En estas últimas elecciones presidenciales los colombianos ganamos dos importantes batallas, por un lado, participamos históricamente demostrando que podemos derrotar el abstencionismo y por el otro, elegimos un plan de gobierno con propuestas realizables, superando por ahora la sombra del populismo.
Tardamos 20 años en volver a lograr una participación superior al 50% en una elección presidencial, como sucedió en los comicios de 1998 cuando el 52% de quienes podían votar lo hicieron en la primera vuelta y el 59% en la segunda. Durante cinco mandatos no habíamos vuelto a derrotar el abstencionismo, hasta esta contienda donde más de diecinueve millones seiscientos mil colombianos salieron a votar en la primera vuelta, es decir el 54% de los habilitados, mientras que en la segunda se alcanzó el 52 % de participación.
Este hecho histórico gana aún más relevancia al tener en cuenta que también fue la primera campaña en contar con participación del partido político de las FARC, y si bien es cierto que el camino hacia la paz apenas comienza y que el narcotráfico junto con las bandas criminales siguen siendo un problema mayor para el país; también lo es, que este ex grupo guerrillero ya no decidirá la agenda nacional como había ocurrido en los últimos 50 años. El nuevo gobierno junto con el congreso, tienen el deber de atender los temas que reclaman los colombianos en materia de salud, educación, lucha contra la corrupción y las desigualdades sociales, entre otros.
Es que “el palo no está pa´ cucharas” como se dice coloquialmente. Al hacer un análisis más reposado, de las más de cuatro millones de firmas con las que se radicó la consulta anticorrupción y los más de ocho millones de ciudadanos que el pasado 17 de junio apostaron por un candidato que prometía hasta “la paz mundial”, solo se demuestra que los colombianos están cansados y quieren que sus dirigentes de una vez por todas sudemos la camiseta y nos apropiemos de la realidad en las calles, en los barrios, en los pueblos. Y es que en un país donde ser pobre es ganar menos de $250.000 al mes, los reclamos y el inconformismo están más que justificados.
El nuevo gobierno y el congreso no solo serán históricos por la participación de los colombianos en las urnas y de las FARC en política; sino también porque debemos dar la batalla más importante de todas, la de devolverle a los colombianos la confianza en las instituciones y en la justicia, demostrarles que eligieron correctamente. Que seremos capaces de poner al país en la senda del desarrollo económico y social para derrotar las desigualdades, que con legalidad y justicia se puede derrotar la corrupción y así lograr encaminarnos hacia la verdadera paz.
Ganar estas batallas garantizará el retroceso del populismo que alimentado por el justificado descontento de los colombianos ha venido ganando terreno, y que desde ya se prepara para seguir capitalizando adeptos a lo largo y ancho del territorio nacional en las próximas elecciones regionales, en las parlamentarias e incluso en las próximas presidenciales.
La verdad sea dicha, está en nuestras manos encaminar al país por la senda correcta, no podemos replicar un modelo que ha demostrado con suficiencia ser un rotundo fracaso desde Nicaragua hasta Argentina. Los retos son muchos y debemos estar a la altura de este momento histórico para Colombia, no podemos avanzar como sociedad si no unimos esfuerzos y nos comprometemos en una gran apuesta por el país que deseamos construir y heredar a nuestras generaciones. Por eso es urgente que nos conectemos con la gente, que conozcamos de primera mano las realidades de cada región y que brindemos oportunidades reales para todos, menos discurso y más acción.
“El palo no está pa'cucharas”
Sáb, 23/06/2018 - 04:23
En estas últimas elecciones presidenciales los colombianos ganamos dos importantes batallas, por un lado, participamos históricamente demostrando que podemos derrotar el abstencionismo y por el otro