Por Édgar Artunduaga
Su temperamento, su vehemencia, su forma de ser… le impidieron parar. Los médicos le aconsejaron detener un poco la marcha, pero le fue imposible.
La periodista Claudia Morales (La Luciérnaga) dice que hizo todo lo que le pidieron, menos el reposo: decidió siempre estar en la calle haciendo las historias, viajando con su equipo de RCN. Fue parte de la crisis que agravó su salud.”
Para quienes conocimos al periodista Antonio José Caballero (mucho o poco), saltaba a la vista su vitalidad. Caballero era capaz de romper a puños una barrera de guardaespaldas para obtener una entrevista. O hacer guardia 20 años para concretar una noticia.
"Yo creo que para Antonio José no había puntos medios", dice Claudia, quien reflexiona así sobre el gran reportero:
- Solía ver las cosas en muchos casos sin matices y eso era algo que no lo entendía la gente muy bien. Si había unos muchachos jóvenes en una redacción y de golpe lo veían con su forma tan vehemente de expresarse, en algunos casos agresiva, cualquiera podría sentir miedo.
A él había que tenerle paciencia, porque era así. Era esa alma y esa mente activa todo el tiempo y crítica siempre con las personas, con las situaciones, con los políticos, con todo lo que veía. Pero era una persona de gran generosidad.
Nunca le paró muchas bolas a la plata. La tenía porque se la ganaba por hacer bien lo que hacía. Pero no era de las personas que tenía ansias de ahorrar para tener mucho. Se la gastaba toda en los amigos, en la buena vida, su casa, su apartamento, súper sencillo, donde vivió toda la vida sin mayores lujos.
Tenía un corazón muy grande, ayudaba a las personas con menos posibilidades y nos ayudaba a todos haciéndonos a nosotros conocer sus historias, porque la otra característica de Antonio José era enseñar que el periodismo se hace en la calle.
Nunca le gustó estar en una cabina hablando por hablar. Nunca le gustó la posibilidad de dirigir un medio. Recuerdo que siempre tuvo esa posibilidad y decía “¿para qué? Eso me aleja de la gente”. Así que parte de lo que era él en esencia como ser humano, como periodista, como persona, lo podemos ver reflejado a lo largo de todos los años de reportería que hizo aquí en Colombia y en otros lugares del mundo.
El fin de semana intenté comunicarme con él y no fue posible. Juan Gossaín dijo que incluso fue a su casa y no lo quiso recibir, le mandó un mensaje de texto diciéndole que el dolor era insoportable.
Hablé con otro amigo cercano, Germán Manga y me dijo que estaba desnutrido, deshidratado, que iban a tratar de estabilizarlo. Pero no pudieron. Horas después se produjo su muerte.
¿Nunca se casó? ¿Nunca tuvo un hogar? ¿Sabe de hijos?
- Antonio José fue siempre antipático con el matrimonio, nunca le gustó esa idea de amarrarse toda la vida con alguien. Yo creo que él tenía una especie de debate en el corazón porque era un gran romántico con las mujeres, muy coqueto, muy exitoso, ¿pero cómo no iba a ser exitoso con esa sabiduría y esa gracia? Pero amaba sin dependencia y adoraba su espacio.
Él vivió varios años con una novia, que quizá fue la novia que más años le duró en España, y después tuvo otros amores cortos, algunos que conocimos, otros que fueron públicos, otros que no, pero claramente le huyó al matrimonio. Él decía que no, que él con sus sobrinos tenía los hijos que quería y para qué iba a dejar muchachitos tirados por acá. Se gozaba demasiado la vida y pensaba que sería irresponsable teniendo hijos.
Sus amigos le decían “terciopelo”. ¿Cómo lo recibía él?
- Pues le daba risa. Él se reía de sí mismo todo el tiempo. Y claro, es que era muy bravo. Era muy, pero muy bravo. Yo pelee muchas veces con él por ese mal genio y por la forma de tratar a veces a las personas, incluso de tratarme a mí.
Creo que parte de la razón por la cual al final del día terminamos adorándonos, como lo hicimos, es porque nunca fuimos pareja y nunca tuvimos nada como pareja porque creo que lo habría matado. Si Antonio José hubiera sido algo mío más allá de amigo, yo creo que lo hubiera estripado o él a mí. Creo que como pareja debería ser muy complicado. Como amigo muy generoso pero, de nuevo, con un carácter muy pero muy difícil.
