Duque, “más plumas que un gallo”

Sáb, 26/05/2018 - 05:40
Cuando a Cantinflas le daba por hablar en serio en sus películas, hablaba en serio, y muy. Lo hacía en medio de las secuencias llenas de gracia que provocaban –y aún provocan– carcajadas a quie
Cuando a Cantinflas le daba por hablar en serio en sus películas, hablaba en serio, y muy. Lo hacía en medio de las secuencias llenas de gracia que provocaban –y aún provocan– carcajadas a quienes veían sus films cargados de enseñanzas y advertencias, sin que la risa anulara las sencillas, pero contundentes, reflexiones que traía entre manos. Su nombre viene al caso al recordar una parte de su “discurso” final en la película “Si yo fuera diputado”, de 1952, en la que, solemne y sobrio, dice: “Ustedes se preguntarán: este joven de tan tierna edad, tan guapo, de aspecto tan distinguido, de cara tan agradable, ¿será capaz de conducir una nave a buen puerto? ¿Será capaz de sortear todos los peligros hasta encontrar el faro de la felicidad que nos deje positivamente seguros? Y este joven les contestará: a pesar de ser tan pollo, tengo más plumas que un gallo […]”. Claro que tales palabras –de las que algún lector “perverso” se burlará–, de un fondo muy serio, las traigo a propósito de Iván Duque, quien, a pesar de ser tan “pollo”, como le dijo Germán Vargas, tiene “más plumas que un gallo”, en términos de Cantinflas, para gobernar a Colombia. ¿Pero –preguntará alguien– de dónde sacó las plumas si, por ejemplo, carece de experiencia de gobierno?, señalamiento conocido, reconocido por Duque. Si gana, no sería el único caso en nuestra historia: cinco mandatarios colombianos asumieron el Poder Ejecutivo sin experiencia de gobierno: nada más y nada menos que Bolívar, Santander, Rafael Reyes, Carlos E. Restrepo y Alfonso López Pumarejo en su primera administración. Todos ejercieron la presidencia con enorme significación en medio de tremendas limitaciones y dificultades. Cierto: en el “plumaje” de Duque no aparece ninguna experiencia de gobierno. A cambio lo componen realidades perceptibles como una formación universitaria altamente calificada, un formidable nivel de información sobre el país y un potente coeficiente de capacidad fresca para conducir de modo idóneo a Colombia, además de ser un ciudadano honesto y decente, lo que nadie puede negar sin incurrir en falsedad. A ello se suman otras realidades humanas muy valiosas para alguien que aspira a gobernar una comunidad humana y para la comunidad misma: es cálido con la gente de todos los cortes sociales; claro en su pensamiento para situarlo al alcance del ciudadano de la calle; respetuoso del otro y en la expresión de sus conceptos; firme en la defensa de los valores democráticos; franco para comprometerse en posiciones de ahora y mañana, y concreto en lo que afirma: le incomoda irse por las ramas. ¿Cómo no decir también que es visionario, lo que le permite conectar las realidades presentes con las opciones del futuro? ¿Y que conoce mundo para saber en dónde estamos y para dónde vamos? ¿Y que es un ser contemporáneo y a la vez sensible a las lecciones del pasado? ¿Y con la edad apropiada para regir los destinos de una nación en cuya población prevalecen los ciudadanos por debajo de los cuarenta y cinco años? ¿Y que tiene un inteligente talante conciliador, característica de gran importancia en una sociedad de choque como la colombiana? ¿Y que es humilde para aceptar que no es un mesías? ¿Y que es realista para saber qué hacer y qué no hacer? Duque es un hombre de buenas semillas y buenas hierbas, buenos frutos. Esto se comprende muy bien con Saint-Exupéry en “El principito”: “En el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas. Por consiguiente, de buenas semillas salían buenas hierbas y de las semillas malas, hierbas malas. Pero las semillas son invisibles; duermen en el secreto de la tierra, hasta que un buen día una de ellas tiene la fantasía de despertarse”. Y con Duque se despertarán numerosas buenas semillas, no sólo una, cuando empiecen a ser realidad sus anhelos y promesas –acompañado de su estupenda fórmula para la vicepresidencia, Marta Lucía Ramírez– en múltiples aspectos de profundo impacto para el pueblo, de los cuales destaco, al azar, doce: ● Expandir la clase media y cerrar las brechas, sin odio de clases, entre ricos y pobres.  ● Fortalecer los vínculos entre empleadores y trabajadores. ● Construir una justicia social en una economía de mercado con sentido solidario. ● Basar la salud y la educación en la cobertura y la calidad.  ● Liderar el “Pacto por Colombia” para desarrollar una agenda de largo plazo.  ● Eliminar los gastos innecesarios, luchar contra la evasión, bajar impuestos, dinamizar la inversión y generar ahorro y empleos permanentes. ● Contar con una justicia creíble, eficiente y moderna. ● Implementar un concepto de legalidad bajo la premisa de que “el que la hace la paga”. ● Evitar que el narcotráfico se considere un delito conexo al delito político y no amnistiable.  ● Asegurar que exista una auténtica reparación, justicia proporcional y efectiva y se conozca toda la verdad con aceptación de las responsabilidades.  ● Unir al país en una visión de futuro y emprendimiento para crear equidad y derrotar la pobreza. ● Ser el presidente de una nueva generación “a la que le llegó la hora de transformar a Colombia”. Duque propone tales cosas, y otras que no cito por espacio, porque proceden de valores como los expuestos en los primeros párrafos, valores que proyectan su visión de la sociedad y de la acción de gobierno. Estoy convencido de que Duque es de hierbas y semillas buenas, muy buenas, y de que arribará a la presidencia despierto y abierto para mostrar la calidad de unas y otras y de su “plumaje”. El pueblo colombiano lo sentirá así. Y por creerlo y sentirlo así, votaré por Duque. INFLEXIÓN. Así como la experiencia previa en gobierno no supone que un presidente hará una buena gestión, la falta de esa experiencia no supone que realizará una mala gestión.  
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