En el jazz importa mucho menos el tema que se escoja que el modo en que se toque, y en que se improvise sobre él. Ésta es sin duda la diferencia principal entre el jazz y todos los otros géneros musicales urbanos del siglo XX. En el tango, el son, la samba, el flamenco y el fado, por nombrar algunos, siempre primó la originalidad de las canciones sobre la de la interpretación, y el momento en que los músicos de estos géneros empezaron a incluir improvisaciones en su música, que fue, para casi todos, alrededor de los setenta, fue cuando entraron en contacto con el jazz. Es por eso que los jazzistas de todas las generaciones, aunque por supuesto tienen sus propias composiciones, han seguido interpretando los mismos temas tradicionales, a los que se llama justamente standards.
El jazz no evoluciona con nuevas canciones que inspiran otras nuevas canciones, como el rock, sino con nuevos modos de tocar, que inspiran otros nuevos modos de tocar y sólo entonces inspiran nuevas canciones. Su historia no es una historia de canciones, sino de instrumentos, y con el desarrollo de cada instrumento se puede ver en retrospectiva la historia de todo el jazz. La historia del saxofón, uno de los eternos protagonistas del jazz, tiene tres momentos fundamentales: Sidney Bechet, que lo volvió el instrumento líder de las bandas de swing, en los veinte, John Coltrane, que desde los años setenta ha venido definiendo el estilo de los saxofonistas hasta hoy, y Charlie Parker, que en los años cuarenta dio al saxofón el lenguaje que habría de tener hasta Coltrane, y que en varios sentidos aún se conserva.
Cuando Charlie Parker nació, en Kansas City, el verdadero protagonista melódico del jazz era el clarinete, al que el saxofón habría de reemplazar sólo hasta la llegada del swing, con las big bands de Count Basie y Benny Goodman. Sin embargo, Parker empezó a tocar saxofón desde muy pequeño, sin nadie en la familia o en el colegio que lo guiara realmente. Por eso su sonido ya era único cuando escuchó por primera vez a Bechet en la radio, y aunque hasta la década del cuarenta habría de tocar en la forma que Bechet había implantado, siempre habría de hacerlo con un estilo personal muy fuerte.
El nacimiento del be-bop, que es uno de los géneros más importantes del jazz tanto musicalmente como socialmente, se debe principalmente a la colaboración entre Dizzy Gillespie y Charlie Parker en el Minton’s Play House de Harlem. Antes de eso, el swing dominaba el jazz, que había logrado entrar a los grandes teatros, las grandes disquera y las radios nacionales de Estados Unidos, y se había vuelto una música popular, bailable y tocada en gran parte por blancos. Por eso la apuesta incial del be-bop fue tanto musical como social, pues lo que buscaban, al decir de Thelonious Monk, otro grande de la época, era “tocar algo que ellos no puedan tocar”, refiriéndose por supuesto a los blancos. En efecto el be-bop es demasiado rápido y su ritmo es demasiado trunco y variable para ser bailado o incluso cantado. Las improvisaciones del be-bop son disonantes y hacen complejas variaciones sobre la armonía del tema, técnica inaugurada por Parker, cuyas primeras improvisaciones casi nadie comprendió.
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La fama de Parker, por lo menos de la extravagancia de su estilo, crecieron relativamente rápido una vez empezó a tocar en Nueva York, pero al tiempo con su fama creció su vieja adicción a la heroína, y ahí empiezan las famosas historias de Parker empeñando su saxofón, olvidándolo en el metro, llegando al concierto con las manos vacías, pidiendo un saxofón prestado y empeñándolo también. Recuentos de esas anécdotas hay miles; versiones literarias de cómo vivió Parker esa época hay una sola excelente, que es el cuento El Perseguidor de Julio Cortázar.
Las grabaciones y los contratos, sin embargo, no pararon, en gran parte debido al apoyo constante prestado por sus colegas. Varias veces le tocó a Gillespie salir en medio de la noche, minutos antes del concierto, a buscar una casa de empeño para comprar un saxofón cualquiera, y a Charlie Mingus pagar los tiquetes de regreso de toda la banda, porque Parker se había escapado con el dinero. En una ocasión en que no se presentó a un concierto, enviaron a Monk a buscarlo, pero si Parker era el drogadicto más famoso del jazz, Monk era el segundo, y ninguno de los dos apareció hasta varios días después, en que los encontraron internados en un sanatorio en California.
Cuando Parker murió, a los treinta y cinco años, después de varias temporadas en el sanatorio, después de las cuales solía hacer sus más magistrales grabaciones, al cabo de lo cual volvía a encontrar la heroína y recomenzaba el ciclo, los médicos creyeron que se trataba de un hombre de por lo menos cincuenta y cinco años, a juzgar por su estado físico. Bird, como lo llamaron siempre sus amigos, murió demasiado joven, cuando aún tenía todo por hacer y sin embargo, en poco que alcanzó a grabar, su saxofón sigue tan vivo en sus admiradores como cuando lo tenían ahí enfrente, en la improvisada tarima del Minton’s Play House. Muchos han dicho que la historia del jazz no es una historia de personas, sino de instrumentos. Tal vez a esto es a lo que se refieren.
Charlie Parker nació hoy hace 94 años
Vie, 29/08/2014 - 07:15
En el jazz importa mucho menos el tema que se escoja que el modo en que se toque, y en que se improvise sobre él. Ésta es sin duda la diferencia principal entre el jazz y todos los otros géneros mu