El fanatismo virtual

Lun, 21/01/2013 - 01:01
Hay pasiones que matan. Y no solo en la vida íntima. El fanatismo, aquella ¨pasión exacerbada e irracional¨, vecina de la intolerancia, se nos presenta

Hay pasiones que matan. Y no solo en la vida íntima. El fanatismo, aquella ¨pasión exacerbada e irracional¨, vecina de la intolerancia, se nos presenta a diario.  Comúnmente creemos que los fanáticos pertenecen solo al mundo de la religión. Quizás porque el concepto proviene del sustantivo fanum que significa ¨templo¨.  Ser fanático, entonces, es lo mismo que ¨pertenecer¨ o ¨proteger¨ al ¨templo¨. Pero esa pasión exacerbada, esa propiedad absoluta sobre la verdad, ha invadido, y de qué manera, la reflexión y la acción política. Una actividad que todos creíamos blindada por la razón.

Esta invasión fanática no es propiedad de una sola ideología. Izquierda y derecha compiten en irracionalidad e intolerancia. En la defensa de su respectivo ¨templo¨ fascistas y estalinistas pululan por doquier. Y ahora encuentran en el espacio virtual, en ese postmoderno anonimato, un lugar ilimitado para darse gusto. Y solo basta con echar un vistazo a las redes sociales para constatarlo. Rafael Gutiérrez Girardot, aquel agudo filósofo boyacense, advirtió que el combustible de nuestra violencia política está en la manera religiosa como pensamos y asumimos nuestros conflictos públicos. Cuando joven tuve la ilusión de que la izquierda estaba a salvo del fanatismo. Sin reconocer el mío. Y más recientemente volví a ilusionarme con una reflexión racional de aquellas izquierdas distantes del marxismo ortodoxo. Pero me  equivoqué  de nuevo. Por estos días, a propósito de mis opiniones críticas al gobierno del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, he recibido una andanada de insultos e improperios de sus “barras bravas” que poco usan  razones y argumentos para controvertirme.  Cierran filas en la defensa de su “sagrado templo”. Hasta podríamos aventurar una tipología de estas fanaticadas. Primero están ¨los revanchistas¨ que buscan desquitarse ante toda crítica a la capilla a cambio del examen del contenido de la misma. "¿Por qué nos crítica, si lo que usted hace es peor?" me dicen con frecuencia. Están los que defienden el templo descalificando moralmente al contradictor: ¨No me interesa el contenido de tu crítica mientras existan acusaciones  en tu contra¨, me reclaman.  Hay otro tipo de argumentos maniqueos que provienen de una relación paranoica con la verdad: “Lo que pasa es que usted defiende intereses privados” pretenden advertir. Me he encontrado con aquellos nostálgicos, ideológicamente hablando:¨¿Se olvidó de su pasado?¨ me dicen como si mi opinión crítica fuese un acto de  traición a los ideales de las izquierdas. Y finalmente están los fanáticos ignorantes, aquellos que no se dan el trabajo de informarse antes de descalificar: "¿Y usted qué hizo frente al gobierno de Samuel?", dicen, sin antes percatarse que fui de uno sus primeros denunciantes. Que la derecha abuse del fanatismo no sorprende. Su herencia religiosa lo puede explicar. Pero que una izquierda, aquella que reclama su condición renovadora, haga gala de un fanatismo tan obtuso como ciego es inexplicable. Aunque también hay quienes para defender un puesto se ¨convierten¨ políticamente y terminan ¨más papistas que el Papa¨. Qué bueno dejar la pasión para los asuntos del amor. Qué saludable el derecho personal a las convicciones de fe. Pero la deliberación pública aconseja razón y ojalá “razón comunicativa”. @AntonioSanguino
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