Por qué no votaré por…

Sáb, 19/05/2018 - 03:40
Quienes tenemos oportunidad de escribir en medios privados, pero públicos, como este estupendo portal Kienyke.com, debemos “mojarnos” ante los lectores, esto es, asumir posiciones frente a no poc
Quienes tenemos oportunidad de escribir en medios privados, pero públicos, como este estupendo portal Kienyke.com, debemos “mojarnos” ante los lectores, esto es, asumir posiciones frente a no pocos tópicos de la actualidad y de interés general, a sabiendas de que podremos ser lapidados por propios y extraños. Uno de esos tópicos lo constituyen, hoy, cinco aspirantes a la primera magistratura del Estado: Petro Urrego Gustavo Francisco; De la Calle Lombana Humberto; Fajardo Valderrama Sergio; Vargas Lleras Germán, y Duque Márquez Iván. Todos, en lo personal, poseen facetas positivas y todos, en lo político, incluido el candidato chavista, tienen concepciones afirmativas del país. Sin embargo, como el tema de hoy es por qué no votaré por cuatro de ellos, sólo tendré en cuenta lo que no me gusta de cada uno. Trataré de hacer honor al principio expuesto por un pensador anónimo: “Evita derribar un árbol si lo que deseas es un palillo”. Petro Urrego. No le doy mi voto a este “candidato-riesgo” por varios motivos: su matriz totalitaria, originada en el movimiento M-19, al que perteneció, inspirado en la revolución cubana y apoyado por ésta, a lo que se integra haber sido y ser discípulo muy amado del “comandante eterno” Hugo Rafael Chávez, creador de la tendencia política que lleva su apellido, la que no es un invento del uribismo. Así mismo, su pésima gestión como alcalde de la capital de la República y ser pastor del rencor social y la lucha de clases. Es que sabe que “en el seno de la sociedad hay inquietudes profundas que la pasión de los partidos señala como prendas de una próxima revolución”, palabras del presidente liberal colombiano Santos Gutiérrez al asumir el mando el 1 de abril de 1868, hace ciento cincuenta años. Tampoco le doy mi voto por la catarata de promesas demagógicas, imposibles de realizar y mantener, que anuncia para ilusionar a sus seguidores más modestos. Diera la impresión de haber leído el discurso de posesión de ese otro mandatario nacional, el general Eustorgio Salgar, el 1 de abril de 1870, quien dijo: “El entusiasmo popular anda solícito en colocar su aureola sobre la cabeza de los que halagan sus sentimientos exaltados”. Y esto es lo que hace Petro Urrego. Finalmente, por ególatra, rasgo de todo político con tendencias autoritarias, y por lo que pasará en Colombia si la preside este miembro de la cofradía ideológica Castro-Chávez, madre de la Venezuela fallida. De la Calle Lombana. No votaré por este ilustre hijo del municipio paisa de Manzanares dado su alto nivel de contradicción, registrable en varias de sus acciones. Una de ellas, cuando se lamenta de la polarización en el país y a la vez señala, en una formidable prueba de la suya, que la corriente del candidato Duque es guerrerista y enemiga de la paz. También en virtud de su elevado sentimiento antiuribista –al cual tiene derecho–, pero no por el sentimiento en sí, sino porque lo ha llevado a decir categóricamente que no apoyará a Iván Duque en la segunda vuelta y a dar a entender socarronamente, sin sorprender, que respaldaría al chavista Petro (cfr. entrevista en Caracol Radio de mayo 15/18). Así mismo, no voto por De la Calle por la forma en que atemorizó a los colombianos en la época del plebiscito, cuando reiteró, una y cien veces, entre otras cosas, que el acuerdo con las Farc “no podía modificarse porque era el mejor”, y que si el No ganaba, el acuerdo se hundía y las Farc reanudarían la guerra contra la sociedad, en especial en las ciudades. Proyecciones de una buena capacidad de manipulación, de la que se queja a diario. Fajardo Valderrama. Si bien creo en su honradez, su talante y sus buenos propósitos, no le daré mi voto el 27 de mayo por dos razones principales con nombre propio: primera, la exsenadora Claudia López, su fórmula para la vicepresidencia, extremadamente conflictiva, deslenguada y puritana (“nosotros somos los buenos; ustedes, los malos”; “nosotros somos los decentes; ustedes, los indecentes”), apreciaciones formadas a la luz de intervenciones suyas divulgadas en los medios sociales. Segunda, el senador Jorge Robledo, su mano “izquierda”, avanzada del doctrinarismo marxista-leninista, con lo que ello significa. Dos valores que forman un conjunto crítico en la campaña del matemático Fajardo Valderrama, quien, a mi manera de ver, no calculó bien. Vargas Lleras. Por este brioso nieto del gran presidente (1966-1970) Carlos Lleras Restrepo no votaré, salvo que llegue a la segunda y compita con el “candidato-riesgo” ¿Por qué no? Por un motivo sintonizado con la pulcritud política: buscó aparecer sin relación y compromiso con el gobierno saliente de Juan Manuel Santos –de un altísimo desprestigio interno–, habiendo estado vinculado durante casi ocho años, una realidad que hoy quizás le incomode y afecte, pero que ayer le resultaba confortable y útil. Además, por caer en el adanismo, visión de las cosas según la cual “antes de ti no hubo antes” (de la balada del español Alberto Bourbon), para significar que pocas cosas se han hecho en este país sin su mano ejecutiva. Y no le daré mi voto por contar con el apoyo de fuerzas políticas de dirigentes y militantes envueltos en el papel encerado, distinto al viejo celofán, de la corrupción. En cuanto al coscorrón y su arrogancia, real o aparente, es significativo, pero, en mi opinión, de menor relevancia en una Colombia tan “coscorronera” como la nuestra y tan llena de gente más arrogante que Vargas Lleras. Repito que todos tienen ideas y rasgos positivos. Sin embargo, me quedo con las percepciones y convicciones expuestas, subjetivas, claro está, pero muy válidas en la definición del no-voto de quien esto escribe. Y de Duque Márquez ¿qué? La semana que viene. INFLEXIÓN. Me uno a todas las cadenas de oración y buenas energías por Hidroituango. A quienes desean lo mejor para aquellos que enfrentan el drama. A quienes por esto sufren dentro y fuera de Antioquia. A quienes no pierden la esperanza de que el Gran Misterio se la juegue a fondo y evite una tragedia sin nombre.
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