La bella actriz que hizo el primer desnudo del cine e inventó el Wifi

Mié, 12/03/2014 - 11:01
La cinta de cine en blanco y negro no proyectaba sus ojos verdes, su pelo castaño oscuro y sus delicados labios rojos. Hedi Lamarr, sin embargo, no necesitaba el color para brillar como nadie en la p
La cinta de cine en blanco y negro no proyectaba sus ojos verdes, su pelo castaño oscuro y sus delicados labios rojos. Hedi Lamarr, sin embargo, no necesitaba el color para brillar como nadie en la pantalla. Muchos la consideran la actriz más hermosa de la historia, otros prefieren recordarla más por su extraordinaria inteligencia que por su figura perfecta. Hedwig Eva Maria Kiesler, como fue bautizada,  nació en 1914 en Viena (Austria), por entonces una de las ciudades con mayor oferta cultural de Europa, cuna y residencia de escritores, artistas e intelectuales. Su madre, Gertrud, era una pianista húngara; su padre, Emil, fue un banquero de origen ucraniano. Ambos eran judíos. A los 17 años, luego de abandonar sus estudios de ingeniería, Eva actuó por primera en una película, un proyecto alemán dirigido por Georg Jacovy, titulado Geld auf der Strasse (Dinero en la calle), en el que interpretaba a una de las bailarinas que amenizaban un club nocturno. El clásico papel de joven tonta. Años después, Eva pronunciaría una de sus frases más célebres: “Cualquier chica puede ser glamorosa. Lo único que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida”. Luego de su primera actuación, fugaz por demás, Eva actuó en algunas películas alemanas. En 1933 viajó a Checoslovaquia para protagonizar Éxtasis, el filme que la llevó al estrellato y la convirtió en la primera mujer en desnudarse por completo y fingir un orgasmo en el cine comercial. En Éxtasis, cuyo director fue Gustav Machatý, Eva hace el papel de una mujer que se aburre con su marido, quien ha cambiado el romanticismo por el orden y la pasión por la quietud y la tranquilidad. En la escena más famosa de la película, Eva corre a través de una floresta para luego sumergirse en un lago y nadar de espaldas mostrando sus senos. A la actriz le había prometido que la escena se filmaría desde una colina, pero en realidad se utilizó un teleobjetivo que enseñaba de cerca su cuerpo. Esta otra escena, que con los años fue aclamada, indignó a los más puritanos, que en 1933 eran la mayoría: [vimeo width="549" height="366"]http://vimeo.com/62124101[/vimeo] Éxtasis constituyó un cambio en la vida de la joven actriz, quien en el estreno de la película estaba casada con el magnate Fritz Mandl, uno de los hombres más ricos del mundo. Tanto Mandl como la familia de Eva se levantaron de sus asientos, indignados y avergonzados. La sociedad de Viena estaba escandalizada. Y Mandl, enfurecido, decidió encerrar a su esposa en su casa, que se convirtió en una suerte de cárcel. Solía permanecer por largos ratos atada a una de las patas de la cama, como si fuera un perro. En esos largos días de encierro, que se prolongaron por dos años, la actriz retomó sus estudios de ingeniería y se nutrió de las discusiones que se daban en las reuniones que ofrecía su esposo, que en los años previos a la Segunda Guerra Mundial vendía armamento a los Nazis. En esas reuniones se mantenía al tanto de los progresos en materia armamentística. El encierro la estaba volviendo loca. Un día, luego de seducir a una de las empleadas de su casa con el fin de que le ayudara a salir, tomó un automóvil y condujo a toda marcha hacia París, no sin antes atiborrar sus bolsillos con las costosas joyas que le había obsequiado su marido. Luego viajó a Londres y allí tomó un barco con rumbo a Nueva York. Hedy Lamarr, Kienyke Durante el viaje por mar conoció al productor Louis B. Mayer, de la Metro Goldwyn Mayer. Mayer se enamoró de ella y encaminó su carrera en el cine. También la bautizó con el nombre que la hizo célebre: Hedi Lamarr. Lamarr era conocida en todo el mundo, en especial por el desnudo de Éxtasis, que la perseguiría toda la vida. No obstante, tuvo poco éxito con sus películas, acaso el único fue su papel en Sansón y Dalila, que protagonizó junto a Victor Mature.  En total, Lamarr actuó en 38 películas. Durante su carrera rechazó importantes papeles, entre ellos el principal en Casablanca. No dio con buenos hombres: uno le disparó en sus aretes con un revólver, otro fabricó una muñeca inflable idéntica a ella. Alguna vez afirmó: “Tengo que dejar de casarme con hombres que se sientan inferiores a mí. En algún lugar debe haber un hombre que pueda casarse conmigo sin sentirse inferior. Necesito un hombre inferior superior”. Donde sí tuvo éxito Lamarr fue en la ciencia. Durante los años cuarenta, en plena guerra mundial, la actriz patentó junto al compositor George Antheil el “sistema secreto de comunicaciones”. La actriz había conocido a Antheil en 1941, en una fiesta en su casa. Esa noche hablaron largamente y se volvieron grandes amigos. En una de sus conversaciones surgió el tema de que los aliados estaban perdiendo muchos de los torpedos que lanzaban desde sus submarinos. Después de pensarlo mucho, llegaron a la conclusión de que la solución era controlar los torpedos por medio de un radio. Pronto advirtieron que sería muy fácil para el enemigo obstruir la señal de radio. Idearon entonces algo llamado "salto de frecuencia", que consistía  en establecer un secuenciador que saltara con rapidez la señal de control y su receptor a través de 88 frecuencias al azar . Ambos patentaron el sistema y se lo dieron a la Marina de Estados Unidos. Gracias a la invención de Lamarr y Antheil, por primera vez fue posible transmitir señales secretas sin que éstas fueran interferidas. El invento se usó en Vietnam y durante el bloqueo a Cuba, en 1962. Hoy en día el "salto de frecuencia" hace parte del grupo de soluciones que se denomina en telecomunicaciones sistemas de espectro expendido, usado en las comunicaciones inalámbricas, las redes WiFi y la comunicación de dispositivos móviles. Hedi Lamarr murió en 2000. Hasta el fin de sus días fue una cleptómana que no podía dejar de robar cualquier cosa en los supermercados, así fuera un jabón o un dulce. Dejó al mundo su belleza en cientos de fotos, sus frases célebres, algunos papeles memorables y un invento que sólo podía salir de una cabeza brillante.
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