Soraya Lamilla: cuando América Latina perdió a la sobreviviente

Lun, 10/05/2021 - 13:31
Soraya tenía la preparación y la actitud para ser una colombiana destacada en el ámbito internacional, a la altura de artistas como Shakira o Karol G. Por desgracia, el cáncer se llevó lo mejor de sí y acabó con su vida el 10 de mayo de 2006.

Soraya Lamilla apareció frente a un público cálido en la versión de 2004 del Festival de Viña del Mar. Recibió una antorcha de plata y fue aclamada por los asistentes del evento y los televidentes. Tenía un porte enérgico y cantaba con propiedad para su público, los latinos, a quienes ella se sintió en la obligación de representar durante toda su vida. 

Apenas dos años después de esa aparición, el cáncer acabó sin piedad con quien pudo ser una de las mejores representantes de Colombia en el exterior. Apenas tenía 37 años, pero había vivido a mil por hora.

Para buscar una vida mejor durante los duros años del Frente Nacional, cuando ya daba la impresión de que nada germinaría entre estos surcos de dolores, la familia de Soraya Lamilla, con raíces árabes y valores vallecaucanos, decidió emigrar de Cali a Nueva Jersey por debajo de cuerda. Allí nació ella, en un borough —una partición municipal de un tamaño similar al de una vereda—, lista para enfrentar una vida que sería muy corta pero muy intensa.

La familia de Soraya Lamilla fue deportada a Colombia y ella pasó sus primeros años en el país. Aquí se enamoró de la música porque su tío interpretaba canciones clásicas colombianas con el tiple. Tiempo después, su familia pudo regresar a Estados Unidos y comenzó una lucha de todos en la casa para salir adelante. Yamila, su madre, era ama de casa en Colombia; pero el costo de vida en ese país la obligó a conseguir un trabajo, mientras el padre, Gregorio, mantenía tres o cuatro.

En el poco tiempo que pasaban todos en casa, era obligatorio hablar en español; era su conexión con la tierra amada que comenzaba a enfrentar problemas cada vez más serios. No era posible volver y resistir era la única opción.

Acostumbrada a tener apenas lo necesario para vivir, pero agradecida con los inmensos esfuerzos de sus padres, Soraya Lamilla procuró no ser una molestia. Fue la mejor de su clase y le sacó el mejor provecho que pudo a unos instrumentos obsequiados por su familia: todavía tenía dientes de leche cuando ya interpretaba su guitarra y su violín; todo aprendido sin ayuda porque en casa no había cómo pagarla.

En su tiempo, a los 10 años, Soraya Lamilla se convirtió en la persona más joven en audicionar para la Orquesta Sinfónica de Nueva York y su interpretación convenció a los maestros. Al haber recibido formación de conservatorio, pudo haber crecido mucho dentro de la música académica.

Sin embargo, encontró en el camino otro obstáculo. Más bien, un obstáculo ya conocido: el cáncer de seno había acabado con Nayibe, la abuela materna de Soraya Lamilla, y ahora venía por Yamile. Soraya tenía apenas 12 años cuando Yamile enfermó por primera vez. La hija se dedicó a ser fuerte, a hacer los oficios de la casa y cuidar de su madre enferma. 

Soraya pasó por la Universidad Rutgers, la universidad pública más grande del estado de Nueva Jersey, para hacer tres cursos de humanidades, incluidos estudios de género. Sin embargo, el cáncer de Yamile reapareció y le ganó la batalla en 1992, cuando su hija apenas tenía 22 años.

Acostumbrada al trabajo duro y la resignación, Soraya Lamilla se dedicó al trabajo de azafata en United Airlines en lugar de quedarse en su estado buscando oportunidades para crecer con la música. Por cosas del destino, la música la encontró a ella en forma de pasajero de primera clase. En 1994 firmó su primer contrato discográfico.

Luego de haber grabado dos discos bilingües que se acomodaron en los primeros puestos de las listas Billboard —En esta noche y Torre de marfil— y de haber girado por todo el mundo como telonera de artistas como Sting y Alanis Morisette, la cantante estaba preparada para iniciar la gira promocional de Cuerpo y alma, su tercera producción. La detuvo un cáncer de seno en fase III, detectado en mayo del 2000, por el cual tuvo que someterse a un intenso tratamiento de doble mastectomía, radioterapias, quimioterapias y reconstrucción mamaria.

Tuvo que parar su carrera un tiempo y recuperarse para volver con más fuerza. Su álbum de regreso, Soraya, vendió más de dos millones de copias en un mundo que empezaba a migrar al formato mp3. También le valió para ganar un Latin Grammy al mejor álbum de cantautor en 2004. Durante esa gira tuvo lugar aquel concierto de Viña del Mar, donde se le veía vencedora y recuperada.

Por la fuerza de su historia, Soraya Lamilla se había convertido en un modelo a seguir para muchas mujeres latinas independientes. Aunque le causaba cierta molestia que su imagen ahora estuviera tan ligada al cáncer, se sintió responsable por abanderar esa causa y alertar a otras mujeres para que descubrieran a tiempo ese mal.

Pero un día, en la cocina de su casa, un dolor en la cadera la hizo colapsar. El cáncer volvió y esta vez no dio tiempo para evitar una metástasis. El 10 de mayo de 2006, apenas un año después de publicar su último disco, murió en la ciudad de Miami. La sobreviviente aún vive en las canciones que hoy suenan en emisoras de amor, pero también en la mente de amantes de la música que se preguntan cómo sería si hubiera ganado de nuevo.

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