El fin de la chiva

Jue, 10/11/2011 - 00:03
Nadie, en realidad, tuvo la

Nadie, en realidad, tuvo la chiva de la muerte de Alfonso Cano. Y, si alguien la tuvo, a nadie le importa. Según el espectáculo que se vio en Twitter, la mayoría de los medios se creyeron el cuento de que ellos, desde el mar de egos que son sus salas de redacción, tuvieron la preciada chiva. Se dijo que fue El Tiempo, Caracol radio, La W, CityTV, Caracol televisión, El Heraldo.

Y pensar que a nadie le importa. ¿O me va a decir que usted se acuerda de quién tuvo la primicia de la muerte de Bin Laden? La competencia por la primicia solo le importa a los periodistas, hasta el punto de que la gente se queja porque no informan y, en vez de eso, se dedican es a competir por un trofeo que no sirve de nada.

Los periodistas se rasgan las vestiduras cuando ven que la competencia publicó, en primicia, una noticia reveladora. A veces hasta le dan menos despliegue a la noticia por el hecho de que no fueron ellos, sino la competencia, quienes la destaparon. Por ese afán de ser los primeros es que los periodistas se equivocan y publican lo que no es.

Se rasgan las vestiduras, digo, pero no hay necesidad de hacerlo.

Hay que diferenciar, de entrada, entre primicia y denuncia, dos conceptos a los que se les suele llamar –en una celebración del horrible uso de la 'ch'– chiva. Tener una primicia –es decir, ser el primero en enterarse de una noticia histórica– es lo que aplica en el caso de Cano. Tener una denuncia –es decir, revelar una noticia histórica que ningún otro medio investigó– es lo que aplica en el caso de, por ejemplo, las chuzadas de DAS.

Y, sin embargo, permítame preguntarle, querido lector promedio: ¿usted se acuerda qué medio destapó el escándalo de las chuzadas? Solo los periodistas recordamos que fue Semana. Y lo mismo pasa con el carrusel de contratación en Bogotá o los falsos positivos. Usted, amable lector promedio, no sabe quién los destapó. Y no tiene por qué saberlo. ¿Para qué va a saber algo que no sirve de nada?

La chiva es un concepto obsoleto. En los años que el periodismo daba plata, cuando la gente pagaba por las noticias y los periodistas podían vivir de su profesión sin meserear, la chiva sí era un trofeo. No solo porque quien quiera que la tuviera duraba un día entero saboreando el dejo de la exclusividad, sino porque la primicia disparaba las ventas. Pero hoy no toca ser el primero para vender: las noticias pasan de un medio a otro en cuestión de segundos.

Periodistas como Charlie Gasparino o Andrew Sorkin se hicieron grandes a punta de filtrar, antes de que saliera el comunicado de prensa, los negocios que se gestaban en el corazón de Wall Street. Hoy, según el bloguero de Reuters Felix Salmon, las chivas sobre fusiones y adquisiciones de empresas no existen, porque los periodistas se dieron cuenta de que la exclusividad ya no paga.

Esta es una de las realidades que los periodistas del viejo mundo no han querido entender: el buen periodismo no es el que habla de primero, sino el que habla mejor. El New York Times está en crisis porque casi no entiende que su rol cambió: que ya no podía enfocarse en las noticias, que ese era el trabajo de las agencias y de las redes sociales y que su función es la de analizar, pensar, proponer. Ahora que lo están haciendo, y que empezaron a cobrar, el panorama tiende a despejarse.

Eso es lo que hicieron los medios que no están a punto de quebrarse: periodismo desde el escritorio. Piense en The Economist, una vez más. Otro de los tabúes que quedaron de la vieja prensa es que hacer periodismo desde le escritorio está mal. Pero no: pregúntele a Julian Assange, el hombre que destapó la historia más grande del 2010, desde dónde reveló esa faceta inédita del periodismo. Le dirá que desde un computador, en su escritorio. Por no decir que desde su inodoro. Las entrevistas y la reportería necesitan de contacto, sí: estar ahí es importante. Pero eso no es todo: usted puede estar ahí y eso no significa que vaya a ser el que más jugo le saque a la noticia.

Cuando la revista Newsweek se enteró de que Bill Clinton sí había tenido relaciones extramaritales, un bloguero, Matt Drudge, se enteró y lo publicó. Les quitó la chiva. Y nadie lo metió a la cárcel por eso. Al contrario: le llovieron entradas y avisos. Y armó un imperio de noticias desde su escritorio: The Drudge Report.

La noticia ya no tiene autoría. Una vez publicada, la primicia ya es de todos. Y, de ahí, sálvese quien pueda: cada medio hará su versión de la misma noticia y el que mejor la maneje –el que mejor entienda a su público, así sea desde un café o desde la cama de la moza– será el que se puede considerar ganador en la inevitable competencia que es este oficio.

Por eso es que el New York Times tanto se ha quejado de medios como el Hufftington Post: porque cogen las noticias que ellos reportean, las reescriben y se fajan una cantidad de dividendos sin hacer el dispendioso trabajo que hizo el reportero. ¿Y eso es ilegal? No: ni se están copiando y están citando. Solo están entendiendo mejor el lenguaje que su público quiere leer. Y de eso se trata el nuevo periodismo.

“La chiva se ha ido, así que olvídela. Lo más importante es que la verdad sea publicada: no quién la publique o cómo”, dijo alguna vez el aterrizado editor de investigaciones de The Guardian, Paul Lewis.

En Colombia, sin embargo, seguimos detrás de la moribunda chiva. Si usted se sigue preguntando quién tuvo la primicia de la muerte de Bin Laden, acá está la respuesta: Twitter. ¿Seguro, estimado reportero, que usted quiere seguir detrás de la chiva?

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