Perdón… fue un error, o ¿fue un crimen?

Lun, 09/11/2015 - 14:56
Si uno se levanta somnoliento, se pone las chanquetas y al primer paso pisa involuntariamente una cucaracha, ha cometido un acto involuntario. ¡De malas la cucaracha!, no tenía intensión de matarla
Si uno se levanta somnoliento, se pone las chanquetas y al primer paso pisa involuntariamente una cucaracha, ha cometido un acto involuntario. ¡De malas la cucaracha!, no tenía intensión de matarla. Algún día las cucarachas podrán exigirme que pida perdón por mi error y con gusto y humildad ofreceré ese perdón. Pero si uno odia las cucarachas y busca una chancleta para perseguir y aplastar cualquiera de esos bichos así se esconda donde sea, se trata de un acto premeditado que de ser contra un ser con derechos estaría considerado un asesinato. Claro, primero el asesino deberá aceptar que el ser perseguido tiene derecho a existir libremente, lo que no pasa con las cucarachas. Tanto perdón escuchado últimamente a raíz de la atrocidad del Palacio de Justicia, nos lleva a pensar que ninguno de los que lo ha solicitado, considera realmente que cometió actos criminales, que persiguió con saña y premeditación a otros, porque probablemente los considerados simples “cucarachas” (Y aquí soy yo quien debe pedir perdón por el uso deliberado de esta comparación odiosa). Veamos algunos de esos casos: El primero y mayor responsable de los actos del Palacio de Justicia, el M-19 ha sido representado por varios de sus dirigentes. Antonio Navarro, un hombre admirable por su proceso de reintegración a la vida política, dijo que la toma fue el peor error de la organización guerrillera. Con toda la admiración que me merece Senador, eso no fue un error, (ups, pise la cucaracha) fue un acto premeditado de lesa humanidad: Tomar rehenes indefensos y utilizarlos como escudos humanos para negociar con sus vidas es un crimen. Y no importa si la negociación tenía o no propósitos altruistas o mafiosos. Me gustaría oírle decir a Navarro: Pido perdón por nuestros crímenes, por los delitos cometidos. A Petro no se le puede pedir lo mismo que a Navarro, pues su talante soberbio no admitiría nunca un error y mucho menos un delito. Él lo que dijo es que otros debían pedir perdón primero. ¡Qué tristeza!, condicionar el arrepentimiento propio al de otras personas. Los militares actúan de manera parecida a Petro, ellos no piden perdón porque estaban “defendiendo la democracia”. Eso sí, primero la pisotearon como a una cucarachas y le dieron chancletazos hasta demolerla. Los militares también cometieron crímenes de lesa humanidad, así su propósito fuera el tan loable de defendernos de la guerrilla. Noemí, de la misma cochada que Petro y los Militares también considera que no hay nada de qué arrepentirse, que actuó ajustada a la Ley y bajo el interés supremo de salvaguardar las instituciones. Ella, tal vez en un nivel menor de responsabilidad, podría arrepentirse por la censura, por la intimidación a los medios a través de la amenaza de retirar licencias. Eso tampoco es un error sino la utilización descarada del poder para reprimir la democracia. Y Belisario, ese “buen hombre” que llegó a la presidencia después un largo camino de pobreza y superación desde Amagá. Él  como Presidente asumió la total responsabilidad por la Retoma del Palacio y dijo que: “Si algún error cometí, pido perdón”. Error, no señor Presidente, faltas graves en la defensa de los rehenes, crímenes por omisión de su deber constitucional de defender la vida y defender las instituciones, que no estában representadas en el edificio, sino en las personas que allí cumplían su deber: La Corte Suprema de Justicia. Los errores, precisamente por serlo, no se perdonan. En un error no hay nada de intención o de culpa. De lo que hay que arrepentirse y pedir perdón es de crímenes y faltas al deber. De eso nadie se ha arrepentido todavía y las víctimas lo siguen esperando. www.margaritalondono.com http://blogs.elespectador.com/sisifus
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