Entre los varios conquistadores que arribaron al Perú siguiendo a Francisco Pizarro, había uno de nombre Sebastián Garcilaso de la Vega, que a pesar de haber oído una y otra vez a franciscanos y dominicos, en España y en el barco, advirtiéndole de los peligros de mezclarse con las indias, cayó profundamente enamorado de la princesa Isabel Chimpu Ocllo, nieta del Inca Tupac Yupanqui y sobrina del legendario Huayna Cápac, emperador del Tahuantinsuyo.
Al hijo que tuvieron en Cuzco lo bautizaron Gómez Suárez de Figueroa, y lo pusieron a estudiar en el Colegio de Indios Nobles de Cuzco, donde aprendió de los sabios españoles en las horas de clase y de los sabios incas durante los recreos. Entre sus compañeros de clase se contaban los hijos de Gonzalo y Francisco Pizarro, no menos ilegítimos que él, pero también los hijos de Huayna Cápac, llamados Paullu Inca y Tito Auquí, y que aún conservaban algo de la sabiduría de los amautas.
Años después, ya exiliado en España, Gómez Suárez de Figueroa habría de cambiarse el nombre, adoptando la parte más vistosa del nombre del padre, Garcilaso de la Vega, al cual hubo de añadirle el apelativo de El Inca, pues Garcilaso de la Vega también era el nombre de un famosísimo poeta español del siglo XVI, autor, entre otras cosas, de un soneto que empieza así:
Echado está por tierra el fundamento
Que mi vivir cansado sostenía.
Comentarios reales de los Incas, en su primera parte se refiere a los hechos de los incas y su civilización; en la segunda, a la conquista y las guerras civiles entre los conquistadores.
Pero llegó un día en que el padre del Inca Garcilaso entendió que también su fundamento, que su vivir cansado sostenía, estaba irremediablemente echado por tierra, y así es que cedió ante la presión de la Corona, a la que no le gustaban los matrimonios mixtos, y dejó a la hermosa Chimpu Ocllo por la insulsa Luisa Martel de los Ríos, de quien el Inca Garcilaso recibiría dos medio hermanas que sin embargo nunca llegarían a sumar una hermana completa. Esto entristeció notablemente al Inca Garcilaso, que hizo lo posible por mantener una cercana relación con la familia de su madre, cosa cada vez más complicada debido a que gracias a los empeños por gobernar el Perú del bando de su padre, los miembros de esa familia fueron siendo cada vez menos. Tupac Yupanqui murió envenenado por su hijo, que había confiado en las malas lenguas de los españoles; Huayna Cápac murió acorralado en Ollantaytambo, presa de una rara enfermedad.
Es ahí que el Inca Garcilaso de la Vega, notando que su cansado vivir a duras penas sostenía su fundamento, el cual ya estaba poco menos que echado por tierra, decidió viajar a España con el dinero que su padre le había dejado. Allá inició una carrera militar que por suerte no tuvo que terminar, habiendo heredado los bienes de los tíos que lo habían alojado al llegar y pudiendo dedicarse así de lleno a las letras. El Inca Garcilaso tradujo algunos libros, entre los cuales los Diálogos de amor, de León Hebreo, un neoplatónico italiano muy de moda en el momento, y gracias al cual conoció a don Miguel de Cervantes, quien había leído la traducción, y a Luis de Góngora Argote, el poeta más importante del Siglo de Oro según él mismo. Pero también escribió otros tantos, y entre esos tantos uno en particular, que es la razón de que hoy se le recuerde.
El libro se llama Comentarios reales de los incas, y desde que se publicó en Lisboa se convirtió en el más completo recuento de lo que los incas hicieron, de lo que los españoles destruyeron, y de cómo ocurrió todo eso, ya que aunque carece casi siempre de fuentes verificables, está escrito por alguien que conoció de primera mano los sucesos y las historias de los incas, y cuya intención no era la de condenar su barbarie, ni la de justificar su evangelización (aunque sí la justificaba), ni la de desmentir los excesos y los abusos que ya en toda España pesaban sobre los Pizarro y sus valientes violentos soldados, sino la de registrar un mundo que ya empezaba a no existir y que por tanto valía la pena rescatar, aunque sea en papel, cosa que por lo demás el Inca Garcilaso podía hacer muy bien ya que aunque hablaba quechua también escribía en pensaba como los españoles de la época y escribía en español de la época, carente de puntos seguidos o aparte y lleno de frases eternas como ésta, desprovistas de “cola de pescado”, particularidad que las frases del español no adquirieron hasta muchos años después.
Los Comentarios es el primer libro en que americanos y españoles, que aún hoy no terminan de conocerse del todo, trataron de comprenderse, y por eso, más que por la abundancia de sus datos culturales, lingüísticos, históricos y culinarios, que son sin duda muchísimos, es considerado la primera obra de la literatura latinoamericana.
Ya viejo y ya tranquilo, con el fundamento un poco menos echado por tierra y el vivir menos cansado, el Inca planeó regresar a su Cuzco natal. Pero una mezcla de males y dudas impidieron ese viaje, y el Inca murió en Córdoba, en la Capilla de las Ánimas que recientemente había comprado, y en la que su hijo, su hijo legítimo, era sacristán.
