Sus papeles, por favor

Entre más se sabe de los tejemanejes de Interbolsa, y entre más leo el blog de Alberto Donadio en El Espectador, más parece confirmarse la idea que han impulsado los indignados del mundo: el sistema financiero no es de fiar. Que una gran revolución social sería modificar y democratizar esta rosca universal que es el mundo de los banqueros. Quienes manejan las finanzas se comportan igual en todas partes, en Wall Street, en Paternoster Square de Londres, en la Praça da República en Sao Paulo, o en la avenida Chile de Bogotá; todos son iguales, unos caballeros muy emperifollados, un club selecto y cerrado que maneja los recursos públicos y privados como si fuera la plata de sus propios bolsillos. La mayoría de las veces constreñidos por las entidades de control, casi siempre menos poderosas que los banqueros a los que supuestamente vigilan. Guardan la debida compostura y no se desmandan en abusos y operaciones de riesgo. Pero, por momentos, cuando se creen más intocables y sus egos han crecido tanto como sus fortunas, se olvidan que los recursos que manejan no les pertenecen y se desbocan como un caballo cerrero a hacer operaciones que rayan con el delito, cuando no aquellas que abiertamente violan el código penal. Entonces esos caballeros perfumados pasan de las páginas sociales de los grandes diarios a la crónica judicial, compartiendo titulares con violadores, extorsionistas y narcos, como debe ser. Es lo que está pasando con Interbolsa, como ya pasó con Madoff o como en otros momentos pasó  con Jaime Michelsen, o con los del Banco del Estado o con tipos que se conocieron como los “picas”, o con algunos banqueros españoles. ¡La misma historia! Cayeron del curubito a la ignominia por traspasar las fronteras de lo ético y lo legal. Porque lo que está desbalanceado en este esquema es el concepto fundamental de que el sistema financiero es un servicio público, no un negocio privado para que de él deriven sus riquezas los banqueros. La banca se necesita, volver a guardar la plata debajo del colchón no parece una buena opción en el mundo moderno, donde el dinero plástico y las transacciones por internet están creciendo desmesuradamente. Nadie duda que sea indispensable este sistema, así como el transporte público, el aseo y las comunicaciones. Todos estos sistemas que pueden ser operados por entes privados, pero sin perder nunca de vista que son un derecho público y que su principal función es servir a la comunidad y facilitar la vida. Pero no, los bancos se creen superiores a todo el mundo, prestan servicios caros y tratan con desdén a sus usuarios que son los verdaderos dueños de la plata que ellos manejan, o sea, que los cuenta habientes ¡somos sus jefes! En lugar de ponernos tapete rojo y recibirnos con una sonrisa de buenos días y un tintico, nos reciben con recelo, nos ponen a esperar en filas interminables y cada vez que vamos a hacer una operación nos hacen identificar una y otra vez como si fuéramos delincuentes por llevar unos pocos pesos a consignar. Yo me pregunto, si la plata que manejan es mía y no de ellos, cuando les voy a dejar mis pesitos para que me los guarden, ¿no sería mejor que fueran ellos los que se identificaran y no yo? Mire señor banquero, aquí le traigo mi platica, hágame el favor y me muestra sus papeles para ver si usted es de fiar. No vaya a ser que se me la robe o se me embolate….Casos se han visto. www.margaritalondono.com http://blogs.elespectador.com/sisifus/