Y la paz verdadera, no llegará

Lun, 15/04/2013 - 01:03
Todo indica que el acuerdo con las FARC se va a firmar. Al parecer esta vez el astro de la voluntad del grupo subversivo sí va a alinear con el del gobierno y el de varios sectores de la sociedad.

Todo indica que el acuerdo con las FARC se va a firmar. Al parecer esta vez el astro de la voluntad del grupo subversivo sí va a alinear con el del gobierno y el de varios sectores de la sociedad. Aunque,como de costumbre, todos preferimos decirnos mentiras sobre la paz.  Los comandantes de las FARC, tocados ahora sí por la posibilidad real  de correr la misma suerte de sus camaradas dados de baja, aceptaron negociar, excluyendo la discusión sobre el modelo económico. Cosa impensable en anteriores negociaciones, cuando las balas no los alcanzaban. Como ahora sí los alcanzaron, ahí los tienen sentados, con distinta disposición. Esa sola renuncia conducirá a una paz llanita.  El establecimiento, con tal de no entregar nada, se excusa en la condición criminal de las FARC, para oponerse a la firma del acuerdo.  El presidente Santos, patrocina esa paz fácil, sin meter el diente en las causas profundas de desigualdad que mantienen el conflicto. No es lo que le importa. Su juego es apostarle a la reelección, así sea con una paz flaca. Así sea con una paz que más temprano que tarde se vuelva a quebrar. Es decir, una paz a la colombiana. Él, tan calculador, no cae en cuenta que no tocar el modelo económico le resta la grandeza que se requiere para su anhelo de pasar a la historia.  El expresidente Uribe, obsesionado por el poder, pretende volver a él echando la mentira, creída por muchos, de que Santos abandonó la seguridad democrática, cuando estadísticas revelan que desde la mitad de su segundo gobierno, esa política empezó a quedarse corta frente a las incursiones de las FARC. Hábil en persuadir, y aprovechándose del hermetismo de la mesa de negociación, argumenta que en La Habana se está entregando al país y que habrá impunidad. Junto con sus seguidores está convencido de que la única salida para Colombia es acabar con las guerrillas a punta de fusil. Se niega a entender que su fórmula no basta. Ante el posicionamiento político que le resultó otorgando ese radicalismo, pretende echar tierra a los intentos de diálogo que él mismo buscó como gobernante. Eso sí, tampoco ve problema en el modelo económico.  El Procurador pide a la Corte Constitucional derogar parte del Marco Jurídico para la Paz. Se sustenta en que en virtud de esa norma, quienes cometieron crímenes de lesa humanidad no van a pagar un solo día de cárcel. En frente suyo tiene al Fiscal General refutándolo. Para éste, la justicia transicional que soporta al Marco, y la alternatividad penal que le da curso, es un modelo que se ha aplicado en todo el mundo y no significa impunidad. Ni al uno ni al otro les interesa la llanitud de la paz que arrojará el proceso. La importancia del pago por los crímenes cometidos no les deja ver la otra cosa importante: el despilfarro de esta oportunidad para haber apuntado a la paz profunda que se necesita.  Representantes de gremios, en lugar de disponerse a reconocer su cuota de responsabilidad en el conflicto, y ceder lo que les corresponde para contribuir con la paz, prefieren señalar a otros más culpables. En una  lógica egoísta que habla de su desinterés por la suerte del país, su mensaje se traduce en un reclámenles a ellos pero no a mí. De dirigentes verdaderos lo que se esperaría es que convocaran a sus pares para aceptar cada uno su parte y proceder en consecuencia.  Los defensores de las víctimas, en ejercicio de tan loable tarea, no ven la necesidad de contemplar dentro de su trabajo las causas del conflicto. Pierden de vista que solamente están actuando sobre el resultado del problema. Ejercer presión sobre los factores originales del mismo es algo que no deberían seguir pasando de agache.  Los medios, embebidos en su periodismo de compadrazgos, sólo hacen ruido. Ninguno está interesado realmente en una solución seria.  La gente, en general, quiere la paz. Si le dicen que marche, llena calles y plazas, pero la mayoría no indaga por la calidad de esa paz que nos están ofreciendo. Sin rubor alguno, los promotores de esta negociación, corren a sumar el querer manifestado por la gente como respaldo pleno a su pobre oferta.
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