La primera infancia requiere de una atención especial en Bogotá y en las ciudades colombianas. No en vano está universalmente comprobado que los primeros cinco años de vida, especialmente los tres primeros, son definitivos para el desarrollo social, físico, emocional y cognitivo.
Y es que las habilidades de pensar, hablar, razonar y aprender se adquieren durante esta etapa y tienen un impacto definitivo en la salud, el aprendizaje y el comportamiento futuros. ¿Cómo no darles a los niños más pequeños el lugar que se merecen?
En el mundo, el término preescolar se ha asociado exclusivamente a la preparación de los niños para la escuela y ha dejado de lado todas las experiencias significativas que los niños deben vivir en sus primeros años. Sin embargo educación en la primera infancia no puede estar basada en actividades mecánicas y repetitivas sin sentido (como son las planas y la memorización de datos), que solo buscan la transmisión unidireccional de información.
Una verdadera política de infancia requiere concentrarse en la atención integral –educación, nutrición y cuidado– para tratar diferentes variables a la vez. En este sentido, la educación debe entenderse en un contexto más amplio que pretende superar la visión restringida de lo preescolar y que busca llenar de sentido el aprendizaje y la vida cotidiana de los niños menores de cinco años que habitan en Bogotá. Estoy seguro de que las acciones que se deben poner en marcha para lograr la atención integral a los niños menores de cinco años, se traducen en el siguiente A, B, C:
A. Definir el plan de corto, mediano y largo plazo que le permitirá a la ciudad alcanzar cobertura universal en educación para la primera infancia.
B. Mejorar la calidad de los servicios que recibe el 35 por ciento de la población de niños y niñas vulnerables que ya están siendo atendidos. En total, en Bogotá hay 105.000 niños en estas condiciones, que equivalen al 2 por ciento de la población infantil total, y que requieren reforzamientos de los hogares comunitarios; provisión de refrigerios y capacitación pedagógica a las madres que trabajan en los mismos. No se trata solo de extender los programas de madres comunitarias, sino que ellas puedan cualificarse y acceder a condiciones laborales más justas en los centros de atención y
C. Construir y operar en los cuatro años más de cien nuevos centros con altos estándares de calidad para atender a más de 100.000 niños y niñas en extremas condiciones de vulnerabilidad en centros de atención integral de alta calidad. Esto sería la base de un crecimiento sostenido hacia cobertura universal de alta calidad.
Actualmente, la Secretaria de Integración Social invierte 3.401.812 pesos -sin incluir los costos administrativos de la Secretaria- si se utilizaran de una forma más eficiente, se podría duplicar el número de niños y niñas atendidos. Hasta el momento, la Primera Infancia nunca ha sido considerada una prioridad. No solo de la formación de adolescentes depende el futuro. El aprendizaje inicial de los niños incide en la posibilidad de que sean mejores seres humanos. Y esos son los seres que necesitamos en el país y en la ciudad.