LO BUENO FUNCIONA
Philip Kotler, David Hessekiel y Nancy R. Lee
Editorial Lid
Bogotá, 1 edición, 2013
La Tierra es plana. Así lo sugiere Thomas L. Friedman cuando analiza los devenires que han sucedido al final del siglo XX y los albores de este siglo XXI. Esta época en la cual vivimos está caracterizada por una penetración impresionante de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones –TIC- que permiten a los ciudadanos de cualquier latitud estar informados al instante de los acontecimientos que suceden a lo largo y ancho del planeta.
En ese contexto, también por vía de las redes sociales el diálogo, la convocatoria, la defensa de una idea, tiene en consecuencia un canal expedito para la motivación, la congratulación o la controversia.
El ciudadano actual no es un agente pasivo de su historia, sino que cada día más es consciente de sus derechos y por ende, los exige. Es un actor participante que se involucra en temas diversos desde la exigencia de sus derechos políticos, hasta las cuestiones sociales, ambientales, éticas, culturales, por mencionar algunas.
En este mundo nuevo, multicultural, globalizado económicamente, las empresas no pueden estar ajenas a las exigencias ciudadanas, que parten no solamente de su papel de consumidoras de bienes y servicios que dichas empresas ofrecen, sino que esperan de ellas compartir los valores que las mismas obtienen por virtud de su actividad.
Si bien es absolutamente indispensable que las empresas tengan estructuras que permitan seguir actuantes en un mundo de competencia y mayores exigencias, la forma de hacer negocios ya no puede estar circunscrita a los dividendos económicos a repartir entre sus propietarios cada año, sino que además debe incluir acciones afirmativas entre sus trabajadores, consumidores, comunidades del entorno y medio ambiente, dentro de un marco de gobierno corporativo basado en la ética y el respeto.
La sostenibilidad entendida como el equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental se convierte en la premisa esencial del desarrollo empresarial; logrando ese equilibrio se apunta hacia la equidad social, la viabilidad del negocio y la compatibilidad ambiental.
Por supuesto, no se trata de que ahora sean las empresas quienes reemplacen a los gobiernos en el cumplimiento de objetivos de política pública para lograr que los gobernados cuenten con mejores condiciones y oportunidades para alcanzar un desarrollo sostenido y equitativo. Se trata más bien, de un complemento en la medida de las posibilidades para afianzar las políticas públicas de bienestar.
Ahora, el escrutinio público es mayor y las exigencias son más claras y concretas para las empresas. Y éstas, no pueden enfrentar estas nuevas realidades con maquillaje, sino deben actuar bajo principios éticos y un compromiso efectivo, no solamente con sus propietarios, sino con los demás grupos de interés. Si bien todavía lo económico tiende a ser un factor de decisión para el consumidor, es claro que hay un cambio en su forma de pensar y también se comienzan a privilegiar otros elementos relacionados con la forma en la cual la empresa trabaja, su relación con la comunidad, sus procesos medioambientales y sus acciones de gobierno corporativo.
En este siglo de derechos, hay un aspecto que está sobresaliendo y es la afirmación de ideales universales en cuanto a promoción de respeto de derechos humanos, trabajo digno, protección al medio ambiente y lucha frontal contra la corrupción. El Pacto Global de las Naciones Unidas, la iniciativa más grande a nivel mundial en aras de estos ideales, busca consolidar a través de principios básicos el establecimiento de modelos de gestión para que las empresas y organizaciones puedan complementar la acción estatal.
El ser humano continuamente está aprendiendo; una gran parte de la formación está regida por el ejemplo y la imitación; de hecho, el tono de la voz y el idioma con sus matices que sirven de vehículo de información y comunicación, inicialmente es producto de escucha y repetición.
Por tal motivo, conocer lo que hacen otros, aprender de sus éxitos y fracasos, hacer las adaptaciones según las circunstancias locales, es un poderoso instrumento de influencia y propuesta. Cada vez más la conciencia social y ambiental de la ciudadanía busca respuestas a sus inquietudes; se espera de los otros acciones buenas para que sirvan de referencia y modelo para los demás. En este “mundo aplanado” el ideal universal de “hacer las cosas bien” está convirtiéndose en una verdadera “epidemia social positiva”.
