San Valentín

Jue, 14/02/2013 - 00:00
Numerosos son los ejemplos de fiestas originadas por la tradición católica, casi siempre en honor al cumpleaños de un santo según indica el calendario litúrgico, que en las últimas décadas han
Numerosos son los ejemplos de fiestas originadas por la tradición católica, casi siempre en honor al cumpleaños de un santo según indica el calendario litúrgico, que en las últimas décadas han cambiado de significados y de prácticas a raíz de la publicidad y la involucración de diversas industrias en las celebraciones. Sin ir más lejos, y como las abuelas aún insisten en recalcar, la Navidad tiene cada vez menos que ver con el nacimiento de Jesús que con el fantástico Papá Noel. Es cierto que en países mayoritariamente rurales, como Colombia, el Niño Dios aún mantiene su protagonismo, tal vez debido a la misteriosa preferencia de ese viejo bonachón de ingresar por la chimenea, lo que excluye a toda la Costa Caribe, por no hablar del Chocó, la Amazonía y los Llanos Orientales, donde las casas ya son suficientemente calientes y donde adaptarle una chimenea a unas casas que a veces no tienen ni siquiera puertas sería un acto de derroche sin duda excesivo. Pero la tendencia general en el mundo es la de olvidar los motivos originales de los días festivos y sus correspondientes celebraciones, y aunque las abuelas tengan por lo general razón en renegar del olvido de los jóvenes, no la tienen, curiosamente, en el Día de San Valentín, que no figura en el calendario litúrgico, no honra ningún santo real, ya que San Valentín es, en el mejor de los casos, un híbrido de varios mártires ninguno de los cuales fue jamás canonizado, y cuyas historias nada tienen que ver con los amores de la juventud. Sí es verdad que el Día de San Valentín existe hasta hace por lo menos cinco siglos, y su origen parece ser inglés, pero la celebración jamás tuvo la importancia que tiene ahora, debida a la activa participación de la industria de las tarjetas de regalo y posteriormente de las flores, rito que tanto ha beneficiado a la industria colombiana, y que además explica por qué el día sea particularmente importante para los estadounidenses. En ese sentido, no sería del todo inadecuado afirmar que la celebración, como la vemos hoy, es una invención americana de la primera mitad del siglo XX, no del todo desligada, entre otras, de la fuerte oleada de herejías cristianas que viene azotando a ese país desde hace varias décadas. Por lo pronto, sí figuró alguna vez en el calendario de la Iglesia un tal día de San Valentín, incluido en él más por descuido que por observancia del ritual, ya que su origen parece haber sido pagano y alto-medieval. Su aparición no es de extrañarse, pues muchas de las culturas del mundo han ideado una fecha similar, destinada a celebrar el amor la de la pareja, generalmente excluido del dogma de las religiones. Lo que sí es extraño es que los europeos de la Edad Media lo hayan ligado a la memoria de un apócrifo santo, pues ese fue el modo en que se camufló entre las fiestas católicas y se coló al calendario bajo la vigilancia de algunos monjes y padres que no habían estudiado bien el catequismo. Por eso, hacia el siglo IX el día empieza a incorporarse en los cronogramas de las iglesias de Europa, y como al cura de cada parroquia le correspondía decir algo sobre el santo en cuestión, la leyenda del falso San Valentín fue tomando forma hasta llegar a la versión que ahora repiten las tarjetas de regalo y las páginas de internet, en que yendo en contra de una ley impuesta por un emperador romano que desfavorecía los matrimonios jóvenes con la idea de que los hombres casados eran peores soldados que los solteros, un valeroso padre Valentín siguió casando a los enamorados, de noche y a escondidas del ejército imperial, oficio que habría de costarle, por supuesto, la cabeza. Según la leyenda este mártir del amor de la pareja habría muerto un catorce de febrero, y la celebración de su memoria sería simbólica de la celebración del amor. De modo que la historia de este día resulta particularmente interesante, pues es el caso de una celebración popular disfrazada de celebración católica. Si todos los miles de seres humanos que han muerto en manos de la Iglesia o de sus ejércitos súbditos por celebrar una fiesta pagana hubieran pensado en esta admirable solución, muy distinta habría sido su suerte. El Vaticano, sin embargo, no pecó de tonto, y eventualmente pescó al supuesto san Valentín camuflado entre el desfile de verdaderos santos venerables, poniéndolo al instante, como podemos adivinar, de patitas en la calle. Pero esto no ocurrió sino hasta 1969, y mientras los curas y obispos tardaron más de mil años desenmascarando al infiltrado, la fiesta en su memoria tomaba fuerza en las culturas del mundo entero, al punto que ya se les ha hecho demasiado tarde para deshacer esta fiesta, que ocurre los catorce de febrero y que con tarjetas, globos, flores y pirotécnicos despliegues de cursilería, celebra el cotidiano amor de dos personas.
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