Se llama “cañar” a pretender ganar una partida de poker asustando a los demás con un semblante sombrío, una mirada inescrutable y unas manos firmes, que sostienen sin que nadie lo note, un juego perversamente malo, sin ningún valor.
Con estas condiciones alguien puede llevarse las apuestas, aunque tenga en la mano cartas muy bajas. Basta dominar los nervios y asumir una apariencia que engañe y asuste a quienes poseen un mejor juego. Pero para lograr esto se necesita saber cañar o engañar o hacer trampa o en casos extremos, cuando todo está perdido y los contendores nos han pillado en la mentira, queda el recurso de la pelea, levantarse de la mesa abruptamente acusando a los otros de tramposos, tirar todo al suelo, de tal manera que nadie pueda constatar cual era el juego de cada quien y sacar un arma como en la viejas películas de cowboys, eso si armas de esas “no letales” que con un corrientazo dejan al opositor tendido en el suelo.
Nos habían dicho que el presidente Santos es un buen jugador de poker pero en esta coyuntura se vio que no. “Se asusta”, sentenció su primo que lo conoce bien. ¿Será que si alguna vez ganó, fue con ayuda, cartas marcadas o porque los contendores eran peores jugadores que él?
Con la partida sobre Educación, el juego fue bien distinto y Santos se rajó. Primero anunció con bombos y platillos que en la mesa de poker lo representaría una jugadora de primera, la Ministra de Educación, María Fernanda Campo. Indudablemente la Ministra sabe jugar, pero no en esta mesa, sino en otras como la de los negocios, la de finanzas o la del TLC.
Esta fue la primera apuesta equivocada de Santos. Pero como no quiso dar su brazo a torcer, sino que pretendió seguir cañando, subió las apuestas y anunció que presentaría una Reforma a la Educación Superior, reforma que a su vez reformaba la reforma que ya venía del gobierno anterior y que era tan mala como esta.
Y cuando la mano se estaba perdiendo, lanzó su penúltima apuesta: Si ustedes vuelven a las aulas y dejan de molestar en las calles, retiro el juego (Como quien dice paso en esta mano, pero me reservo para la siguiente).
Los estudiantes lo pillaron, vieron el nerviosismo en sus ojos, había dado una rapidísima mirada buscando a quien culpar de tan mal juego y la única a su alrededor era María Fernanda que en ese momento se agachó a recoger unas fichas, movimiento oportuno para que el dueño de la mesa no la sacara del salón. Como decía, los estudiantes lo pillaron, se dieron cuenta de que no tenía nada, ni conceptos claros sobre lo que se estaba jugando, ni fuerza para electrocutar a nadie, ni convicción. Solo tenía el poder de ser el dueño de la mesa, pero con esto no se ganan las partidas, entonces se envalentonaron, se quedaron en la calle para presionar al jugador mayor, que en su última jugada bajó las cartas y entregó la mano.
Y lo lograron. Se cayó la reformita educativa, sin siquiera haberse discutido. ¡Enhorabuena! Ahora si debe empezar la verdadera partida, con buenos jugadores, que dominen el tema, que tengan visión de futuro, que comprendan el papel de la educación en nuestro desarrollo y sobre todo que le den la importancia debida, sin cañar. Esto no es un juego de poker, es la construcción de una sociedad más equitativa y democrática.
Eso si, al Presidente hay que abonarle que no se dejó aconsejar de sus antiguos compañeros de mesa, como su primo Pachito por ejemplo, que tampoco sabe jugar pero aprendió mañas en la partida anterior y quería que Juan Manuel se levantara con un voltios en la mano y dejara privada a la educación.
Jugando póquer
Mar, 15/11/2011 - 00:00
Se llama “cañar” a pretender ganar una partida de poker asustando a los demás con un semblante sombrío, una mirada inescrutable y unas manos firmes, que sostienen sin que nadie lo note, un jueg