Empieza la era Timochenko

Jue, 24/11/2011 - 09:02
Temo que a Timochenko lo conocían menos bien de lo que nos habían dicho, porque su

Temo que a Timochenko lo conocían menos bien de lo que nos habían dicho, porque su carta abierta no parece la de un "dinosaurio" contenido mentalmente en las cuadrículas ideológicas de la Cortina de Hierro. La declaración epistolar del nuevo comandante de las Farc es un documento para leer y releer con lupa, que solo por el cambio de estilo plantea un giro histórico, aunque hoy difícilmente sea entendido así en la caldera de odio que es el conflicto colombiano. Para empezar ya viene "decodificado" del lenguaje acartonado que continuamente usaron las Farc y dice más entre líneas de lo que se entiende en un primer repaso. El texto es versátil, está escrito de manera moderna, llega, no es sumiso ni totalmente desconectado de la realidad, está planteado "de tú a tú", y lo más notable es que, por primera vez, una proclama pública de esta guerrilla busca comunicar emotivamente.

Detrás de la agresividad usual, se asoma un hombre que parece comprender el siglo en que vive y no teme esconder el dolor que siente por los golpes recibidos, aunque ágilmente busque convertir ese dolor en fundamentación renovada de lo que las Farc llaman su causa.

Para empezar, se jerarquiza horizontalmente con el presidente cuando lo trata como "Santos" a secas, y se ubica como su adversario de guerra cuando le advierte tres veces en la primera línea que su vida también la puede perder. "Todos tenemos que morirnos, Santos, todos. De eso no va a escaparse nadie." Pero hasta esa exhortación está planteada de modo ingenioso, porque aunque en realidad es una amenaza de batalla, parece una disquisición sobre la mortalidad, para restar importancia estratégica a la muerte de los jefes guerrilleros "Algunos escogen una muerte heroica, gloriosa...Es un asunto de conciencia. Pretender intimidarlos, para que acepten vivir como los primeros es un error”.

El nuevo comandante de las Farc aprovecha recursivamente su carta al presidente del establecimiento que considera enemigo, para enviar -contenido en su primer documento importante- un mensaje de liderazgo humanizado a su tropa "Les brindamos nuestra solidaridad en este momento". Luego también los elogia ampulosamente. Y se da licencia dentro del texto para reflexionar en abstracto, con cierta artificiosa ambigüedad, como para que nadie pueda descifrar si divaga sobre sí mismo o sobre el establecimiento: "Yo no sé. Pero eso de ostentar poder y mostrarse amenazante y brutal, no puede ganar las simpatías de nadie. De nadie que no sea ostentoso y brutal como el que lo hace” Y entra en una paradójica digresión cuando cita al desgaire la descripción de Homero sobre el drama interior de Aquiles durante la guerra de Troya, cuando el héroe descubre que la poca altura de la causa no está al nivel de su propia grandeza; mediante esa alusión hace un despliegue de universalidad que si bien es un poco ostentoso, no llega a ser artificial, pero acredita capacidad de reflexión apoyada en la historia, y busca hacerlo ver como un filósofo confinado en la confrontación. Uno que también procura tomar distancia y desmarcarse de los monstruos de la memoria, con cierta impudicia…"Sólo las mentes más enfermas y enajenadas pueden sentir alguna simpatía por Adolfo Hitler. Aunque en su momento muchos lo hubieran aplaudido" En cambio, deliberadamente ubica a "Santos" al lado del Führer. Sin embargo inicia esa bravata con una frase ojalá premonitoria "Son los gestos de grandeza moral los que hacen imperecederos a los hombres". ¿Podremos soñar con que esa referencia incluya el futuro de los secuestrados?

