1989 fue año de Albeiro Usurriaga. El 30 de mayo de aquel año anotó el gol que le dio la posibilidad al Atlético Nacional de ganar la Copa Libertadores desde el punto de pena máxima. Seis meses después en Barranquilla, frente al equipo israelí, recibió un pase de Luis ‘El Bendito’ Fajardo que lo vio entrando al área, antes que el defensa alcanzara a cerrarlo pateó el balón justo para anotar el gol.
Corrió como un loco a celebrar, mientras que los locutores se destorcían en sus narraciones “!gooooooooolllllllll de Colombia, mi patria querida…!”, vociferaba a todo pulmón Edgar Perea, como si ya Colombia clasificara con ese tanto al Mundial de Italia 1990. La alegría desbordada que generó ese gol quedó registrada en los noticieros de entonces: jolgorio de maicena en Bogotá, pitos y corridas de motos en Medellín, botellas de ron en Barranquilla y fiesta en Cali. No era para menos, después de 28 años de ausencia Colombia estaba muy cerca de jugar un mundial de fútbol. Nos separaba noventa minutos en el estadio de Ramat Gan en Israel.
Un partido sin emociones confirmó el tanto de Usurriaga como el de la clasificación definitiva. Fue héroe en el país, puesto como ejemplo para los delanteros y figuraba como una de las estrellas para el campeonato mundial. En los noticieros se le pedía que le enviase mensajes retadores al Milán de Italia, su próximo desafío: “Yo ser el jugador más importante de Nacional y del mundo, venceremos al Milán en Tokio” atinó a decir.
El ‘Palomo’ fue portada en El Tiempo y El Espectador, su apodo suscitó las más disparatadas versiones, y era tratado como invitado de honor en los estadios en los que jugaba. La clasificación a Italia 1990, según las encuestas de entonces, fue el hecho del año, por encima del asesinato de Luis Carlos Galán o el atentado del avión de Avianca en el murieron cientos de personas.
Pero la realidad pronto superó el delirio de la clasificación y puso los pies sobre la tierra para el él: no quedó en el equipo definitivo que jugaría el Mundial de Fútbol. ¿Por qué no lo convocaron? Fue el interrogante que puso a todo el mundo a opinar en el país. Unos decían que por su indisciplina, otros porque Francisco Maturana no le halló lugar en su esquema táctico, algunos decían que fue rosca.
Al final quedaron las dos versiones de su ausencia: la estrategia táctica y su indisciplina.
A medida que se destacaba futbolísticamente, Usuriaga empezó a ser visto como una figura exótica, por su color de piel, sus 1,92 de estatura y su desfachatez.
Dos años después, el 20 de mayo de 1992 Albeiro Usurriaga debió rendir indagatoria por lesiones personales causadas a Jaime Noreña Aguirre. Una semana atrás, el América de Cali lo había desvinculado del club por indisciplina. Aunque en verdad más que disciplina eran faltas a la ley que rayaban en lo delictivo: en el juzgado 28 municipal de Cali se adelantaban dos procesos disciplinarios en su contra por graves lesiones causadas a Ricardo Giménez y Edgar Vidantes.
Al primero le partió la espalda de un sillazo en un bar de Cali y al otro lo emprendió a golpes. Sus problemas con el juego y el trago, junto con su indisciplina como jugador (llegaba tarde a los entrenamientos, no seguía una dieta estricta) lo fueron mermando de los equipos de fútbol en los que jugó, y al final de la selección nacional. En 1993, cuando el equipo de Francisco Maturana se aprestaba a disputar las eliminatorias su nombre era algo más que un recuerdo, soslayado por los ídolos del momento: el Tino Asprilla que triunfaba en Europa, el ídolo local, Iván Rene Valenciano, o la dupla en el mediocampo de ‘El Pibe’ Valderrama y Freddy Rincón.
Se fue a Argentina donde hoy lo recuerdan como un ídolo. Marcó veinte goles y ganó la Supercopa en 1994. Las cosas parecían funcionar con el equipo de Miguel ángel Brindisi.
[youtube width="540" height="360"]http://www.youtube.com/watch?v=J6y3TPJSw_Y[/youtube]
Uno de sus momentos gloriosos con el Atlético Nacional en la Copa Libertadores de América.
La hipótesis de su asesinato son variadas: que el asesino fue un menor de edad, otros dicen que hubo amenazas previas que su hermana recibió y que nunca le contó a ‘El Palomo’, El Tiempo relató que quizás fue un asesinato del que fue testigo y lo mataron “para que no siguiera haciendo comentarios indebidos”, la policía dice que lo mato el líder de una pandilla que estaba enamorado de su esposa; y hay quienes afirman que los asesinaron por quedar mal en unos negocios.
Lucero Rodríguez cuenta que en el funeral de Usurriaga, su familia contrató 12 buses, que no fueron suficientes para evitar el sobrecupo. Una multitudinaria caravana con gente del barrio y seguidores provenientes de diferentes partes del país como Pereira, Bogotá y Puerto Tejada acompañó al “Palomo” hasta su última morada. Pero como la vida misma, su sepelio no dejó de ser un evento sobresaltado.
En la capilla del Palmar la misa fue interrumpida una y otra vez por los que pedían abrir la caja para ver al muerto. Cuando el sacerdote estaba a punto de ceder al caos, alguien gritó: “Esto no es una rumba, le estamos rezando al socio!”, y todo quedó en silencio. Fotógrafos, cámaras, curiosos, aplausos, arengas: “¡Usu! ¡Usu!”, “por qué matan a las personas buenas”, lo enterraron con una serenata: “Llegó el final, me voy de tu vida, mi vida vencida está”, del Gran Combo, cortesía de un CD que retumbaba en el auto del “Pepesón”, locutor radial y amigo del Palomo), a Albeiro Usuriaga.
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Dos años después, el 20 de mayo de 1992 Albeiro Usurriaga debió rendir indagatoria por lesiones personales causadas a Jaime Noreña Aguirre. Una semana atrás, el América de Cali lo había desvinculado del club por indisciplina. Aunque en verdad más que disciplina eran faltas a la ley que rayaban en lo delictivo: en el juzgado 28 municipal de Cali se adelantaban dos procesos disciplinarios en su contra por graves lesiones causadas a Ricardo Giménez y Edgar Vidantes.
Al primero le partió la espalda de un sillazo en un bar de Cali y al otro lo emprendió a golpes. Sus problemas con el juego y el trago, junto con su indisciplina como jugador (llegaba tarde a los entrenamientos, no seguía una dieta estricta) lo fueron mermando de los equipos de fútbol en los que jugó, y al final de la selección nacional. En 1993, cuando el equipo de Francisco Maturana se aprestaba a disputar las eliminatorias su nombre era algo más que un recuerdo, soslayado por los ídolos del momento: el Tino Asprilla que triunfaba en Europa, el ídolo local, Iván Rene Valenciano, o la dupla en el mediocampo de ‘El Pibe’ Valderrama y Freddy Rincón.
Se fue a Argentina donde hoy lo recuerdan como un ídolo. Marcó veinte goles y ganó la Supercopa en 1994. Las cosas parecían funcionar con el equipo de Miguel ángel Brindisi.
[youtube width="540" height="360"]http://www.youtube.com/watch?v=J6y3TPJSw_Y[/youtube]
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