¿Para qué tanta educación?

Mar, 16/06/2015 - 12:51
Cuando hablamos al respecto, todos estamos de acuerdo con su importancia para el progreso del país y argumentamos convencidos que es la solución a la pobreza y desigualdad en Colombia.

“Hay que
Cuando hablamos al respecto, todos estamos de acuerdo con su importancia para el progreso del país y argumentamos convencidos que es la solución a la pobreza y desigualdad en Colombia. “Hay que estudiar para salir adelante, hay que educarse para conseguir lo que uno quiere”, dicen los papás. “La educación es el motor de desarrollo del país”, repiten los políticos. Hay todo un discurso detrás que rara vez cuestionamos y que compromete nuestro futuro. Entonces, Todos por la Educación, Antioquia la más Educada, Familias en Acción para que los niños vayan a la escuela y próximamente, la inversión de 4.5 billones de pesos para construir 1,500 colegios y mejorar la calidad de la educación en las escuelas públicas. Proyecto que anunció el presidente Santos en su plan para impulsar la productividad y reactivar la economía Colombiana (PIPE 2.0). Pero, ¿se necesita tanta educación para impulsar la economía, crear más empleos e incrementar el gasto y la producción? Si se busca el crecimiento y desarrollo en términos económicos (desarrollo=PIB), como normalmente se entiende, quizás la educación no sea la mejor opción para lograrlo. Educarse es vital para que la gente defienda sus derechos, aprenda a hacer mejor lo que le gusta y aprecie lo que tiene la vida. Además está comprobado que las personas educadas tienden a recibir más ingresos, pero ¿realmente impulsa el desarrollo económico del país? En otras palabras, si el objetivo es hacer plata y ser “exitoso”, ¿es la educación la mejor opción para lograrlo? En una columna del venezolano Ricardo Hausmann titulada El Mito de la Educación, el director del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, resalta como entre 1960 y 2010, el tiempo promedio que la fuerza laboral mundial estuvo en la escuela se triplicó, pasando de 2.8 a 8.3 años. Teniendo en cuenta lo anterior, ¿qué tan consecuente fue el mejoramiento de la educación con el incremento de la riqueza? Adoptando los ejemplos de la columna, en 2010, el ingreso per cápita de un país desarrollado con diez años de escolaridad era de US$30.000, sin embargo, en países como Albania, Armenia y Sri Lanka, con el mismo nivel de escolaridad, el ingreso per cápita era inferior a US$5.000. “Sea lo que sea que impide que estos países sean más ricos, no es la falta de educación”, argumenta Hausmann. Asimismo, China empezó con menos educación que Túnez, México, Kenia o Irán en 1960. No obstante, en términos de crecimiento económico, los aventajó a todos significativamente en estos últimos 50 años. Es consecuente pensar entonces que hay otros factores como la productividad, la tecnología o las políticas fiscales que están generando ese crecimiento que tanto se promociona con la educación. Además, cuando se cree que la educación prepara al individuo para el mundo laboral, la realidad golpea mostrando como la mayor parte de las habilidades adquiridas por el empleado se logran trabajando en las empresas: aprendiendo a usar las máquinas, negociando, vendiendo, escribiendo, siguiendo los procesos logísticos, invirtiendo, acomodando la fórmula, liderando el equipo… Una fuerza laboral competitiva se construye en las empresas, no tanto en los centros educativos. De hecho, según el artículo, en la mayoría de las empresas modernas, solo el 15 % de los puestos de trabajo se ofrecen a los recién graduados. Adicionalmente, si se considera la educación como una estrategia importante en el crecimiento inclusivo del país, ¿qué ocurre con los egresados y con los que están buscando un puesto de trabajo? “Es una estrategia que deja de lado el potencial que tiene el 100% de la fuerza laboral de hoy, el 98% de la del próximo año y un gran número de personas que ya salieron del sistema educativo y continuarán con vida durante los próximos cincuenta años”, dice Hausmann. Teniendo en cuenta estos datos y lo profundo que está sembrado el discurso en la gente, es inquietante ver como el mercado de la educación crece cada vez más y saca tajada de la situación. Habría que calcular (porque los datos son imposibles de encontrar) la creciente cifra de endeudamiento estudiantil en Colombia que encadena a los estudiantes al sistema financiero, o estimar el alza de las matrículas en la educación privada, el aumento en las ganancias de estos centros educativos, y sobretodo, la incremento de personas que se vinculan cada año a estas instituciones. La educación está de moda, es un negocio redondo en el que ganan todas las organizaciones involucradas (Icetex, Colfuturo, colegios, universidades e instituciones financieras), menos el estudiante que vive con angustia como el mercado laboral lo deja por fuera y lo obliga a buscar otras alternativas de trabajo desligadas a sus estudios. Para evidenciar la situación, basta mirar como entre septiembre y noviembre de 2014, la tasa de desempleo en los jóvenes entre 14 y 28 años fue 32,6 %. Si se trata de buscar crecimiento económico como vía para el desarrollo, la educación no es la mejor opción. Los recursos invertidos podrían aprovecharse mejor con una estrategia que incremente la productividad de la gente para poder dejar tranquila a la educación sin tener que someterla a los intereses del mercado y poder vivirla como tal y como es.    
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