Timochenko se atreve a proyectar un fragoso parangón entre Jesús, el revolucionario espiritual, y la fuerza de la convicción de los combatientes de su organización armada; estira la comparación hasta un paralelo entre el suplicio de Cristo inmolado en su causa, y sus compañeros de gesta caídos por las armas, pero procura envilecer las circunstancias de su abatimiento con una descripción que redondea aterrizándola en una predecible comparación con el martirologio de Galán el Comunero..."exhibieron el cuerpo despedazado de Raúl Reyes. Después recogieron exultantes la mano arrancada a Iván Ríos. Rugieron orgullosos más tarde cuando con toneladas de bombas quitaron la vida al Mono. Ahora, llorando de felicidad, dan el parte ensangrentado sobre Alfonso. Macabro rostro el de esa bella democracia". Al lamentar las muertes de quienes ordenaron secuestros, muertes, extorsiones, y el bombardeo de un club llenos de niños e inocentes, el efecto emocional de su prosa decae, pero en todo caso su "discurso" nunca deja de ser argumental y deja ver el perfil humanizado de un hombre al que le afecta la muerte de sus colegas y amigos, pero sobretodo que acusa los duros golpes a la organización que ha sido su causa de vida.

Confieso que este Timoleón Jiménez no es el que me esperaba y a juzgar por el primer síntoma, ejercerá su liderazgo con inteligencia emocional, ubicándose lejos de los dogmatismos de Cano y del guerrerismo simplón de Jojoy. Su versatilidad retórica logra ser casi dialéctica cuando divaga en abstracciones y contradicciones filosóficas, como si en vez de estarle escribiendo al establecimiento, pensara en voz alta para darse a conocer. Eso, lo aparta del estilo desvencijado e incomprensible de esa guerrilla, que se deshilachó en concepciones arcaicas, gritadas mediante tal barbarie e intransigencia, que les enclaustró en los mismos pretextos discursivos de quienes el resto del mundo llama simplemente "terroristas". Por eso, aquí también se les dice así.

Pero este hombre que habló como jefe por primera vez, al menos hoy, no habló como ellos, habló como un político y se expresó con la polivalencia de quien calcula sus palabras y sabe que pueden ser usadas como munición de guerra o cemento para reparar desencuentros.

Creo que a Timochenko no se le puede creer todo ingenuamente, por un simple cambio de estilo. En la práctica ha sido un terrorista, y la estrategia de los bandidos consiste en desinformar para atacar. Si yo fuera él y tuviera verdadera voluntad de paz, primero que todo no cedería el protagonismo de los gestos a Piedad Córdoba ni a cofradías creadas para hacer prestidigitación política; de ser él me empeñaría en coger el toro por los cuernos bajo el entendido que la vocación es el poder y no la guerra, y que el único camino al poder es la política. Así, tal vez llegaría a la conclusión que el siguiente paso es robustecer su capacidad negociadora; pero no volando soldados y policías a traición en cinco departamentos simultáneamente, sino fortaleciéndose como interlocutor en la política.

Tiene una fórmula fácil, basta devolver a todos los secuestrados sin condiciones ni jugadas a tres bandas. Libertarlos mediante una orden escueta a sus frentes, restaría argumentos a quienes hemos creído que el pulso firme es el único lenguaje eficaz con las Farc. Un viraje podría reencausar esta percepción. Sin perder de vista que la paz no se hace con los simpatizantes sino entre quienes encabezan los disensos.

Reconozco que el aparente nuevo talante, insinúa un liderazgo novedoso. Ojalá su derrotero no sea la guerra, y ojalá sea honesto, porque será difícil volver a empedrar de fe la ruta hacia el diálogo. Parece un sueño desarmar ese aparato destructivo que ha sido la guerrilla. Pero aún desde el mayor radicalismo, se podría pensar en una constituyente que abarque todos los temas y dibuje un nuevo orden. Hay que dar cabida a todos los actores de la guerra armada, pero más que todo, necesitamos catalizar el odio en el que se consume esta sociedad intolerante que necesita sanar, pero no puede, porque primero debe aprender a perdonar.

@sergioaraujoc

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