En ese orden de ideas, la presentación de casos de diferentes empresas en todos los sectores de la economía que apunten al propósito de hacer bien las cosas, no solamente desde el punto de vista lógico del producto o bien que proveen, sino de su relación con los demás grupos de interés, adquiere importancia capital.
En muchas ocasiones los pioneros tienen que enfrentar las dificultades para que otros avancen por una senda segura. En la Responsabilidad Social Corporativa –RSC- esta premisa adquiere una relevancia especial. Siempre es más sencillo mantener un statu quo que atreverse y correr el riesgo.
Sin lugar a dudas, los casos que con rigor científico y con estructura sistémica se presentan en este libro y que recogen no solamente la experiencia de empresas de varias partes del mundo y, como novedad, de importantes empresas colombianas, son ejemplos que el lector puede tomar como guía eficaz para avanzar en la gestión de su camino en la RSC, sin perder el foco del sentido empresarial. Ahí está la verdadera diferencia; no se trata simplemente de una acción momentánea de un apoyo en particular, sino de una verdadera estrategia gerencial, que termina siendo un verdadero “gana-gana” para todos los actores involucrados.
Sin duda LO BUENO FUNCIONA empresarialmente. No se trata simplemente de hacer lo mínimo necesario sino lo máximo posible; así lo demuestran con prolijidad los autores y la invitación es a seguir estos ejemplos.
Los autores, quienes no merecen presentación porque ya tienen bien ganado su prestigio y reconocimiento, brindan en esta publicación totalmente actualizada y vigente, todo su conocimiento y experticia para lograr que haya un verdadero cambio en el conglomerado empresarial frente a la RSC.
El Pacto Global de las Naciones Unidas en general y la Red Colombiana en particular, se congratulan porque sus ideas de consolidar los derechos universales se ven reflejadas claramente en estos casos.
LO BUENO FUNCIONA
Philip Kotler, David Hessekiel y Nancy R. Lee
Editorial Lid
Bogotá, 1 edición, 2013
La Tierra es plana. Así lo sugiere Thomas L. Friedman cuando analiza los devenires que han sucedido al final del siglo XX y los albores de este siglo XXI. Esta época en la cual vivimos está caracterizada por una penetración impresionante de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones –TIC- que permiten a los ciudadanos de cualquier latitud estar informados al instante de los acontecimientos que suceden a lo largo y ancho del planeta.
En ese contexto, también por vía de las redes sociales el diálogo, la convocatoria, la defensa de una idea, tiene en consecuencia un canal expedito para la motivación, la congratulación o la controversia.
El ciudadano actual no es un agente pasivo de su historia, sino que cada día más es consciente de sus derechos y por ende, los exige. Es un actor participante que se involucra en temas diversos desde la exigencia de sus derechos políticos, hasta las cuestiones sociales, ambientales, éticas, culturales, por mencionar algunas.
En este mundo nuevo, multicultural, globalizado económicamente, las empresas no pueden estar ajenas a las exigencias ciudadanas, que parten no solamente de su papel de consumidoras de bienes y servicios que dichas empresas ofrecen, sino que esperan de ellas compartir los valores que las mismas obtienen por virtud de su actividad.
Si bien es absolutamente indispensable que las empresas tengan estructuras que permitan seguir actuantes en un mundo de competencia y mayores exigencias, la forma de hacer negocios ya no puede estar circunscrita a los dividendos económicos a repartir entre sus propietarios cada año, sino que además debe incluir acciones afirmativas entre sus trabajadores, consumidores, comunidades del entorno y medio ambiente, dentro de un marco de gobierno corporativo basado en la ética y el respeto.
La sostenibilidad entendida como el equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental se convierte en la premisa esencial del desarrollo empresarial; logrando ese equilibrio se apunta hacia la equidad social, la viabilidad del negocio y la compatibilidad ambiental.
