Los frutos de trabajar, trabajar, trabajar

Jue, 21/06/2018 - 03:52
Para la transformación del país los colombianos nos la hemos jugado en serio, asumiendo plenamente el presente con la mirada en un futuro venturoso. Al haber elegido a Iván Duque como nuestro presi
Para la transformación del país los colombianos nos la hemos jugado en serio, asumiendo plenamente el presente con la mirada en un futuro venturoso. Al haber elegido a Iván Duque como nuestro presidente tomamos una decisión trascendental que no tiene marcha atrás, la de enfrentar los inaplazables retos con una actitud responsable motivados por un optimismo creciente. El país cambió el domingo. El fantasma del comunismo fue derrotado en las urnas de una manera aplastante. Estuvimos a la altura de nuestro compromiso histórico y enfrentaremos, con el mismo valor con el que hemos hecho oposición a Santos durante sus nefastos años de gobierno, nuestro deber acompañando a Duque en la titánica labor que tiene por delante. Los colombianos no somos de esos que matan el tigre y se asustan con el cuero y menos cuando la derrota infligida al adversario fue tan apabullante. Lo que nuestros hermanos venezolanos han sufrido nos sirvió de alerta aunque ellos no hayan contado con un líder de la dimensión de Álvaro Uribe: un líder que va hasta las últimas consecuencias; un líder cercano a su pueblo; un líder que tiene la fortaleza de no sucumbir a cantos de las sirenas permaneciendo siempre firme; un líder que no da tregua a sus enemigos conociendo los inmensos riesgos que esto acarrea. El antecedente fundamental al gran triunfo del domingo pasado fue el obtenido con el NO en el plebiscito, el que Uribe, con gran maestría, lo supo canalizar hacía un objetivo final: llevar a la presidencia, a través del voto, a quien nos pudiera representar y gobernar de la mejor manera. De dos caminos, el de la resistencia estilo Venezuela y el de acudir a las urnas, optó por el segundo evitando así una confrontación que habría podido desencadenar una guerra civil. Luego de los fraudes a los que estaba acostumbrado Santos, muy al estilo chavista, fue una extraordinaria sorpresa el triunfo del NO. Sin él Colombia estaba perdida. A partir de ahí Uribe, siguiendo una estrategia que solo ahora logramos entender en toda su magnitud, se sentó en la mesa a negociar los acuerdos de entrega del país a las Farc rechazado por el pueblo, sabiendo que Santos se burlaría de lo alcanzado en esa mesa. Y así fue, Juan Manuel Santos Calderón cometió el más atroz acto que pudiera cometer, robarse un plebiscito, afrenta grave a la democracia que no tiene perdón. Se sabía que de una manera u otra Santos haría lo que le viniera en gana. El ánimo conciliador de Uribe no fue una caída en falso; todo lo contrario, fue un paso dado con plena consciencia. Lo ganado en las urnas con el resultado del plebiscito era una garantía de que podíamos derrotar la alianza Santos-FARC en las elecciones presidenciales. Vinieron las elecciones legislativas plagadas de corrupción en las que al Centro Democrático le robaron muchos votos. En esta ocasión Uribe no se ocupó en denunciar el fraude, su mirada estaba puesta en las presidenciales. Ya tenía un candidato de las mejores condiciones: Iván Duque, el joven y brillante senador que se sentaba a su lado en el Congreso. En tiempo record, Uribe ya tenía consolidado el Centro Democrático, un partido político de los que solo se veían en Europa y Estados Unidos, cuando los partidos tradicionales en Colombia estaban en proceso de extinción. Lo que seguía era dar a conocer a Iván Duque para que disputara la presidencia con el que designara Santos y las FARC. Con cerca de cuarenta talleres comunitarios viajó por todo el país acompañando a los cinco precandidatos del Centro Democrático sin demostrar preferencia por alguno de ellos. Era necesario foguear en la plaza pública a Iván Duque pero para eso se requería que fuera en iguales condiciones que sus compañeros. Tal como lo previó Uribe, Duque terminó imponiéndose en unas encuestas que lo dieron como ganador. Pero ahí no paró la cosa, habiendo llegado a acuerdos con dos importantes precandidatos de la oposición, la formula ganadora era la de ir a una consulta y escoger a un único candidato de los del NO que pudiera enfrentar al monstruo de mil cabezas surgido de la alianza Santos-FARC. La Consulta fue una jugada maestra, los resultados demostraron que contábamos con un significativo número de votos que mermaría significativamente el impacto de un posible fraude electoral. Luego del triunfo de Duque en la consulta, Álvaro Uribe tomó prudente distancia para permitir que el candidato brillara con luz propia. Siguió apoyando la candidatura haciendo su propia gira mientras que Iván Duque y su formula vicepresidencial, Martha Lucia Ramírez, fueron conquistando el corazón de toda Colombia. El feliz resultado lo vimos el domingo: Más de diez millones de votos con los que derrotamos el castrochavismo para bien de la región y un país optimista con ganas de trabajar, trabajar, trabajar.
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