La confianza en la paz, más allá de la confidencialidad

Mar, 01/10/2013 - 08:01
De manera frívola, algunos críticos, analistas y dirigentes políticos, han venido evaluando el proceso de paz que se adelanta en La Habana entre el Gobierno de Colombia y las Farc, tan trascendenta
De manera frívola, algunos críticos, analistas y dirigentes políticos, han venido evaluando el proceso de paz que se adelanta en La Habana entre el Gobierno de Colombia y las Farc, tan trascendental en este momento para el país. Con el argumento de los afanes preelectorales o con una mirada que tiende a trivializar este gran paso, se minimizan los alcances de los acuerdos a los que se han llegado y se subestiman las dificultades que deben ser sorteadas cada día en una mesa de negociaciones. Es de esperar que en este proceso de conversaciones no solo se presenten diferencias, sino abiertas contradicciones sobre la agenda establecida y sobre diversos asuntos en materia política y de procedimiento dentro de las mismas negociaciones. Por ejemplo, ante algunas propuestas planteadas por una de las partes, en este caso las Farc, se han lanzado numerosas críticas apresuradas que provienen de un prejuicio con relación al objetivo de la mesa de diálogo. Es precisamente esa la finalidad que se persigue al sentar a los equipos negociadores de ambas partes: que se hagan propuestas de lado y lado, y que se llegue a un acuerdo sobre las mismas. Se podrá estar de acuerdo o no, con que las Farc presenten propuestas, pero ese es el fin del escenario creado para buscar la paz. También es claro que en el proceso se pactó un acuerdo de confidencialidad, pero no se puede negar que éste también es un proceso de carácter público. En ese sentido, pese a las limitaciones que impone la confidencialidad en ciertos asuntos, hay materias que se han tratado en la mesa y que no se pueden, ni se podrán escapar al debate nacional, dado que atañen a la esencia del conflicto bélico. No obstante, la dificultad mayor de este proceso proviene de otro asunto que no son las propuestas o la confidencialidad: es la decisión que tomaron las partes de realizar las conversaciones en medio del conflicto armado. El gobierno ha rechazado la posibilidad de que se produzca un cese bilateral de las hostilidades en medio de los diálogos, y esto es hasta cierto punto comprensible pues, si se pactara un cese de hostilidades a partir del momento en el que comienzan los diálogos, como lo han expresado con razón voces expertas, buena parte de los esfuerzos tendrían que ir dirigidos, no a buscar el acuerdo de la terminación del conflicto, sino a verificar el cumplimiento de esa tregua o compromiso. No obstante, si la gente no constata que de manera paralela al avance de la agenda de las conversaciones de paz, hay una disminución en la intensidad del conflicto armado, se impone un ambiente de escepticismo, abonado por los anteriores fracasos o intentos fallidos de acuerdos. Así será muy difícil que se fortalezca la confianza en este proceso. Una salida posible a esa dificultad mayor es que el gobierno y la guerrilla pacten de manera paralela a las conversaciones, acciones humanitarias concretas de disminución paulatina de las hostilidades, que lleven a crear un ambiente de confianza. Estas, aunque no significan el cese definitivo de las acciones militares, pueden evitar la pérdida de vidas y la destrucción de los entornos de las comunidades vulnerables.  Se podrían considerar medidas como la disminución de los bombardeos por parte de las fuerzas militares, la suspensión de la siembra de minas antipersonal o que la guerrilla entregue información sobre campos minados y sobre las personas que estén en su poder, revisar la situación de los presos de la guerrilla sin violentar derecho igualdad de la población carcelaria, y dar una sepultura digna a los caídos en combate de ambas partes, de los cuales no se conoce su paradero. Para avanzar en ese propósito de desmonte gradual del conflicto, es necesario diseñar un plan y es imprescindible que dichas acciones de carácter humanitario se hagan públicas de forma oportuna, y sean objeto de verificación por parte de una entidad acordada entre las partes que ofrezca garantías de total independencia y objetividad. El resultado de esas acciones sería altamente benéfico, no solo para ganar confianza entre las partes sino también para que la sociedad colombiana observe que el proceso de paz no consiste únicamente en unos diálogos, sino en hechos verificables que pueden hacer posible una terminación real del conflicto armado.
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