Por supuesto, no se trata de que ahora sean las empresas quienes reemplacen a los gobiernos en el cumplimiento de objetivos de política pública para lograr que los gobernados cuenten con mejores condiciones y oportunidades para alcanzar un desarrollo sostenido y equitativo. Se trata más bien, de un complemento en la medida de las posibilidades para afianzar las políticas públicas de bienestar.
Ahora, el escrutinio público es mayor y las exigencias son más claras y concretas para las empresas. Y éstas, no pueden enfrentar estas nuevas realidades con maquillaje, sino deben actuar bajo principios éticos y un compromiso efectivo, no solamente con sus propietarios, sino con los demás grupos de interés. Si bien todavía lo económico tiende a ser un factor de decisión para el consumidor, es claro que hay un cambio en su forma de pensar y también se comienzan a privilegiar otros elementos relacionados con la forma en la cual la empresa trabaja, su relación con la comunidad, sus procesos medioambientales y sus acciones de gobierno corporativo.
En este siglo de derechos, hay un aspecto que está sobresaliendo y es la afirmación de ideales universales en cuanto a promoción de respeto de derechos humanos, trabajo digno, protección al medio ambiente y lucha frontal contra la corrupción. El Pacto Global de las Naciones Unidas, la iniciativa más grande a nivel mundial en aras de estos ideales, busca consolidar a través de principios básicos el establecimiento de modelos de gestión para que las empresas y organizaciones puedan complementar la acción estatal.
El ser humano continuamente está aprendiendo; una gran parte de la formación está regida por el ejemplo y la imitación; de hecho, el tono de la voz y el idioma con sus matices que sirven de vehículo de información y comunicación, inicialmente es producto de escucha y repetición.
Por tal motivo, conocer lo que hacen otros, aprender de sus éxitos y fracasos, hacer las adaptaciones según las circunstancias locales, es un poderoso instrumento de influencia y propuesta. Cada vez más la conciencia social y ambiental de la ciudadanía busca respuestas a sus inquietudes; se espera de los otros acciones buenas para que sirvan de referencia y modelo para los demás. En este “mundo aplanado” el ideal universal de “hacer las cosas bien” está convirtiéndose en una verdadera “epidemia social positiva”.
En ese orden de ideas, la presentación de casos de diferentes empresas en todos los sectores de la economía que apunten al propósito de hacer bien las cosas, no solamente desde el punto de vista lógico del producto o bien que proveen, sino de su relación con los demás grupos de interés, adquiere importancia capital.
En muchas ocasiones los pioneros tienen que enfrentar las dificultades para que otros avancen por una senda segura. En la Responsabilidad Social Corporativa –RSC- esta premisa adquiere una relevancia especial. Siempre es más sencillo mantener un statu quo que atreverse y correr el riesgo.
Sin lugar a dudas, los casos que con rigor científico y con estructura sistémica se presentan en este libro y que recogen no solamente la experiencia de empresas de varias partes del mundo y, como novedad, de importantes empresas colombianas, son ejemplos que el lector puede tomar como guía eficaz para avanzar en la gestión de su camino en la RSC, sin perder el foco del sentido empresarial. Ahí está la verdadera diferencia; no se trata simplemente de una acción momentánea de un apoyo en particular, sino de una verdadera estrategia gerencial, que termina siendo un verdadero “gana-gana” para todos los actores involucrados.
Sin duda LO BUENO FUNCIONA empresarialmente. No se trata simplemente de hacer lo mínimo necesario sino lo máximo posible; así lo demuestran con prolijidad los autores y la invitación es a seguir estos ejemplos.
Los autores, quienes no merecen presentación porque ya tienen bien ganado su prestigio y reconocimiento, brindan en esta publicación totalmente actualizada y vigente, todo su conocimiento y experticia para lograr que haya un verdadero cambio en el conglomerado empresarial frente a la RSC.
El Pacto Global de las Naciones Unidas en general y la Red Colombiana en particular, se congratulan porque sus ideas de consolidar los derechos universales se ven reflejadas claramente en estos casos.
