En la Biblioteca Luis Ángel Arango se inauguró la exposición Protografías. Una gran retrospectiva de un artista de marca mayor: Oscar Muñoz. Es grande (que necesitó de dos curadores del Banco de la República) para que se especializaran en su obra. Para salir de dudas, demasiados curadores demasiados sueldos y prebendas internacionales… Recogieron 40 años en 70 obras que estarán expuestas desde el 8 de diciembre al 19 de marzo del 2012. Para entender el título plusmoderno, en el Diccionario de la Lengua Española, habla del protos griego que se refiere al principio. Posiblemente el principio sin final.
Cortinas de baño (1985-1986)
Oscar Muñoz es un caleño tímido que le gusta su ciudad, la cual es siempre un trasfondo inevitable en su trabajo y que estuvo presente desde sus primeros dibujos hiperrealista de inquilinatos desalmado donde con lápiz, dibujaba luces y sombras de lugares olvidados por el mundo. Nostalgias que han habitado el siempre presente en su trabajo. Importaba, desde el principio, dónde se colaba la luz brillante del trópico caliente que, matizados entre vidrios y ventanas unas mujeres abandonadas por la sociedad, esperaban que el tiempo trascurriera sin ellas.
Ya en esos primeros bellos dibujos, se encuentran presentes muchos de sus lecturas trasversales que hace Oscar Muñoz mientras inventa procesos desde su siempre novedosa obra. Se trata de un trabajo que maneja constantemente el blanco y negro o, que acumula destellos de luz. Busca en la memoria el retrato colectivo y, como un mago conceptual sin precedentes en América Latina, cambia el soporte de la fotografía a medios tan inteligentes como inauditos. El final, muchas veces, de improviso, resulta intervenido por el soporte absolutamente inusual. Porque una espacial dinámica propia que tiene protagonismo: lo ausente o lo presente que es centro fundamental de las nuevas tendencias del trabajo artístico.
Narcisos .(1995-2009)
Después del dibujo de unos baños húmedos de baldosín viejos , mugres y desvencijados, resultó el primer gran salto mortal y la quemada de los barcos en Las cortinas (1985 -1989). En un acto Pop, fueron imágenes de una irreverencia audaz, dónde el papel o el lienzo, fueron remplazados por el ordinario plástico de la cortina de baño y con ese uso. Homenaje a Psicosis del cineasta Alfred Hitchcock y el preámbulo de una situación de muerte y violencia y, donde la imagen en rojo o de la muerte lenta y solitaria, comienza a desdibujarse en un acto de pintor.
Después y siguiendo el aire húmedo y olvidado, comienzan Los Narcisos donde el agua es el soporte y la fotografía es un dibujo en carboncillo pasado por un cedazo. Mientras el agua se decanta, pueden resultar mil posibilidades de una fotografía autobiográfica donde se pueden observar los cambios circunstanciales de un rostro a la deriva de lo inestable, que construye y se deconstruye en el proceso.
Acá Oscar Muñoz quemó los buques y se instaló en la modernidad de las tras vanguardias. Pero de acuerdo a su temperamento llegó a la cumbre con la timidez del parco. Sin alharaca furiosa. Al contrario, con una sobriedad sublime y una sensibilidad que le permite mostrar el horror, desde la foto de un transeúnte, desde el registro de una sociedad contaminada con una aereografía donde cambió la brújula y con un vidrio la mostró el piso para que, el espectador en su imprudencia supiera dónde estaba. Válido para el concepto que se encuentra hoy en vigencia donde el imaginario social, busca vínculos e interpretaciones comunes, donde el conflicto urbano hace parte del espacio público que intentan de una forma más objetual, mostrar la narrativa del comba. De la integración y la desintegración, de la memoria y el olvido, del colapso y la recuperación tienen la desgraciada distancia del olvido.
Línea del destino (2006)