Largo y ancho

Vie, 04/11/2011 - 00:01
Este es un país en dos dimensiones: largo y ancho. Tan cierta es esta realidad que una frase utilizada con frecuencia por los colombianos cuando quieren ponderar una s

Este es un país en dos dimensiones: largo y ancho. Tan cierta es esta realidad que una frase utilizada con frecuencia por los colombianos cuando quieren ponderar una situación es la siguiente: “la cosa tiene tanto de largo como de ancho”.  ¿Y el fondo? La tercera dimensión terrenal queda en el más absoluto olvido. Es como si no existiera, como si la profundidad no fuese importante. Por eso escuchamos todos los días tantos conceptos simplistas que reducen la complejidad a frases de cajón. Es difícil abordar la realidad cuando se mira el mundo sólo en dos dimensiones.

Varios ejemplos permiten ilustrar este fenómeno. Con mucha frecuencia se pide que el gobierno otorgue subsidios a los pobres, los agricultores, las víctimas de los paramilitares, los golpeados por el invierno, los que invirtieron en las pirámides y la lista resulta interminable. Se justifican de manera impecable las razones por las cuales hay que otorgar las ayudas. Hasta aquí lo largo y lo ancho. Pero nunca se toca el fondo del asunto. No nos preguntamos de dónde saldrá el dinero para el subsidio, quién pagará por el programa, cuánto tiempo estará vigente y si realmente los beneficiados requieren ese apoyo. La tercera dimensión, la del análisis de profundidad no nos interesa. El que hace las preguntas de fondo sobre la razonabilidad de un subsidio no tiene consciencia social y no entiende el sufrimiento de los afectados, punto final.

Otro buen ejemplo de lo largo y ancho es el tema impositivo. “Los ricos deben pagar más impuestos”, afirma la letanía populista. Pero las preguntas de fondo sobre el impacto del impuesto sobre el crecimiento, el emprendimiento o la redistribución real del ingreso nunca se plantean. A nadie le importa si el impuesto realmente será pagado por los ricos, si es fácil de evadir o si puede traer efectos benéficos o perjudiciales para el conjunto de la sociedad. Lo único que importa es que los ricos deben pagar pues de lo contrario uno es tildado de oligarca sin consciencia social. No se hable más.

En dos dimensiones son también muchos de los debates políticos. El proyecto de ley de educación genera innumerables marchas y protestas. Partimos del supuesto que la educación pública financiada por el presupuesto es “buena” y la privada es “mala”. Largo y ancho de un asunto muy complejo y prioritario para el país. Ni una palabra sobre el fondo que tiene que ver con la pobre calidad de la investigación académica tanto en la universidad pública como en la privada. Nada sobre la modernización de las metodologías docentes, la decadencia del bachillerato, la ausencia de bilingüismo o sobre el desempleo de los profesionales. El que propone que hablemos de este tema es por definición un neoliberal privatizador. Fin del asunto.

A este país le falta profundidad. Como dice el inolvidable Miguel Santamaría Dávila, “somos un país de afinadores de tiple”. Nos quedamos en las ramas, en lo superficial y lo anecdótico. Nos gustan los chismes, los resúmenes, los subtítulos, los eslóganes, los pantalleros  y  las apariencias.

representante@miguelgomezmartinez.com

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