Minsalud VS. Novartis, ¿quién ganará?

Jue, 19/05/2016 - 15:20
La batalla del ministro de salud para controlar el impacto del gasto en medicamentos apenas comienza, será larga y llena de escaramuzas. La industria farmacéutica es una de las más poderosas y orga
La batalla del ministro de salud para controlar el impacto del gasto en medicamentos apenas comienza, será larga y llena de escaramuzas. La industria farmacéutica es una de las más poderosas y organizadas en el mundo, tiene aliados dentro del país y se ampara jurídicamente en el peso de las patentes. El gobierno tiene a su favor la posibilidad legal de fijar la política farmacéutica, determinar que tecnologías ingresan al país, adelantar la vigilancia y controlar los precios, por lo menos en el corto plazo. Las casas farmacéuticas también tienen argumentos como son la contribución de sus productos de investigación a la mejoría y en muchos casos a la curación de los pacientes y el haber adquirido el derecho de monopolio sobre una molécula.. Algunos países más grandes que Colombia han intentado enfrentar a las farmacéuticas y en pocos casos han ganado, como sucedió cuando Brasil decidió abrir la competencia para las medicinas contra el Sida, con fundamento en que la enfermedad constituía un grave problema de salud pública, lo cual permite a los países interrumpir los efectos de una licencia. Novartis se enfrentó desde 2005 contra la ley de patentes de India alrededor del producto anticancerígeno Gleevet, pleito que llegó hasta la Organización Mundial de Comercio, finalmente el país asiático venció y ahora fabrica medicamentos similares. La industria de los medicamentos se mueve fuerte por su lado empleando sus influencias ante los gobiernos donde residen las casas matrices. La semana anterior se filtraron algunos mensajes en el sentido de que si Colombia insiste en aprobar licencias obligatorias sobre el medicamento Glivet, el Congreso americano ejercería presión para que Estados Unidos quitara su apoyo a la pretensión de Colombia de ingresar al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. El argumento esgrimido por el ministro Gaviria para abrir la competencia al Glivet de Novartis está sustentado en el interés nacional: el alto precio del tratamiento contra  la Leucemia Mieloide Crónicay otros tipos de cáncer, aplicado en el país a más de 3.000 pacientes cada año, a razón de unos 300 pesos por miligramo, es de unos 40 millones de pesos por paciente, o sean unos 100.000 millones al año y en consecuencia constituye una amenaza económica para la salud pública, si se entiende que esta abarca el campo de los servicios médicos. El Mesilato de Imatinib, o Glivet como se lo identifica comercialmente, es un medicamento eficaz y por ello tiene altas ventas en el mundo, las cuales alcanzaron la cifra de 4.700 millones de dólares en Estados Unidos durante 2014, con un costo anual por paciente cercano a los 90.000 dólares,  por lo cual ese país permitió la competencia con genéricos similares al Gleevet a partir del pasado mes de febrero. Estamos pues ante el enfrentamiento de dos valores sociales, uno en el campo jurídico que consiste en la defensa del derecho adquirido por el fabricante de un producto al que se le ha otorgado una patente que le permite comercializar su producto durante algunos años sin que se permita la competencia sobre la misma molécula y un  valor contrapuesto que es el bien colectivo, que en este caso significa la defensa de las finanzas de un sector clave para el bienestar. Finalmente es el alto gobierno el que decide que conviene más al país, con una mirada amplia y de largo plazo que abarca no solo el área de salud sino las relaciones comerciales internacionales. Más allá del desenlace que tenga esta disputa de momento, el país debe reflexionar sobre su política farmacéutica que define las reglas para una industria de importancia mayor, que desarrolla, produce y vende los medicamentos innovadores con los que los médicos adelantan sus decisiones terapéuticas. Las farmacéuticas internacionales y nacionales venden sus productos en un mercado en expansión que hoy se acerca a los diez billones de pesos anuales, es decir la cuarta parte del gasto en salud del país. La participación de las medicinas era hace una década del 10 por ciento del gasto en salud, hoy se acerca al 25 y en menos de una década podrá alcanzar más de la tercera parte del gasto. Si los ingresos del sistema crecieran de forma que se pudieran absorber estas mayores erogaciones no habría dificultad en aumentar la canasta farmacéutica; lamentablemente el sistema padece un fuerte desequilibrio y ha perdido su balance hace rato. Un gasto en medicinas tan alto como el actual implica recortes en otros rubros como las consultas médicas, las hospitalizaciones y los procedimientos de diagnóstico. Si los fármacos reemplazaran en alguna medida estas actividades podría justificarse su mayor uso, pero no es así, ya que resulta imposible recortar el número de visitas al médico, las intervenciones quirúrgicas, las internaciones en los hospitales y el soporte administrativo. A partir de la absurda implementación del llamado recobro por tecnologías No POS, el país entró en un espiral de altos costos en salud ya que por esta vía ingresaron al paquete de beneficios, por la puerta trasera,sin mayores análisis sobre la relación costo/beneficio, varios medicamentos de última generación, la mayoría de ellos biotecnológicos, que llegaron a representar más del 80 por ciento de los recobros, concentrado en no más de 20 productos. Lamentablemente en años anteriores Colombia mantuvo  una política laxa en materia de precios de medicamentos, dando una libertad casi total a las casas farmacéuticas importadoras para fijar los precios, en la mayoría de los casos por encima de los que aplicaban en otros países, no solo de la región, sino de Europa. En los últimos tres años el gobierno, desde el Ministerio de Salud, se ha tratado de recoger esa equivocada política, a través de mecanismos de fijación de topes y buscando la apertura de competencia para aquellos productos monopolísticos. El resultado de las medidas adoptadas ha sido beneficioso en el corto plazo por cuanto en dos años se ha ahorrado casi un billón de pesos, lo cual alivia las finanzas del maltrecho sistema de salud. Es justo reconocer que los elevados costos de los medicamentos no pueden imputarse exclusivamente a los fabricantes, sino también a los eslabones de la cadena de comercialización y a los dispensadores finales. Ojalá este enfrentamiento sirva al final para consolidar la política de medicamentos, que abarca aspectos diferentes a los precios, como son la disponibilidad, la distribución y el uso de estas sustancias. El gobierno entiende el papel que juegan los fabricantes e importadores de medicinas y  está en la obligación de fijar una normativa clara, estable y justa, mientras que éstos deben aceptar que operan en un país pobre, donde el sistema de salud está desfinanciado ya que su gasto apenas llega a significar una parte ínfima de lo que gastan los países llamados del primer mundo. Además, las casas de medicamentos, sean nacionales o extranjeras, deben considerar que el 85 por ciento del gasto proviene de recursos públicos y solo el 15 por ciento de los bolsillos privados. Sobre el gasto privado no existe mayor problema pues se define mediante los mecanismos del mercado libre; en cambio, el gasto público tiene un carácter diferente, ya que constituye el esfuerzo de todos los ciudadanos mediante el pago de impuestos o contribuciones obligatorias y debe ser defendido por el Estado, quien finalmente es el gran comprador de medicamentos y en general de toda la tecnología médica. Como en otros casos, lo mejor sería llegar a una negociación justa y satisfactoria para las partes. El ministro Gaviria ha propuesto a Novartis negociar el precio alrededor de 140 pesos miligramo, lo que ahorraría al sistema unos 130.000  millones de pesos. Esta empresa cuya patente expira dentro de dos años, se ha negado a considerar cualquier rebaja. Ahí está el pulso. Al final  esta podría ser una pelea de “toche contra guayaba madura” como decían nuestros ancestros. ¿Quién es el toche y quien la guayaba?
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