Murió “Mara”…el viejo “Mara”. No estaba en este mundo. Flotaba en otro porque el alzheimer lo tenía acorralado. Cuentan que en el entierro de su esposa, aquella dama que dirigió con mano firme la casa-hogar de los jugadores de Millonarios, entró a la iglesia elegante, con sobrero alón que nunca usaba, muy perfumado. Poco habló y ni siquiera se hincó con reverencia en las plegarias al santísimo.
Cuantas charlas con él cuando sentado en un barranco, con una vara en la mano, esperaba la jubilación que se tardaba, enseñando fútbol a los chicos, allá en el norte donde tomaban forma los talentos azules que él y Eduardo Guillo, otro histórico, descubrían. Tantos abrían las orejas. Tantos no escuchaban. ¡Corre! ¡Golpea fuerte! ¡Concéntrate! ¡No le pegues con la punta! ¡Muévete a la izquierda! ¡Métete en el partido! , matizando con recuerdos imborrables su discurso.
Murió “Mara”. El largo, flaco y elegante delantero media punta, zurdo y con llegada. El de la Selección Colombia en Chile 62, que emigró al “ Oro” de México, en el furor de su juventud, recomendado por Caimán Sánchez. El mismo de Nacional, campeón cuatro veces con Millonarios, una vez con Santa Fe, comandante insignia de la ofensiva de Once Caldas y el Tolima.
Maravilla Gamboa. Con registro de lujo en la historia del fútbol colombiano, porque fue uno de los mejores. Paso, por la ingratitud de la memoria, de la idolatría a la pobreza. Rechazado en América, conformó una generación de oro en la Selección Valle del Húngaro Jorge Orth, cuando el fútbol… era fútbol.
Murió “Mara” en la pobreza. Como Senén Mosquera, hace poco, en el olvido. Se marchó a gambetear con Carlos Arango, Mario Klínger y “Cóndor” Valencia en las canchas de la eternidad, ante el todopoderoso.