Atacar a la oposición es normal para los gobiernos cuyos principios democráticos se han carcomido. Esos ataques arrecian de un momento a otro según la coyuntura, como lo presenciamos ahora en Colombia con debates, nuevas ‘revelaciones’ en los medios, escándalos reciclados y cuanta cosa se les ocurra al presidente y sus amigos.
Dentro de esos ataques llaman la atención los de los periodistas afectos al régimen a sus colegas opositores, como el dirigido recientemente a Fernando Londoño por cuenta de un texto apócrifo de Mario Vargas Llosa que circula por las redes y que el periódico El Espectador ya había publicado en una columna de opinión. Ese texto, mal escrito y torpe en su argumentación, terminó en la página web del programa radial La Hora de la Verdad que dirige Fernando Londoño. Para los enemigos de quien es el más enérgico opositor del gobierno, fue motivo suficiente para crucificarlo.
Tomando el toro por los cachos Londoño llamó por teléfono a Mario Vargas Llosa y se excusó en una entrevista que seguramente no escucharon los de la revista Semana al titular la nota dedicada a este asunto “La ira de Vargas Llosa”. Quienes sí la escuchamos no nos percatamos de la tal ira del premio nobel, por el contrario disfrutamos de una charla cordial y respetuosa. Las indiscutibles cualidades periodísticas de Fernando Londoño no se vieron afectadas por un descuido que, con seguridad, tratará de evitar en el futuro. Quienes le están buscando su caída ya se han percatado de que no podrán ni con bombas ni con medios.
En esta semana otro blanco de ataques fue Paloma Valencia, actual Senadora y antigua colaboradora de La Hora de la Verdad, quien tuvo el triste privilegio de que el humorista Daniel Samper Ospina le dedicara su página en la revista Semana que, casualidad de casualidades, está estrenando su lujosa nueva sede.
No acostumbro leer a los Samper, ni al padre ni al hijo, las risas que me provocan sus escritos me dejan un sabor amargo. Lo mismo me ocurre con la revista Soho, la que Samper hijo fundó hace quince años para Publicaciones Semana y de la que hace un tiempo Santiago Mutis en “De Mito a Soho”, un artículo de antología, hizo una radiografía a partir de un número cualquiera que compró por tres mil pesos. Cualquiera “pues todos trataban de lo mismo: sexo, anomalías, mujeres, más sexo, más mujeres... En ella, algunos escritores ‘famosos’ hacían el ridículo, y también algunos amigos”.
Al releer el artículo de Mutis he quedado muy impresionado al notar que, en algunos aspectos, la seria y veterana Semana se ha venido pareciendo a su retoño, la frívola Soho -como ocurre con algunas madres que cuando sus hijas llegan a la adolescencia comienzan a vestirse y comportarse como ellas-. Dice Santiago Mutis que Soho “te convence de que nada vale la pena, que nada merece respeto: las mujeres, el país, el erotismo, la cultura, la vida... todo es una porquería. Conclusión rancia y obvia, de un país enfermo, en guerra. Cerré la revista, agobiado por su lección moral, y más agobiado aún por el ‘librero’, los amigos, y tantas mujeres jóvenes haciendo fila para desnudarse y entrar al mercado como deseables mujeres fatales. Agobiado, sí, de aburrimiento, derrotado por la sutileza publicitaria, por los pésimos fotógrafos, por tan astutos editores, por nuestra triste realidad, cinismo, retorcida inteligencia para no resolver los problemas… y nuestra capacidad para vivir en el horror.”
En Semana Samper hijo, quien anunció hace poco su retiro de la dirección de Soho, tomó como blanco de sus burlas a quien se ha convertido en todo un símbolo de la oposición en Colombia, a la altura de María Corina Machado en Venezuela, y que se ha ganado el cariño de muchos compatriotas, dedicándole “El informe del exorcismo a Paloma Valencia”.
Por dicho informe me enteré de la venida del famoso exorcista Gabriel Armoth contratado -no nos aclara el periodista por quien, si por Santos, el de la casa de Nariño o Santos, su jefe en la revista Semana, o los dos junticos tío y sobrino- para ensayar sacarle El Maligno que por fin supimos que está encarnado en Álvaro Uribe, nada más y nada menos, el mismo Uribe que satanizan en Venezuela cada vez que hay vendettas entre los mafiosos que manejan el sufrido país vecino, el mismo que señaló el tío del columnista -el del elefante con quien comparte esa manera jovial del m’enfutisme (meimportauncarajo) con el que manejó a Colombia por unos años- en un tuit: "Asesinato del joven diputado Robert Serra en Venezuela es una preocupante señal de infiltración del paramilitarismo colombiano", entendiendo que paramilitarismo es sinónimo de Uribe, es decir, El Maligno o Belcebú, como ustedes quieran.
El informe deja constancia del éxito del exorcismo realizado a Paloma: “El Maléfico la había abandonado –al menos parcialmente– porque según las noticias votó en contra de la reelección…”.
Para tranquilidad del columnista, sus parientes y amigos puedo reportarles un dato que puede complementar ese valioso informe y que da fe de la eficacia del exorcismo. En una entrevista concedida por la joven congresista, a la pregunta “¿Hay algo que le reconozca de bueno al presidente Santos?”, respondió:
-Tiene buenas intenciones, lo que pasa es que le falta entender el país, para que esas intenciones se materialicen de una manera real.
Tengo que admitir que los buenos oficios del padre Armoth dieron los resultados que esperaban los muy santos Santos enemigos de El Maligno. Para los que todavía no hemos sido exorcizados, alrededor de diez millones de poseídos, no vemos las ‘buenas intenciones’ del presidente Santos por ninguna parte y las tales ‘buenas intenciones’ sí las está materializando “de una manera real” por que entiende muy bien a un pueblo ingenuo y crédulo al que se le engaña con facilidad.
El exorcista
Jue, 09/10/2014 - 04:57
Atacar a la oposición es normal para los gobiernos cuyos principios democráticos se han carcomido. Esos ataques arrecian de un momento a otro según la coyuntura, como lo presenciamos ahora en Colom