Pensiones en Colombia
El título, como suele ocurrir, es un imán para llevar a la lectura. Y hablar de “estrategias hediondas” me condujo –de cabeza- a Bertha Ramos y su análisis sobre el tema de las pensiones en Colombia.
Pobre María, terminé pensando. Pobres marías, todas, que un día pierden su empleo en vísperas de pensionarse y comienzan el calvario de su futuro oscuro. La nota breve de Bertha –en El Heraldo- fue un puño a la mandíbula, la mía y la de millones de colombianos, perdidos en los galimatías jurídicos y burocráticos de la pensión.
María Pérez es una anónima María que tiene 52 años y hasta hace dos era una empleada estable, aunque al presente navega en la incertidumbre, escribe Ramos.
-Las estadísticas dicen que entre agosto de 2010 y enero de 2017 se han creado en Colombia 3,3 millones de empleos. Que, de aproximadamente 8,2 millones de cotizantes al sistema de pensiones el 43% son mujeres, y entre estas el 83,4% lo hace vinculada a una empresa, mientras el 10,5% lo hace como independiente. Bla, bla, bla.
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Cifras y más cifras. Pero la realidad de una mujer como María –si bien las cifras muestran que los adultos mayores de entre 55 y 64 años están teniendo mayor participación en el mercado laboral colombiano– es que, a pesar de su nivel de experiencia y formación, como tantísimas Marías que van siendo consideradas improductivas según se añejan sus cédulas, fue separada cualquier día de su cargo.
Las estrategias legales que ha desarrollado el sistema la dejaron en el limbo a pocos años de pensionarse y, como haría cualquier persona que anhela una vejez digna, María pasó a pertenecer al 10,5% que tiene que cotizar como independiente en el Sistema de Seguridad Social.
Hasta ahí todo indicaba que María conseguiría disfrutar de una pensión. Pero, ¡ah vida pútrida!, se modificaron las reglas para el recaudo de aportes y a partir del 1º de marzo María, que en Colpensiones es cotizante 43 o “Cotizante a pensiones con pago por tercero” (solo pensión), para continuar aportando a pensión debe acogerse a la obligatoriedad en el pago de afiliación a salud, contribuyendo a ambos sistemas sobre la misma base de cotización.
Eso significa que los
400.000 pesos que pagaba antes hoy se volvieron 712.000, pese a que ella pertenece al grupo familiar de un afiliado cotizante de EPS y, además, el mismo grupo familiar paga mensualmente 846.825 pesos por un plan voluntario de salud (o medicina prepagada). Una estrategia hedionda que obligará a miles de ciudadanos como ella a renunciar a su derecho a pensionarse, aunque hoy se plantee la urgencia de una reforma pensional enfocada –según el Gobierno– a que haya más y mejores pensiones, y a reducir el déficit de 38 billones de pesos anuales que ha generado el sistema actual.
Eso al margen de la estafa que terminaron siendo los fondos privados, de los cuales la ingenua clase media recién descubre que acabará recibiendo sumas irrisorias. AFP que fueron autorizadas para quedarse –por costos de administración– con el 30% de lo que cotiza cada colombiano, y a invertir la platica de todos en negocios de los que únicamente ellas se lucran. ¡Ah vida pútrida! Esa fue la gran mentira de la Ley 100 de 1993 que promovió la clase política. Hace pocos días afirmaba Santiago Montenegro, presidente de Asofondos, que “la clase política se encuentra asustada” porque el actual esquema pensional “es un Minotauro que se está tragando todo”. ¿Y por qué no se asustará de lo que se ha tragado ella?