La batalla de los Churros

Dom, 24/12/2017 - 07:06
La batalla final en la contienda por la presidencia en Colombia va a terminar en cabeza de dos churros, como llaman las bogotanas a los hombres bien parecidos. Sergio Fajardo, que con su look a su man
La batalla final en la contienda por la presidencia en Colombia va a terminar en cabeza de dos churros, como llaman las bogotanas a los hombres bien parecidos. Sergio Fajardo, que con su look a su manera y despelucado, entre informal y casual, ha logrado seducir a más de una escéptica en política y cautivar a muchas de las decepcionadas de los mismos con las mismas; e Iván Duque, quien con su juvenil aspecto de hombre bien puesto y apuesto, sereno y contundente, ha logrado desprevenir a más de una antiuribista y conquistar una que otra “progre”. Además de haberse metido en el corazón de aquellas que se sienten traicionadas con la palabra de hombre que encarnó el presidente Juan Manuel Santos. En un país donde se echa de menos lo políticamente correcto o las buenas prácticas para la gobernanza y la ética de lo público es un bien escaso, se ha puesto interesante el debate electoral no sólo por la urgencia de una perspectiva ética sino por el imperativo de confiabilidad estética. Si el problema principal para los colombianos es la lucha contra la corrupción el tema subsiguiente es quién genera la confianza para enfrentar este flagelo que ha llegado a sus máximos niveles de putrefacción. Hoy la ciudadanía siente que requiere algo más que suerte y pulso para identificar la condición de sus candidatos a partir de mirar sus almas. Y cada vez más toma sentido la idea sobre la mujer del César, según la cual el quid del asunto no es sólo ser sino parecer. Pero si Dios sabe cómo hace sus cosas y el Sagrado Corazón de Jesús confía en vosotras, parece que quieren que los males de Colombia no duren 100 años. Por eso providencialmente los dos punteros en las encuestas son Sergio Fajardo e Iván Duque, quienes no sólo tienen mayor impacto porque reflejan un espíritu renovador, el uno desde lo que se llamaría decentemente la centro izquierda y el otro desde lo que se denominaría moderadamente la centro derecha, sino que además son los más bien plantados, como dirían las señoras. Es decir los más churros. Que para muchas y desde luego para muchos se han ganado las simpatías como los mejores en temas de eficacia y de eficiencia pero sobre todo en materia de transparencia. Y sin querer banalizar el debate esta percepción no resulta de poca monta si se tiene en cuenta que el voto femenino va a ser el determinante en esta coyuntura crítica. Y que no salgan las feministas a maldecir esta observación, la cual no pretende sugerir que las mujeres votan por la apariencia y no por la esencia, como proponen Los Atercipelados, sino que al contrario el criterio femenino en la situación actual será el voto inteligente. No el de la inteligencia masculina que se centraría en la calculadora apuesta al ganador sino el de la inteligencia femenina y su capacidad intuitiva para descifrar quién miente, quién tiene buenas intenciones pero fundamentalmente quién tiene los pantalones para enfrentar la escalada de descomposición pública tan macha. Si las encuestas se equivocan las emociones casi siempre aciertan. No se necesita ser muy olfativo para sentir que la patanería de Germán Vargas Lleras expuesta palmariamente en el coscorrón a su guardaespaldas no sólo refleja ese talante de aristócrata feudal en decadencia sino que deja ver que su alma no anda bien. Por eso si alguna vez pareció churro puede haberle sucedido lo del afiche del cacharrito que dice “yo también fui último modelo” y todo indica que se le ha pasado su cuarto de hora. Hoy sus cuestionables alianzas y su papada lo muestran como típico politiquero de los que ya no quieren los ciudadanos y mucho menos las ciudadanas, cuyo sexto sentido lo ha puesto entre los antipáticos y machotes, de esos que ya entre las mujeres no inspiran ni un mal pensamiento. La verdad es que la presencia ha sido importante muchas veces en la tragicomedia colombiana. No se puede ignorar incluso que parte de la buena imagen del lider del M19, Carlos Pizarro, se la construyeron sus fans al bautizarlo “comandante papito”. O cómo negar que si alguna simpatía logró despertar el mismísimo jefe paramilitar Carlos Castaño al aparecer en televisión fue gracias a que a muchas les pareció churrísimo. O alguien se imagina que Andrés Pastrana hubiera contado con la suerte de ser alcalde y luego presidente si no le hubiera parecido a las señoras de la época un churrazo. O acaso se puede descartar que la pinta de Luis Carlos Galán resultó un ingrediente fundamental para que su postura moral en la lucha contra las costumbres políticas hubiera tenido la acogida que adquirió. Y dado que las mujeres por naturaleza son más sensibles han sido las primeras en demarcarse del discurso ilustrado y de su legitimación racional. Ellas han adoptado más facilmente las teorías del fin de los metarrelatos y la obsolescencia de las ideologías La reivindicación de lo emocional, lo espontáneo, lo simbólico, lo subjetivo y lo intuitivo y la revaluación de la lógica objetiva y formal y del énfasis en la racionalidad trascendental ha puesto los ojos femeninos en los candidatos que reflejan una mayor sensibilidad. Razón por la que el candidato progresista Gustavo Petro no queda tan bien parado ante el voto femenino con su discurso racionalista y su postura ideologizante, a pesar de tener una visión radical contra la corrupción. Su exceso de mamertismo le resta sex appeal. Esta perspectiva femenina de regresar al ser humano soñador, de reconstruir el conocimiento a partir de la sensibilidad y de observar el mundo desde de la belleza natural que los racionalistas habían negado se ha impuesto cada vez más en el mundo moderno. Esa apuesta por una visión con múltiples puntos de alineación que prefieren buscar la pluraridad y cultivar la magia de la ambigüedad es una nueva forma de pensar que surge de una nueva forma de sentir, de observar y contemplar. Es esta dimensión estética la que ha generado una poderosa relación interretroactiva con la ética y la que promete un norte diferente. Con esta fusión ético-estética emerge una significativa participacion femenina que demanda una estructura multidimensional, pluricultural e incluyente. Esta visión casi artística de la política y que intuitivamente parece traslaparse a la organización, la gestión y la administración de lo público hace que el aspecto físico termine por ser una variable sustancial a la hora de sentir al candidato y es lo que ha puesto un dinamizador lúdico a la contienda electoral. Las empatías femeninas comandan y eso se refleja en los niveles de acogida a los bien parecidos. Y aunque algunos hombres las prefieren gritonas tipo Paloma Valencia o escandalosas como Claudia López, ellos no son líderes en sus casas cuando la mujer participa en política. Y en temas de conductas ellas saben que el empaque muestra el contenido. Que existe una profunda ligazón entre la estética y la ética y que por el equipaje se conoce al pasajero.
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