–Buenos días, ¿me puede decir si el doctor Villota va a estar este jueves a la mañana? –Pregunté planeando ir a verlo para que me diera la prescripción médica que es el pan mío de cada mes.
–No, el doctor Villota no se encuentra.
–¿Está de vacaciones?
–No sabría decirle.
–¿Usted es su secretaria?
–Sí señora…
–¿Y no sabe si está de vacaciones?
–No, señora, qué pena…
–¿Sabe cuándo vuelve?
–No señora…
–No sabe cuándo vuelve. ¿Sabe cuándo se fue?
–No señora, no sabría.
–¿Pero está de vacaciones?
–Es que no sabría decirle si está de vacaciones o si está fuera del país.
–¿Hay otro gastroenterólogo atendiendo a sus pacientes mientras él no está? –Pregunté teniendo en mente el modelo médico de Nueva York, en que cuando un médico no está, otro lo remplaza.
–No señora, no hay nadie.
–¿En la Clínica del Bosque no hay otro gastroenterólogo?
–No señora.
Colgué con ira, golpeando el auricular contra la base del teléfono, sin querer partirlo pero con todo el potencial para hacerlo. Tengo un problema, y es grave. Luego de padecer una eterna diarrea que me acompañó durante los últimos dos años de college, fui al médico creyendo que tenía cáncer en el estómago y me diagnosticaron con la enfermedad de Crohn, que es la inflamación crónica del intestino bajo. Desde entonces estoy medicada, con un remedio que en Colombia se llama Salofalk. Este remedio, que es un medicamento POS, debió ser aprobado por un comité. Tomo 2 pepas de 500 mgs cada una, cada 8 horas; 180 pepas al mes. Con mi bono de la EPS pago casi 24.000 pesos cada mes. Si no me cuido puedo terminar con cáncer en el colon. Así funciona esta enfermedad que es crónica y auto-inmune.
Entonces me dirigí a la oficina de servicios médicos de mi EPS en la Clínica del Bosque, que para mi sorpresa, no tiene teléfono. Todo lo que sea con ellos debe ser en persona. Absurdo. Allá me dijeron que sí hay otro gastroenterólogo en la Clínica del Bosque, la doctora Galindo. Para sacar cita con ella primero debo ir a medicina general para que me den un volante que debo llevar a servicios médicos para que ellos me den una autorización y así poder sacar cita con el gastroenterólogo. El primer problema es que en medicina general no hay citas hasta los primeros días de octubre, y la doctora Galindo no tiene citas hasta el 22 de octubre. ¿Por qué un problema? Porque mi remedio, Salofalk, se acaba el lunes 30 de septiembre. Después de eso ya no tengo medicina, y yo no puedo pasar siquiera un día sin tomarlo. Si yo fuera diabética, esa sería mi insulina.
Como la doctora Galindo, los demás gastroenterólogos que ofrece mi EPS tendrán agendas similares, que a medida que pasan los días se siguen llenando. Imposible. Además quedan al otro lado de la ciudad y perdería todo un día laboral haciendo esa vuelta. Entonces llamé a la línea de servicio al cliente de mi EPS para averiguar si un médico general puede darme esa prescripción médica, y no supieron darme una respuesta. Me dijeron que llame al centro de atención médico Toberín, que es donde veo a mi médico general, pero en ese teléfono jamás responden. Imposible. Otro imposible.
Hace dos días comencé a tomarme una pepa de Salofalk, y una pepa de Mesalazina, que es un remedio similar pero no el que mi gastroenterólogo quiere que tome. Pero pensé, entre quedarme sin Salofalk el 1 de octubre, y tomarme la mitad de la dosis, prefiero tomar la mitad de la dosis y así aseguro que tendré Salofalk (al menos la mitad de mi dosis) hasta que vuelva el doctor Villota. Sin tener la más remota idea de cuándo vuelve. Pero no es tan sencillo, el cuerpo no es tonto. Llevo ya dos días amaneciendo con náuseas, que es un síntoma típico de mi enfermedad. Amanezco enferma y no soy capaz de levantarme a la hora que debo hacerlo, no me da el cuerpo.
Entonces resolví acudir a una palanca que me había sido ofrecida hace meses en caso de tener algún inconveniente con la EPS. No es que la gente sea adivina, es que el sistema de salud en este país es ridículo, absurdo, infame, imposible. Parece haber sido diseñado para hacernos la vida más difícil. Así pues, mi cuñada se comunicó con un gran amigo, cuyo mejor amigo es uno de los duros en mi EPS. Hablé con él y me pidió que le explicara mi problema por escrito a través de un e-mail que él le mandaría al duro.
Hace pocos minutos me llamó una señora que es la coordinadora de servicios médicos para mi EPS, desde Bucaramanga, de donde es mi cuñada. La mujer asegura que puedo ir, sin tener una cita, hasta el centro de atención médica en Toberín, que es el que me asignaron, y pedir lo que llaman una cita prioritaria. Esta señora me asegura que un médico general puede darme la prescripción médica que necesito. En teoría, mi problema se ha solucionado, pero eso está por verse.
En la línea de atención al cliente no supieron decirme nada, en la línea de citas médicas, menos. En la oficina de mi gastroenterólogo no me dieron razón. En medicina general no contestan el teléfono y en servicios médicos no colaboran ni tienen respuestas. Pero con la ayuda que me ha sido ofrecida yo espero que esto se solucione hoy mismo, y así se acaba mi problema, pero no dejo de preguntarme, ¿qué hace la gente, la inmensa mayoría, que no tiene acceso a palancas?
@Virginia_Mayer
¿Y los que no tienen palancas?
Jue, 26/09/2013 - 15:40
–Buenos días, ¿me puede decir si el doctor Villota va a estar este jueves a la mañana? –Pregunté planeando ir a verlo para que me diera la prescripción médica que es el pan mío de
–Buenos días, ¿me puede decir si el doctor Villota va a estar este jueves a la mañana? –Pregunté planeando ir a verlo para que me diera la prescripción médica que es el pan mío de