Santos, sus escasos santistas y algunos congresistas quieren hacernos tragar el cuento de la voluntad de paz de las FARC y que la paz es lo primero, aunque se escriba con sangre. Esto, o es pendejismo, o es complicidad criminal.
La suspensión de los diálogos por el secuestro del general Rubén Darío Alzate, no es definitiva, sino condicional, porque la soberbia impide a Santos reconocer que su alianza con delincuentes es un fracaso, y buscará reiniciarlos, pese a que luego de dos años los únicos resultados sean 25 personas secuestradas, 362 civiles heridos y 104 muertos; 702 uniformados heridos y 635 asesinados, 596 minas quiebrapatas que mutilaron niños, mujeres y adultos, sin contar incendios a vehículos, extorsiones y atentados a la infraestructura nacional, según informes de la senadora Paola Holguín y de País Libre.
¿Qué más muestras quieren los santistas para entender que los procesos de negociación son una de las estrategias de las FARC contra la paz? Los utilizan para rearmarse y reclutar milicianos, muchos de ellos niños; son parte de su plan de combinar todas las formas de lucha para llegar al poder, incluyendo el engaño, la farsa, la simulación, el secuestro y el asesinato. Los pendejos somos otros.
Lo han demostrado cada vez que hay diálogo. En 1982 el M19 se acogió a la amnistía de Belisario, y luego se tomó el Palacio de Justicia; en 1992 Gaviria terminó las negociaciones en Tlaxcala, por el secuestro y muerte de Argelino Durán Quintero; en 2002 Pastrana las finalizó cuando la zona de distensión fue convertida en campo de concentración para secuestrados y centro de reclutamiento de menores. Desde allí se planificó el secuestro de Jorge Gechen.
Perder un general es como perder una batalla para los soldados, máxime si están confundidos y desmoralizados por la persecución del Fiscal, y porque se sienten derrotados por su mismísimo comandante, que elevó a los terroristas al nivel de combatientes, los sentó en opípara mesa para negociarles el país, y le propinó al ejército una humillación con alto contenido simbólico, al poner firmes a uno de sus generales mientras sonaba el himno de la guerrilla.
Santos mantiene una doble y astuta postura. Despilfarra por un lado, billones de pesos en auto bombo y en mantener con lujo a la cúpula de las FARC, y por el otro nos advierte que el país no tiene plata, que debemos pagar más impuestos y apretarnos el cinturón. “Hacer sacrificios por la paz”.
Viaja por Europa pidiendo plata regalada para el posconflicto, que no invertirá en los campesinos pobres, sino en garantizar casa, beca y empleo a los desmovilizados de las FARC, que según la Revista Forbes del 11 de noviembre reciben ingresos aproximados a los cien mil millones de pesos al mes, y son uno de los grupos terroristas más ricos del mundo.
Regaña paternalmente a las FARC por cada crimen, y con dureza al ejército porque no captura a los criminales, pero al tiempo les esconde los guerrilleros y los traslada a Cuba, mientras los soldados siguen buscándolos entre la selva.
Busca apoyo en Obama, pero al mismo tiempo funge de socialista, procastrista y prochavista en la ONU y envía a su canciller a abrazar líderes al medio oriente, históricamente contrarios a nuestra forma de ver el mundo. Pronto veremos burkas y musulmanes apaleando sus mujeres en la calle.
Abiertamente tendenciosa la manera como divulgaron el secuestro en Caracol, RCN, BLU Radio, Semana, El Tiempo, El Espectador, La W, sugiriendo auto secuestro, papayazo, imprudencia y violaciones al protocolo; olvidando que la gravedad estriba en el delito del secuestro. Justificarlo con sofismas es pernicioso y perverso. Caracol dio mucho espacio a exguerrilleros, víctimas aleccionadas y oficialistas venezolanos que afirmaron que “lo del general no es secuestro sino retención de combatiente”. Por fortuna las redes sociales, blogueros y twiteros, asumieron la información, y suplieron la ausencia de credibilidad de los medios tradicionales.
Muy grave que el presidente culpe al secuestrado y no a los secuestradores, por penetrar en zonas rojas, que los colombianos no sabíamos que existían, ni cuáles son, ni dónde están. Suponíamos que el país era de todos, como cuando había Seguridad Democrática. En nuestra Colombia de Ripley la culpa de una violación es de la minifalda, la de un robo, es del robado y la de un asesinato, es del muerto.
Liberado el oficial, que debe ser pronto, deberá dilucidar los motivos que tuvo para llegar al corregimiento de Las Mercedes, de civil, y sin escoltas. Se supone que Inteligencia Militar lo tenía informado de los movimientos de la guerrilla. ¿O es que el allanamiento del Fiscal Montealegre a las oficinas de Inteligencia Militar los traumó al punto que hizo ineficaz la Inteligencia Militar? Nada de raro tiene. Espiar a la delincuencia es ahora delito.
No deja de ser curioso, por otra parte, que tanto el presidente como el Ministro de Defensa acudan a la Cruz Roja Internacional para que interceda por la liberación del general. ¿Es que acaso no están sentados en La Habana con los jefes de las FARC? ¿No hablan Márquez y De la Calle, de tú a tú todos los días en Cuba? ¿Por qué se acude a un tercero, si tienen a los secuestradores a su lado? ¿O es que alguien sabe lo que no nos dicen, que la cúpula de la guerrilla no tiene autoridad para ordenar a los frentes 34 o 57 la liberación del general, porque no la obedecen?
La única opción de las FARC es liberar inmediatamente al general Alzate, lo contrario les desenmascara la falta de mando y de coordinación sobre sus milicianos, y develará la burda patraña que hemos denunciado, que el gobierno negocia el acuerdo con personas sin potestad para parar la guerra y que la famosa paz será firmada en el cuadrito de un rollo de papel higiénico.
@mariojpachecog
La paz en guerra por un general secuestrado
Mar, 18/11/2014 - 09:51
Santos, sus escasos santistas y algunos congresistas quieren hacernos tragar el cuento de la voluntad de paz de las FARC y que la paz es lo primero, aunque se escriba con sangre. Esto, o es pendejismo