Un papá rosado

Lun, 02/06/2014 - 13:15
Muchas cosas nos dejó el Giro de Italia. Algunas tienen que ver con el orgullo patrio, esa sensación de no ser más parias o sudacas, mirados con desconfianza en los aeropuertos, para pasar a ser

Muchas cosas nos dejó el Giro de Italia. Algunas tienen que ver con el orgullo patrio, esa sensación de no ser más parias o sudacas, mirados con desconfianza en los aeropuertos, para pasar a ser admirados por nuestros logros deportivos.

Que dos humildes jóvenes, luchadores, se alzaran con el primer y segundo lugar de la competencia deja valiosas enseñanzas. Se puede llegar lejos cuando uno se lo propone, puede ser una de ellas. Esa victoria, en medio de tantos hombres fuertes, que se pasan tres semanas dando pedalazos y dejando el último aliento en cada cumbre, es un mensaje de optimismo y esperanza.

Nairo y Rigoberto, como los demás colombianos que corrieron en Italia, escogieron el camino cierto, el del esfuerzo, de la superación y demostraron que por ahí se logran grandes cosas. ¡Bien por ese puñado de compatriotas!

Pero tal vez lo que más me emocionó del triunfo de nuestros ciclistas, fue el gesto tierno de Nairo al tomar a su hijita de cuatro meses en sus brazos para cantar el himno nacional. Un hombre vestido de rosado, cargando a su hija, emocionado, es una imagen pocas veces vista. Se puede ser un papá rosado parecería decirle al mundo nuestro campeón.

Esa figura llena de amor, es el padre deseable, un hombre capaz de expresar sus sentimientos y asumir la responsabilidad de ser papá. Nairo dio ejemplo a tantos otros que engendran hijos y olvidan su responsabilidad, escudados en la creencia de que eso de la crianza y los afectos es tarea de mujeres.

Queremos padres así, como Nairo, que no tengan vergüenza de cargar a sus hijas, que se enfrenten al mundo con un gesto de amor, que recuerden que también hacen parte de la crianza, no solo por ser proveedores de recursos, sino porque pueden y deben ser proveedores de amor, porque saben sentir y no se esconden para demostrar esos sentimientos.

Nairo Quintana, ese pequeño gran hombre, ese Boyacense orgulloso de su tierra, de su familia y de su historia, fue un estratega riguroso e inteligente y un combatiente incansable. Todo eso le suma puntos, es cierto, pero además con su gesto contribuyó a cambiar esa concepción machista de la paternidad.  Frente a millones de hombres que lo admiraron dejó claro que nada, ni la gloria, ni los elogios, ni el protocolo, nada le va a negar la dicha de tener a su hija en brazos. Esa es la mayor de todas sus enseñanzas, ser un papá rosado.

Ahora que entramos al mes del padre esta reflexión se convierte en algo fundamental. Los papás, desde una nueva concepción de lo masculino, son tan responsables de la crianza como las mamás. Ellos no están allí para sumar un espermatozoide, eso por supuesto es una parte del trabajo, pero la tarea más importante no se acaba en la fecundación, allí se inicia para seguir el largo camino de hacer de ese ovulo fecundado un ser humano feliz, completo, rodeado de afecto, un ser humano con papá y mamá presentes.

Si los padres colombianos empezaran a asumir de verdad esta tarea las cosas cambiarían muchísimo y tal vez algún día, ojalá no lejano, las relaciones de pareja fueran más equitativas, menos violentas y menos negligentes de lo que son hoy.

Gracias Nairo por tu triunfo y tus enseñanzas. Necesitamos en Colombia muchos padres como tú, papás rosados que asuman plenamente su paternidad.

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