En días pasados las redes sociales se agitaron con la historia de una modelo colombiana que fue invitada por el padre de su hija a México, en donde descubrió que la invitación se había hecho con el interés de arrebatarle la niña.
El intento contó además con la anuencia de los jueces de ese país.
Redes y medios de comunicación convocaron a la solidaridad y la movilización social, de manera tal que la historia tuvo un final feliz.
En los días subsiguientes y como si fuera un libreto repetido, la historia apareció de nuevo con otras protagonistas en las ciudades de Buenos Aires y en Panamá.
Unos papás muy machos, unos jueces e inspectores muy machos, hacen caso omiso de toda la legislación existente, recurren a los argumentos de la fuerza y pretenden imponer su voluntad en contravía de la razón. Se asumen inmunes, erguidos sobre su supuesta superioridad, consideran que el mundo femenino debe rendirse a sus pies.
Es la lógica patriarcal sobre la que se construyen las violencias basadas en género y todo el problema de la inequidad con las mujeres. A más atrasado el país, más dramático el fenómeno. Ciertamente la inequidad de género es un indicador del grado de desarrollo.
Creo que una de las experiencias más notables de los procesos de transformación que empezaron a hacerse evidentes en Medellín hace diez años, se expresa en la creación de la Secretaría de la Mujer, que permite la construcción y desarrollo de una política pública de equidad de género. Se cuentan con los dedos de la mano las ciudades que abordan esta institucionalización de la política pública a través de una Secretaría.
Desde luego la sola creación de la Secretaría de la Mujer no garantiza que la equidad de género se entronice, o que desaparezcan de ipso facto las violencias basadas en género, pero sí sienta un precedente importante.
Colombia tiene una abundante legislación que, en teoría, defiende la equidad, y ha suscrito todos los acuerdos internacionales existentes en este sentido. Todo ello es lo más parecido a letra muerta.
Cuando una mujer se acerca a la inspección de policía o al juez para denunciar los abusos de su marido, es común que el funcionario, un macho mero macho, le replique que ella se lo buscó o que acepte con resignación el castigo porque “ella es responsable de mantener la unidad de la pareja y salvaguardar la sobrevivencia de la institución familiar”. Deje así, es la frase recurrente.
El relato patriarcal y el desafuero del machismo habita en el territorio de las ideas, de las creencias. Es necesario abordarlo desde múltiples frentes, propiciar discusiones, rebatirlo. La tendencia política que las defiende y potencia sus capacidades es indudable. Es una fuerza de la economía y la política. Sin embargo, el cambio cultural, la historia que tienen adentro los niños y niñas que apenas comienzan la primaria debe comenzar de inmediato.
@davidescobara
Las mechas y los machos
Mié, 13/03/2013 - 01:01
En días pasados las redes sociales se agitaron con la historia de una modelo colombiana que fue invitada por el padre de su hija a México, en donde descubrió que la invitación se había hecho con