Dejó de hablarme tal vez un par de años, hasta que lo caramelié y lo busqué, conociendo de su enfermedad. Me perdonó, aunque nunca le hice nada. Afortunadamente tuve tiempo de estar ahí.
Lo que siempre marcó la historia de Antonio José fue la calle y la gente de la calle. Eso es lo que al final del día uno termina resumiendo y expresando lo que a él de verdad le afectaba el corazón.
LOS INICIOS DEL PERIODISTA
En agosto de 1978, cuando Antonio José Caballero entró por la puerta grande de la radio-reportería nacional como corresponsal permanente de RCN en Europa, con base en Madrid, España, recibió de su primer director en el medio, Orlando Cadavid Correa, tres misiones de gran envergadura, que supusieron su inmediato desplazamiento a Roma: 1) El acto del sepelio del Papa Pablo VI. 2) La elección de Juan Pablo I, llamado “El Papa de dulce sonrisa”. Y 3) La elección del polaco Juan Pablo II, que estremeció al mundo, por tratarse de un cardenal venido de la temida Cortina de Hierro.
En este “bautizo periodístico”, desde Ciudad del Vaticano, el joven oriundo de Santander de Quilichao (en el mismo Cauca que también parió a su hermano medio Juan Harvey Caicedo y a Eucario Bermúdez) sacó a relucir toda su casta y a partir de allí se le consideró el gran reportero de los sumos pontífices.
Un invencible batallador que sabía pelear la noticia, “sin padrinos, ni agachadas, sin achicar la parada” (como reza el viejo tango), Caballero se movía en El Vaticano como pez en el agua. Hizo amigos rápidamente en la RAI, la radio-televisión italiana, y aseguró el préstamo de equipos y técnicos para sus transmisiones con un sonido impecable, mientras los enviados de las otras cadenas colombianas (Caracol y Todelar) lo hacían por la rudimentaria llamada telefónica.
Aquella remota mañana de octubre de 1978 durante la sorpresiva elección de Juan Pablo II, en sustitución del Juan Pablo I (muerto repentinamente, mientras dormía, cuando apenas llevaba un mes de pontificado), Caballero y los otros tres mil periodistas acreditados para el evento, creyeron que el cardenal Karol Józef Wojtyła que se acaba de anunciar “era un purpurado africano”.
Antonio José buscó y trajo a su puesto de transmisión, en el Brazo Carlomagno de la históriva Plaza de San Pedro, al cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, quien se desparramó en prosa, por RCN, contándole a la audiencia quién era el nuevo jefe de la cristiandad mundial. Muchas cadenas de España, Portugal y América Latina tomaron el sonido colombiano, con el previo visto bueno de este gladiador de la información papal que se ha ido con su micrófono a otra parte a los 68 años de edad, víctima de una dolencia terminal.
Al día siguiente de la elección del futuro trotamundos, El Vaticano anunció que el pontífice saludaría brevemente a toda la prensa del mundo, en uno de los espaciosos recintos del Estado más pequeño del planeta.
Cuando Su Santidad pasó por el sitio donde estaba esperándolo “Terciopelo”, con la velocidad de un relámpago, le puso la pequeña grabadora al Papa con este ruego: “Un saludo para Colombia, por favor”.
El Pontífice atendió la acuciosa petición y en perfecto español dirigió su bendición al pueblo colombiano y recordó que se había visto en el cónclave con el cardenal Aníbal Muñoz Duque.
“La promoción con el saludo papal, por RCN, la tuvimos tres meses al aire”, recuerda Cadavid.
El veterano exdirector de noticias de RCN se asombra al ver, con motivo del óbito de Toño, que algunos de sus exjefes se esfuercen por ocultar la brillantez que tuvo su etapa inicial, en la radio, a partir de 1978, y prefieran hablar de él desde 1984, cuando llegó Gossaín a la Torre Sonora y lo encontró, supuestamente, participando en un costurero radial de la tarde, en la Nueva Granada.
Antonio José Caballero, un genio de mal genio
Mié, 18/12/2013 - 07:11
Por Édgar Artunduaga
Su temperamento, su vehemencia, su forma de ser… le impidieron parar. Los médicos le aconsejaron detener un poco la marcha, pero le fue imposible.
Su temperamento, su vehemencia, su forma de ser… le impidieron parar. Los médicos le aconsejaron detener un poco la marcha, pero le fue imposible.