"Fracasó la guerra contra las drogas", es una de esas afirmaciones de cajón que se repite como un mantra y cuya veracidad es cuestionable. El supuesto fracaso en la política pública que prohibe el consumo y combate la producción de las drogas, es más una falsedad de donde se desprende la tesis, que sostiene que debido a la falta de resultados en esta materia, la solución es la legalización de dichas sustancias. Vamos a examinar con cifras este mito.
Para empezar, es fundamental reflexionar sobre el papel que el Estado debe jugar cuando las políticas públicas no dan los resultados esperados. ¿Debe el Estado claudicar cuando la lucha por solucionar un tema no resulta efectivamente? Podríamos ponernos de acuerdo en que la corrupción es uno de los peores males de la sociedad, y que por mayor que sea la voluntad política de un gobernante de turno por erradicar dicha práctica -aunque pueda tener resultados parciales- la realidad es que este ejercicio ilícito se seguirá ejerciendo. ¿Debe renunciar el Estado a la lucha contra la corrupción por que no ha podido vencerla? Claro que no.
Vamos a otro ejemplo: Podríamos estar de acuerdo en que deseamos vivir en una sociedad segura, en donde podamos caminar tranquilamente por las calles sin miedo a que nos roben o asesinen. Sin embargo, y a pesar de los buenos oficios de un gobierno de turno, en donde al igual que con el ejemplo anterior, puede haber disminución de la inseguridad, la realidad es que este mal seguirá existiendo. Entonces, ¿renuncia el Estado en la lucha contra el robo, el asesinato, el secuestro y la extorsión, sólo por que no ha logrado erradicar del todo estas prácticas? Creería que no.
Podemos hacer extensivo este argumento al tema de las drogas. Sólo por que el Estado colombiano no haya logrado definitivamente derrotar los carteles, grupos armados ilegales, erradicar en su totalidad los cultivos ilícitos y su producción, no debe llevar a la conclusión que la lucha ha sido un fracaso y que por lo tanto la solución, o experimento social, debe ser el de la legalización.
Ahora, vamos a las cifras. ¿Fracasó la lucha antidrogas? Empecemos examinando datos de la DEA (Agencia antidrogas de Estados Unidos) referente a la pureza y precio de la droga exportada a los Estados Unidos hace unos años. La pureza de la cocaína se redujo del 86% en 1998, a 44% en 2008. Como consecuencia de la dificultad para conseguir cocaína de buena calidad en Colombia, el precio de esta sustancia aumentó en un 104,5% durante este mismo periodo.
En su momento, siendo Juan Manuel Santos, Ministro de la Defensa, y con un incremento del 65% del precio, él mismo afirmó: “El aumento en el precio de droga, refleja éxito en la lucha contra el narcotráfico” (Lo pueden buscar en Google, en artículo de El Espectador, 29 octubre 2008”).
En noticias similares, en el año 2012, según cifras publicadas por el gobierno de Estados Unidos, el área cultivada de coca en Colombia se redujo en un 17% y había alcanzado mínimos históricos de producción de cocaína pura, con una reducción del 72% de 2001 a 2011, ubicando así a Colombia por debajo de países como Perú y Bolivia.
Según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) citados por el libro “8 mitos de la legalización de las drogas” (Procuraduría General de la Nación) , en 2001 Colombia tenía 169,800 hectáreas sembradas de coca, en 2012, tenía 78,000.
En 2001, se producía 700 toneladas métricas anuales, en 2012, 175. En 2001, se erradicaba por vía aérea 84,251 hectáreas al año. En 2011, 103,000 (aunque hubo picos como en 2007 en donde se erradicó 148,000 hectáreas). Por vía manual en 2001 se erradicaba, 1,745 hectáreas; en 2012, 30,486 (con pico en 2008 de 95,700). Como se puede ver, el país iba por el camino correcto e iba ganando la batalla contra las drogas.
El terrible estigma que teníamos como el mayor país productor de cocaína del mundo iba desapareciendo. ¿Era ésta una política fracasada?
Examinemos lo que sí podría denominarse una política fallida. Según cifras publicadas por la Casa Blanca, durante 2014 los cultivos de coca crecieron en el país un 39%, comparado sólo con épocas como las del Caguán. Durante este mismo año, los cultivos pasaron de 80.500 hectáreas a 112,000; y la producción se incrementó en un 30%, durante los años 2010-2013.
Así el panorama, y a pesar de la preocupación nacional e internacional por el abrupto cambio de estrategia en la lucha contra las drogas en Colombia. El presidente de la República anuncia la suspensión definitiva del glifosato, quien según el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) es usado en un 9,52% en cultivos ilícitos (en donde será prohibido) y en más del 90% en cultivos lícitos (en donde seguirá siendo legal).
Las cifras pueden cansar un poco, sí, pero es necesario examinarlas para poder afirmar, contrario a la frase de moda, que la lucha contra las drogas, cuando se ha emprendido de manera decidida, con liderazgo y acudiendo a la cooperación internacional, ha sido exitosa. Mientras que lo realmente fallido ha sido el tímido discurso legalizador, que busca alternativas contrarias a una política pública exitosa, y que ahora, a pesar de los malos resultados que ha generado, busca dar un paso más hacia el filo del precipicio, con la suspensión del uso del glifosato; azote de los cultivos ilícitos y temor de los criminales. ¿Gana Colombia o quién gana?
No todo el pasado es malo, quizás sea útil revisarlo y copiar lo que en algún momento funcionó, finalmente este no es un tema de debate filosófico sino de resultados concretos, y quien más gana o pierde son los ciudadanos colombianos, y también los de países consumidores. En últimas seres humanos. La realidad del país, respaldada en algunas de las cifras presentadas, clama por que el gobierno vuelva a enfrentar el flagelo de las drogas con decisión, como alguna vez se hizo en Colombia y en donde el mismo presidente, entonces Ministro de la Defensa, estuvo comprometido con esta batalla por el desarrollo del país y el bien común.
Post Scriptum: El gobierno de Colombia debe pronunciarse sobre declaraciones del Fiscal, respecto a propuesta de penas alternativas a la cárcel, para quienes hayan cometido crímenes de lesa humanidad.
@FedericoHoyos