No vamos a caer en la trampa

Mié, 05/07/2017 - 06:45
La trampa está tendida esperando a que ingenuamente caigamos los colombianos. Juegan sobre el tablero democrático toda la farsa ya tan conocida, por lo repetitiva y poco imaginativa, a la que están
La trampa está tendida esperando a que ingenuamente caigamos los colombianos. Juegan sobre el tablero democrático toda la farsa ya tan conocida, por lo repetitiva y poco imaginativa, a la que están acostumbrados desde que el mundo libre decidió tolerarla para evitar la anarquía. Después de caer en ella no hay escapatoria posible, lo vemos en la Siria de Bashar al-Ásad o en la Corea de Kim Jong-un, como en la Cuba de Castro y la Venezuela de Maduro. El nuevo campo de experimentación es Colombia y ya han dado pasos sustanciales. No es poca cosa mantener una imagen de democracia luego de haberse robado tres elecciones y hacerle conejo al resultado de un plebiscito. Si con estos antecedentes los perpetradores del fraude no se sienten tan seguros es porque todavía no han completado el ardid que nos colocaría en una situación peor a la terrible que padecen nuestros hermanos venezolanos. ¿De qué se trata esa trampa? Se trata de que quienes usurpan el poder se ubiquen en el lado de una supuesta legalidad y a quienes les ha sido arrebatado queden sujetos a las reglas de una falsa democracia que se juega en un teatro del absurdo en el que el sinsentido devora los restos de institucionalidad que van quedando en el camino. Lo que se ha venido ejecutando por parte de la alianza perversa entre el gobierno Santos y el grupo criminal de las FARC coincide con la manera como se construye la acción en el teatro de lo absurdo. La transformación súbita de los personajes como la que hemos presenciado en Juan Manuel Santos y en los cabecillas de las FARC, encaja perfectamente dentro de los principios de este tipo de teatro que surgió a mediados del siglo pasado, como también la delirante manera en que progresivamente se han venido intensificando las condiciones iniciales de un proceso sin pies ni cabeza, como el de “paz” hasta ocupar todo el escenario. Así mismo, el quiebre dado al principio de causalidad, con lo que de una acción no podemos esperar un resultado lógico, y la manera como a punta de enfatizar aspectos emocionales se pretende dar la imagen de un desenlace, son características propias del teatro de lo absurdo, como en el que nos han enredado con la única finalidad de aniquilar cualquier posibilidad de salir de una situación que se ha salido de madre. Para enfrentar el absurdo lo que se requiere es de una máxima cordura que nos servirá de luz ante la oscuridad en la que nos quieren envolver del todo. La acción política nos corresponde asumirla con responsabilidad y mesura como lo han venido haciendo quienes lideran la oposición. Gestos demagógicos o extremistas no caben ahí. El desespero y la perdida del control es lo que lleva al naufrago a hundirse en las aguas y perecer ahogado. Con esa puesta en escena del teatro de lo absurdo de Santos y las FARC pretenden un dominio completo, como ocurrió en la Alemania de Hitler y la Rusia de Stalin, pero no vamos a caer en esa trampa. Tenemos el compromiso de mantener la cordura en estos 400 días que le restan al peor gobierno de la historia de Colombia para poder llevar al Congreso y a la presidencia a quienes asumirán la obligación de restaurar la institucionalidad y blindar al país del riesgo de caer de nuevo en tan vulgares trampas. La cordura va unida a mantener los ojos bien abiertos. Finalizando su reciente entrevista realizada en La Hora de la Verdad, el día de su cumpleaños número sesenta y cinco, en la que el tema fue el de los graves problemas que aquejan al país, Álvaro Uribe nos pidió ser “pedagogos, multiplicadores de todas estas preocupaciones, porque hay sectores del país muy engañados. Por ejemplo los que hablan del tema “paz” desconocen lo que los colombianos sufren hoy en materia de extorsión, narcotráfico, etc.….y la situación de esta economía”.
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