A votar en blanco

Dom, 01/09/2013 - 22:15
Dos lecciones nos deja el paro campesino. De un lado, que el gobierno no va a dar soluciones de fondo. De otro, que se equivocan quienes continúan viendo a los campesinos como seres tan sumisos como
Dos lecciones nos deja el paro campesino. De un lado, que el gobierno no va a dar soluciones de fondo. De otro, que se equivocan quienes continúan viendo a los campesinos como seres tan sumisos como ignorantes en materia política. Las soluciones cortoplacistas de los ofrecimientos del gobierno están lejos de proveer, de manera sería y sistemática, las condiciones que requieren nuestros productos para competir con los que nos llegan por importaciones pactadas por dentro y por fuera de los TLC. La incompetencia y el desinterés del gobierno no pueden ser más evidentes. El manejo errático de un paro, que empezó por desconocer, para después decir que la problemática agraria es estructural y viene de tiempo atrás, unido al paquete de soluciones ofrecido sólo con el propósito de salir del percance, y al anuncio posterior de la realización de una gran mesa nacional en Bogotá para resolver las inquietudes de los campesinos tanto de clima frío como de clima caliente, desnudan su grado de inconsciencia y de improvisación sobre la realidad de los campesinos. Por más que resalte, a última hora,  que lo que pretende es encontrar una solución integral a las problemáticas de los agricultores de todo el país, tal solución no será posible mientras no contemple la revisión de cláusulas desventajosas de varios de los TLC firmados. Y no será posible porque la marca de Santos y de los últimos gobiernos es y ha sido la obediencia incondicional con los dictados de la globalización, sin la preparación del país y en detrimento del interés general de los colombianos. A tal punto, que se escuda en la excusa no cierta de que tales tratados no son renegociables, cuando sí lo son. Las compras estatales de leche, la importación directa de insumos agrícolas, y la imposición temporal de aranceles a productos que nos llegan a precios irrisorios, son medidas débiles frente a la política de adecuación del aparato productivo, con acompañamiento del Estado, que desde hace rato se reclama y que tampoco el gobierno Santos tiene contemplada. Lo dicho. Improvisación y menosprecio. Eso, seguramente no habrá de cambiar. En lo que sí puede darse un vuelco radical es en la posibilidad que existe para los ciudadanos del común, de no seguir siendo gobernados por personajes ajenos a sus intereses. Por lo menos hasta este paro, se creía que el grado de sumisión de los campesinos era tal que no era esperable una capacidad de convocatoria, de argumentación sobre sus necesidades, y de conciencia política para reclamar soluciones, como las mostradas en las últimas semanas. Lo esperanzador de este comportamiento permite vislumbrar el grado de madurez política que han alcanzado y que podría hacerse manifiesto a la hora de votar. Habría llegado la hora del deslinde entre el campesino y el cacique político. La relación de dependencia ancestral que ha permitido el reinado de la clase política tradicional y el triunfo de los presidentes que por elección y con el apoyo de esa clase política nos han gobernado, podría estar viendo su fin muy cerca. La reelección marcará la pauta en las próximas elecciones. Las posibilidades de triunfo recaerán en los mismos que han promovido el beneficio de unos pocos y el detrimento de los productores nacionales. Aquellos no deben ser reelegidos. Seguramente, no habrá candidatos alternativos que les disputen la elección. Los campesinos podrían completar su lección de madurez política votando en blanco. Muchos colombianos también podrían imitarlos. Si gana el voto en blanco tiene que repetirse la elección, sin la participación de los candidatos perdedores. Hay ahí una salida.
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