Sobreviviendo entre dos fuegos

Sáb, 02/12/2017 - 19:06
Cuando un gran conflicto estalla entre dos o más bandos que se oponen, diversas razones son su causa, las más usuales: búsqueda de supremacía económica, política, territorial, ideológica o senc
Cuando un gran conflicto estalla entre dos o más bandos que se oponen, diversas razones son su causa, las más usuales: búsqueda de supremacía económica, política, territorial, ideológica o sencillamente de imposición de poder.  De las grandes conflagraciones, y en particular la II Guerra Mundial, parece haberse dicho todo; torrentes de tinta han circulado bajo el puente de la historia; poco parece haberse quedado en los tinteros del olvido. Sin embargo, los análisis y descripciones suelen realizarse básicamente sobre la dirigencia de las tropas que combaten y sobre quienes capitanean las contiendas. Es así como los soldados que mueren a granel son los grandes anónimos y para tratar de remediar este desdén se les suelen homenajear con algún monumento al “soldado desconocido”, a ellos quienes son los verdaderos héroes, mártires y víctimas, quienes dan la vida usualmente de manera obligada por causas que a menudo no los incumben ni comparten. Las reglas de la guerra decretan que estos no sean consultados y sean enviados por la fuerza, so pena de fusilamiento por deserción. De quien poquísimo o nada se habla es de la población civil que debe vivir entre dos fuegos, soportando vejámenes, consecuencias y exponiendo sus vidas, también por razones que ignoran o ni comparten. Soldados y población civil a la merced de órdenes superiores y carne de cañón frágil y fácil. El último libro de María Cristina Restrepo, “Al otro lado del mar”, trata justamente de la población civil durante la II Guerra Mundial, y para mayor foco toma el caso de familias alemanas residentes en Colombia cuando la gran vergüenza tomó forma de guerra y conmovió al mundo, destartalando instituciones e ideologías y aniquilando millones de seres humanos y bienes materiales. En la galería del oprobio ocupa el primer lugar en nuestro mundo contemporáneo. Alemanes que habían decidido hacer sus vidas en Colombia, particularmente en Cartagena, en donde habían sido bien recibidos, bien integrados, y amado este país. Lejos estaban ellos de pensar que un tal exabrupto guerrero podría sobrevenir y más lejos estaban aún de simpatizar con las torpezas ideológicas nazis. Y voilà que de repente cae sobre el mundo esta desgracia hitleriana en la que a distancia –al otro lado del mar– se ven inmiscuidos debido a sus vínculos de procedencia. La situación narrada da fe de las vidas de estas personas que se vuelven indeseables para los dos bandos, entre los que intentan inútilmente sobrenadar. Del lado germano deben probar que son de “raza pura”, aria, siendo algunos judíos, y del otro lado, el colombiano, son considerados sospechosos de colaboración con el gobierno nazi y por tanto etiquetados de espías; así es que el gobierno colombiano encabezado por el presidente Alfonso López Pumarejo y por imposición estadounidense, expulsa de su territorio a estos ciudadanos, deportándolos a su país de origen: la Alemania en plena guerra, en donde el horror los espera, no sin antes expropiarles sus bienes honradamente adquiridos. A cambio de su enraizada, cómoda y trabajadora vida tropical, un destino de guerra, barbarie, miseria, injusticia, hambre y muerte. La novela de la escritora antioqueña, de quien en esta columna ya habíamos dado parte de una anterior novela, “Lo que nunca se sabrá”, narra con gran dolor y minucia el cambio de vida de estos alemanes y su recorrido desde el Caribe colombiano hasta “su tierra”, que ya no lo es, pasando penosamente por diferentes países, confinados en barcos de mala fortuna y en campos de concentración, aunque oficialmente no tuvieran este monstruoso nombre, pero sí sus características.  Se nos deja para análisis, aparte de los factos, la reflexión sobre cómo permanentemente estamos sometidos a vaivenes externos incontrolables, algunos de ellos pudiendo de repente invertir radicalmente nuestras vidas, conducirlas por rumbos indeseables e inesperados. Ante la impotencia de oponerse a tales sucesos, sólo queda nuestra propia voluntad enfrentada a bravuras “superiores” que deciden de nuestras vidas y del modo de vivirlas sin que nada sea posible para detener el nefasto rumbo, aparte de penar con templanza como único medio de supervivencia. Ejemplar mensaje que bien nos sirve para cotejar nuestros sucesos intrascendentes, así como esos que atentan contra nuestra integridad y nuestras propias existencias. Imposible no sucumbir sensiblemente ante tan cruel narración, por entre esos caudales de desesperanza que la escritora nos presenta en un lenguaje desgarrador, al tiempo que exquisito, ilustrado y por momentos poético, en contraste con el horror y la consternación del contexto. Ciertamente no deja indiferente esta historia y, como en mi caso, generadora de gran avidez de lectura por conocer el desenlace de las vidas de estas personas colombo-alemanas, ya que el de la guerra lo conocemos bien de memoria. Como no ver en esta narración, que a priori puede parecernos ajena, una extrapolación de nuestras realidades actuales, enseñándonos que las guerras no son solamente de otros, que estamos metidos en ellas sin querer, que nos hacen partícipes sin nuestro consentimiento. Y que en esas beligerancias tendemos a juzgar a los ciudadanos de los bandos como ejecutantes y adeptos a la ideología y desmanes de los de arriba. Esos sofismas de generalización que llevan a hacer creer, como en el caso de la novela de Restrepo, que todos los alemanes de la época eran nazis, así como fácilmente se concluye ahora que todos los musulmanes son terroristas, o que todos los colombianos son narcotraficantes, o que los pobres campesinos colombianos de las zonas en conflicto son todos guerrilleros, sin considerar que estos han tenido que cooperar por obligación, para salvaguardar sus vidas. Nos ilustra esta magnífica novela, que recomiendo, sobre la vida entre fuegos cruzados, desde lo evidente en la incandescencia real hasta lo menos tangible, valga  aquí de ejemplo el caso de tantos empleados oficiales que a diario tienen que sobrevivir en nuestro sistema gubernamental viendo correr ríos de mermelada corrupta y contratos malhabidos; por ello son acusados y tildados de inmorales, pero soportan estoicamente los duros epítetos sin chistar palabra (¿cómplices por tanto?) so pena de perder sus míseros empleos. No pudieron tampoco muchos alemanes hablar contra su espeluznante Führer porque sus vidas peligraban, porque la sobrevivencia, el mayor de los instintos que poseemos, así se los dictada.  PD: Es María Cristina Restrepo oriunda de Medellín; del año 1949; dueña de una brillante trayectoria de estudios en Lenguas, Arte, Letras y Filosofía; profesora universitaria, columnista y escritora de ensayos y novelas.
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