Sin darme cuenta la llamada de unos jóvenes inquietos, social y políticamente, me sacó de mis pensamientos para recordarme que “hace 50 años, compañero”, ocurrió el célebre levantamiento parisino en el que estudiantes, obreros y empleados hicieron de París una fiesta, juntando todas sus aplazadas reivindicaciones e instaurando una verdadera primavera con el despertar de genuinas consignas que aún, después de tanto tiempo, resuenan con la fuerza acumulada de los años: “Queremos las estructuras al servicio del hombre y no al hombre al servicio de las estructuras” y esta: ”Seamos realistas, pidamos lo imposible”, o esta otra: “La imaginación al poder”.
Pero el objetivo de la llamada era informarme que ese grupo de jóvenes habían decidido imprimir un libro titulado “Las calles son nuestras. La Revuelta Gráfica (1968-2018)” y decía en la contra caratula: “Se abre una mirada colectiva. Un libro con fisuras, desgajable. Un libro para ensamblar con una ciudad. El adentro con el afuera. La revuelta gráfica de Mayo del 68. Cincuenta años después. ¿En París? ¿En Bogotá? Mayo no tuvo lugar. Minorías sin representación. Ineficacia y corrupción del Estado. Caudillos manipuladores. Falsedad en la información. Opresión policial. ¿De cuál generación? Los problemas son los mismos. ¿Son las mismas luchas? Algunos afiches de Mayo del 68 elaborados por los Talleres Populares de la época. Una nueva perspectiva e interpretación desde la realidad colombiana. Veinte carteles están en sus manos. Llévelos, córtelos, péguelos, estámpelos. Enmarcados o no. Al interior o al exterior. Porque los muros se aburren y las calles son nuestras”.
De allí pasaron a invitarme al lanzamiento del libro en la Feria. “Compañero, porque no viene y nos cuenta como era la Colombia del Mayo del 68, y si estaba por París, en esa época, ¿cuéntenos cómo fue eso?”. Acepte gustoso conversar con los grupos de jóvenes universitarios que atestaron las instalaciones del pabellón “Jorge Isaacs”. Fue un honor compartir el espacio de reflexión con el emblemático maestro, poeta Juan Manuel Roca, que asistía gustoso, como yo, a este conversatorio. Allí estaban todos: la francesa Sarah Marechal, hija del legendario sociólogo francés, Jean-François Marechal, quien participó en las manifestaciones de París, Mayo del 68 y actualmente profesor en la Universidad de Paris VII. Allí estaban también, Keshaba Liévano, Daniel Urquijo, el grupo Toxicómano Callejero, entre otros.
En medio de la algarabía juvenil que abarrotaba el pabellón sobresalían las cabezas blancas de los que éramos los jóvenes en el 68, hace ya 50 años. Comencé diciéndoles que las repercusiones inmediatas de Mayo del 68 no se sintieron muy fuertes en Colombia. Los jóvenes colombianos estábamos ya metidos en otras honduras políticas e ideológicas. La Revolución Cubana nos había enseñado la lección que debíamos constituir los nuevos movimientos para la toma del poder. En este sentido, andábamos muy ocupados en el fortalecimiento de tres organizaciones insurreccionales (ELN, FARC Y EPL) que ya debatían en el territorio colombiano, la táctica y la estrategia que les permitiera, en unión de masas obreras y campesinas, llegar al poder. Y como si fuera poco, el emblemático capellán y fundador de la facultad de sociología de la Universidad Nacional, Camilo Torres Restrepo ya había muerto en una confusa y oscura emboscada ocurrida en un paraje selvático llamado Patio Cemento, Santander.
En todo el fervor de la lucha estudiantil y política que vivíamos intensamente, Camilo había seleccionado a un grupo de universitarios para ir a Cuba a conocer y a estudiar cuales eran las transformaciones más importantes que en el campo político y económico estaba haciendo la Isla para convertirse en una economía socialista.
Yo formaba parte de ese grupo que había viajado a Cuba y en medio de la alegría que nos acompañaba, un día, un fatídico día, el 15 de febrero, fui abruptamente informado que Camilo había caído en combate. Ante el dolor profundo de su muerte, preparamos rápido el regreso ya que por las graves dificultades políticas existentes entre Cuba y los EE. UU. se hacía muy demorado. Nos regresamos por Europa. En Paris, fuimos recibidos por jóvenes universitarios rebeldes quienes manifestaban su solidaridad con nosotros, pero a su vez se expresaban profundamente críticos con su Presidente que era Charles de Gaulle, quien llevaba años en el poder y su figura aparecía muy autoritaria y con mucha incapacidad para resolver los graves problemas existentes, como eran el desempleo y la pobreza en que vivían más de cinco millones de franceses. La lucha femenina ya venia en ascenso y se planteaba una revolución para cambiar la sociedad. Pero el problema del profundo malestar estudiantil no era solo de Francia, cubría todos los países de Europa, incluidos los del Este o socialistas.
La Universidad Católica de Lovaina en Bélgica, donde había estudiado Camilo, impactada por la dolorosa noticia de su muerte, organizó un Encuentro Universitario de tres días donde repasó con serenidad la obra de Camilo y el profundo significado de su muerte. Fue ese el lugar escogido para ratificar el mensaje central de su pensamiento, pero también se convirtió en el centro de la crítica hacia una Europa, autoritaria, machista, patriarcal, que no escuchaba las voces estudiantiles de reclamo por la construcción de una sociedad mas identificada con el pensamiento cristiano del amor.
Con esta imagen de Europa regresamos a Colombia. La guerra de Vietnam sacudía nuestros corazones y el napalm que lanzaban los norteamericanos y que quemaba hasta el aire que se respira, nos llenaba de una profunda indignación, mientras el gesto libertario del Che Guevara impactaba desde las selvas bolivianas.
La chispa que se prendió en Paris, rápidamente, se irradió a otros continentes. Los estudiantes mexicanos levantaron la bandera de la protesta social, pero fueron fríamente masacrados en la mítica Plaza de Tlatelolco, por el tirano de turno. El líder negro norteamericano Martin Luther King caía víctima de las balas asesinas del racismo y la segregación y Praga, la hermosa capital de Checoeslovaquia, iniciaba al interior de la cortina de hierro, su primavera, antes que las tropas del Pacto de Varsovia aplastasen las sentidas voces de miles de jóvenes.
Ese fue el sueño de mayo del 68 en Paris, el cual los jóvenes colombianos no querían que pasara intrascendente y por eso presentamos el libro “las calles son nuestras”, que les quiero recomendar.
Ex embajador de Colombia en Europa
Vice presidente de Comité permanente de defensa de los derechos humanos. CPDH.
París mayo del 68
Vie, 11/05/2018 - 05:05
Sin darme cuenta la llamada de unos jóvenes inquietos, social y políticamente, me sacó de mis pensamientos para recordarme que “hace 50 años, compañero”, ocurrió el célebre levantamiento pa