre nuestros ancestros con personalidades de la talla de un José Eustasio Rivera Salas o un Julián Motta Salas, que fueron ilustres universitarios. En cambio, muy joven tu abuelito fue nombrado Juez de Circuito sin haber pisado un plantel educativo en su vida. Para tu generación ya las cosas fueron distintas y aspiramos que para la siguiente todos los jóvenes cursen estudios superiores. Junto a los míos, muchos padres vieron con orgullo como sus hijos se hicieron profesionales, ya fueran médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, economistas, biólogos, etc. Ha sido gracias a la educación que se ha consolidado en las últimas décadas una clase media que robustece nuestra democracia. En mi adolescencia disfrutaba de la música protesta y leía con avidez los cuadernitos sobre materialismo dialéctico y la revista Alternativa mientras escuchaba discos de canciones protesta que me hacían sentir solidario con la revolución sandinista. A la Universidad de los Andes llegó Mercedes Sosa a cantar “Que vivan los estudiantes”. Congregados en la escalinata de acceso a la universidad muchos jóvenes la escuchamos llenos de nostalgia por no haber vivido el Mayo francés ya que éramos unos niños en 1968. Y ya estábamos convencidos de que no se es intelectual si no se es de izquierda. Pero comenzamos a presenciar de cerca los ataques de la primera guerrilla urbana en Colombia. Oír hablar desde la capital de Tirofijo o del cura Camilo era tan lejano como si se tratara de mitos y leyendas pero los ataques continuos en plena Bogotá era la cruda realidad para quienes la habitábamos. Tal vez empecé a volverme “tan godo” al comprender que esa aura romántica de los movimientos subversivos es tan sólo un disfraz de burdas ideologías que se fortalecen en el terror. En Bogotá vimos el cobarde asesinato de un sindicalista negro que fue dejado amarrado a un poste en una glorieta, la toma de una embajada durante dos meses que tuvo a todo el país en vilo para luego presenciar como los guerrilleros salieron triunfadores a La Habana con tres millones de dólares en el bolsillo, la toma del Palacio de Justicia que rompió la historia del país en dos, el sufrimiento de tantas víctimas de los cinco años de continuas bombas colocadas por terroristas a las órdenes de un capo del narcotráfico y muchos otros horrores de quienes a cualquier precio pretenden pasar por encima del pueblo colombiano para imponer sus caducas ideologías. A pesar del rechazo general de los colombianos la guerrilla siempre ha sabido salir impune hasta de sus actos más atroces mostrándose como victimas cuando les conviene. Así ha ido infiltrándose en el gobierno, la justicia y especialmente en colegios y universidades. No sé si avergonzarme o sentirme contento si me tachan de godo cuando rechazo tanta violencia y tanta impostura. Los actos de barbarie han llegado a extremos del más crudo terrorismo como la masacre de La Chinita hace veinte años o el infame de la iglesia de Bojayá que no tienen parangón en la historia de la barbarie humana. Atentados, bombas, niños mutilados, niñas llevadas a la fuerza a complacer a los viejos guerrilleros y tanta otra atrocidad que no merece un país tan maravilloso como el nuestro al que no hemos sabido apreciar y querer como bien se lo merece. Chistes destemplados, como el que se repite desde hace años en el que Dios se justifica por haberle regalado a Colombia tantas riquezas diciendo que habrá que ver la gentecita que colocará ahí, son muy injustos con nuestra maravillosa gente. A pesar de ser víctima de los violentos, la politiquería, la corrupción y la delincuencia de la forma más inmisericorde, sigue manteniendo una fe que la ánima a continuar la lucha día a día para ofrecerles un mejor futuro a sus hijos. Aunque me veas muy godo no me considero godo ni tampoco considero godos a quienes recibirán mi voto en las próximas elecciones, siendo personas de la mejor calidad empeñadas en sacar al país del abismo al que nos ha arrastrado este gobierno rastrero. Con todo mi cariño, Tu padre.
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