Un buen amigo dice, con buen humor, que a su edad ha llegado el momento en el que “sexo y fútbol: solo se dan por televisión”. Indudablemente, una persona no puede ejercer las mismas actividades a todas las edades. A pesar de los avances de la ciencia, y sin quitarle mérito a personas excepcionales, con una energía intelectual y física increíble a edades avanzadas, los seres humanos normales, casi todos nosotros, nos vamos agotando.
Aunque no lo deseemos o aceptemos, algunas actividades como hacer deporte, responder con agilidad a ciertos estímulos, soportar altos niveles de estrés, viajar en jornadas interminables, tomar decisiones de alto riesgo e incluso, cambiar el estado de cosas en una organización en la que nos encontremos (innovar) se nos va volviendo más difícil con los años. Las más importantes organizaciones del mundo privado y público han entendido esto y tienen políticas o normas de retiro obligado. A los 65 o 70 años, se entiende que una persona comienza a correr el riesgo de ser mucho menos productivo e incluso perjudicial para su empresa o entidad. Una persona promedio, sin embargo todavía podrá hacer muchas cosas por la sociedad. Sería un gran avance para nuestra sociedad que el reconocimiento al talento joven y el permanente elogio de la sabiduría de nuestros antiguos dirigentes fuesen dos fenómenos en perfecta convivencia. Para el veterano, dar consejos, dictar clases a un ritmo moderado, escribir, y amar a su familia han de ser un privilegio, al tiempo que el crecimiento continuo de los profesionales de edad mediana debe ser un orgullo de toda comunidad. Por supuesto nuestros adultos mayores son seres con dignidad, con aportes por hacer, con relevancia y que merecen reconocimiento, pensión justa y espacio en el mundo. Pero ya no están para tener licencia de conducción o para manejar corporaciones de billones de dólares, ni para dirigir los destinos de un país, y menos para presidir la más grande organización religiosa del mundo. Por esto, estoy de acuerdo con muchos, en que es encomiable el gesto del Papa Benedicto, al hacerse a un lado y reconocer que no está plenamente habilitado para desempeñar su labor. Más sano sería no depender de la “buena conciencia” o la lucidez de la persona que ostenta el poder. Precisamente porque el poder enceguece, y sumado con los años, probablemente aún más. No puede ser que haya regímenes formalmente vitalicios y otros que sufren de ese mal sin declararlo (cuando la vergüenza, el respeto, el cariño o el miedo se imponen a la razón). Entonces, si no se da este fenómeno de “grandeza” individual, las personas se perpetúan a costa del buen desempeño o el avance de empresas, organizaciones, religiones o incluso sociedades enteras. El costo del apego al poder a pesar de los años puede ser fatal. Un amigo venezolano decía una vez que a Venezuela le hizo un daño incurable re-elegir a los presidentes Caldera y Pérez, casi octogenario uno y el otro cerca de los setenta años, porque no estaban habilitados para gobernar y porque, además, se enviaba a las generaciones de políticos jóvenes del país el mensaje de que su momento de gobernar todavía tomaría tiempo en llegar. Mi madre dice que uno debe jubilarse teniendo conciencia acerca de la necesidad de darle esos puestos de trabajo a los más jóvenes. Esto aplica, con mayor razón, si se trata de élites políticas o económicas. El Papa, o el gerente, o el rector, el presidente o el magistrado no deberían irse cuando quieran, para eso están los periodos constitucionales, estatutarios y la edad de retiro forzoso. En el caso del Papa Benedicto XVI, el hecho de llegar al poder del Vaticano, con las responsabilidades que ello implica, casi a los 80 años, en pleno siglo XXI, con viajes permanentes, con una iglesia asediada por escándalos, que demanda modernización y cercanía de sus dirigentes, fue, por decir lo menos, una decisión arriesgada. El Vaticano debería dar ejemplo y curarse en salud, cambiando la norma del papado vitalicio y pensando que un prelado puede ser joven a los 60 pero ciertamente ya no lo es a los 80. Además, empresas y gobiernos que faltan por seguir este camino, deberían dar el paso y prevenir el poder senil, de manera que todos ganemos, incluso quienes aparentemente pudieran resultar afectados en un primer momento. Lo del fútbol y el sexo, por supuesto, puede quedar como parte del ejercicio de la libertad individual. @davidescobaraSexo, fútbol y poder, solo por televisión
Sáb, 16/02/2013 - 09:02
Un buen amigo dice, con buen humor, que a su edad ha llegado el momento en el que “sexo y fútbol: solo se dan por televisión”. Indudablemente, una per