Año Doce: Educación y Empleo

Aurelio Sandoval es un joven de 19 años que vive con su familia en los altos de San Cristóbal Norte de nuestra capital, una invasión original y marginal convertida en barrio popular a pulso por sus habitantes víctimas de urbanizadores piratas, ediles inescrupulosos, vendedores de lotes sin servicios, criminales de la trata de mujeres y del microtráfico, delincuentes mercaderes de bienes y oportunidades ilegales. El sector, que algún alcalde “compasivo” trató de transformar en una mariposa multicolor repartiendo pinturas para mejorar su aspecto, integra muchas familias humildes y laboriosas de obreros y cuentapropistas, trabajadores de chircales, recicladores de legumbres lavadas y flores despojadas de pétalos y sépalos para ofrecer en las esquinas de zonas residenciales, obreros de la construcción y empleadas domésticas a jornal, vendedores ambulantes, cuidadores espontáneos de vehículos, acróbatas de semáforos, antiguos vaqueros venezolanos de Apure y Barinas, empleados de base y familias fabricantes de artesanías.

El padre de Aurelio murió hace cuatro años tras sobrevivir a la enfermedad pulmonar como pensionado de una empresa de prefabricados. Le sobrevivieron su esposa y los cuatro hijos, dos mujeres, nuestro personaje, y Rubén, el hermano mayor. Antonia, la madre, lava y plancha ropa que trae a diario su hija mayor, madre soltera que tiene “contratas” con un motel en la 170 y la otra hermana vende perfumes falsificados en los alrededores del barrio Venecia. El hermano menor reparte pedidos en bicicleta y todos, gracias a la insistencia de sus padres, son bachilleres, aunque en las tertulias familiares lo consideran una desgracia ya que ese logro no les ha representado mejoras en su nivel de vida.

Su padre construyó la casita con piezas prefabricadas y mampostería blanca tipo calicanto lo cual ha sido de gran ayuda. Aurelio ha estado en el rebusque porque su sueño, según la expresión cotidiana de la publicidad corporativa y oficial, ha sido convertirse en un gran deportista dado su buen desempeño como ciclista. Efectivamente, desde los catorce comenzó a competir como “turismero” logrando buenos resultados. Pasó a bicicleta de ruta a los quince y ha ocupado buenas posiciones en competencias regionales. Su problema ha sido el patrocinio. Algunos profesionales amigos, empleadores y aficionados han contribuido con aportes para su bicicleta y alimentación. Entrenar rodando 130 kilómetros por día impone el sacrificio de la mañana y una ingesta no inferior a 1800 calorías diarias con una buena proporción de proteínas. Desde 2019 los entrenamientos habían perdido continuidad y con la pandemia del Covid-19 los aportes desaparecieron y el ideal está desdibujado. Aurelio desespera mientras toda suerte de ideas corre por su atormentada cabeza, mientras los ingresos de la familia, con excepción de los domicilios, han descendido. Su madre, que se encarga de la nieta, sufre en el arreglo de los tendidos por sus venas varicosas y sus hermanas se las tienen que arreglar para completar el ingreso requerido o hacerse con pequeñas dádivas.

El año doce como alternativa:

Qué puede hacer la política pública por los cientos de miles de Aurelios en Colombia. Cómo responder a su búsqueda frustrante de empleo cuando no se sabe hacer casi nada y no se tienen los atributos para acceder a las plazas laborales donde hay oportunidad. Qué alternativa ofrecer a los Aurelios del campo cuyas opciones son aún más limitadas. Cómo reaccionar desde los ámbitos públicos y privados. Cómo evitar su captura por las organizaciones criminales. He propuesto como estrategia de emergencia para el corto plazo el establecimiento del AÑO DOCE para bachilleres hombres y mujeres que necesitan mejorar sus competencias para que sea eficaz su empleabilidad en los términos en que la define la OIT, es decir, como “la aptitud de la persona para encontrar y conservar un trabajo, para progresar en el trabajo y para adaptarse al cambio a lo largo de su vida profesional”.

Y cuáles son esas competencias que urge mejorar para atacar el problema del desempleo juvenil, las cuales están claramente diagnosticadas:

  • Para obtener un empleo hay que leer, exponer, hablar, disertar y escribir. Nuestros bachilleres no saben escribir ni redactar un documento, fallan en la comprensión de lectura y no pueden preparar textos cortos, resúmenes e informes. Son flojos dando instrucciones y orientaciones. La competencia en lecto-escritura y disertación es vital.
  • El título de bachiller no confirma la competencia en matemáticas y ciencias. Sin esos saberes básicos el proceso de absorción de tecnologías, la capacidad de aprendizaje y sus aplicaciones de todo orden en el escenario laboral son bajos. Así lo comprueban dramáticamente las pruebas Pisa (puesto 58 entre 79 países). No hay empleo para quien no domine matemáticas básicas, estadísticas esenciales, clasificación, catalogación, cuentas y finanzas mínimas, interpretación de tablas y fichas técnicas de productos y equipos.
  • Respecto a los jóvenes colombianos que concluyen la educación secundaria, apenas 56 % de los que un día iniciaron el proceso educativo, el grupo de los que hablan una segunda lengua fuera del español es muy reducido. Apenas un 33% de los estudiantes de 15 años habla una segunda lengua fuera del español. Tenemos diferencias del orden del 20% ante países como Uruguay y Costa Rica. Como conseguir un puesto para arrancar carrera en call centers, servicio al cliente, empresas de logística, operaciones turísticas, información, servicios en general y atención al público o ventas, sin bilingüismo, sin comprender instrucciones en una segunda lengua.
  •  Nuestros jóvenes muestran problemas de iniciativa y autonomía. Y se marginan o hacen un uso elemental e inadecuado del herramental tecnológico. El mayor déficit viene dado por las competencias digitales. Frecuentemente el uso de la telefonía móvil se reduce a la comunicación banal, las páginas de erótica y la subordinación a contenidos elementales o francamente alienantes. La interactividad es muy baja, la gestión “internética” también y el uso soberano de servicios digitales no es común entre los jóvenes de estratos sociales bajos. El empleador de hoy así como el emprendedor, requieren el manejo de programas y aplicaciones, el acceso y operación de plataformas y la capacidad de consulta inteligente.
  • Las últimas competencias, tal vez las más importantes, si queremos para nuestros jóvenes el acceso al mercado laboral, son las de relaciones sociales y responsabilidad ambiental. La comprensión de la crisis climática y de las opciones de cambio hacia la producción y el consumo sostenibles son indispensables requisitos para desempeñar cualquier empleo. Son vitales en la gestión comunitaria, en la economía del cuidado y en la solidaridad local. Practicar relaciones civilizadas, construir y preservar la paz, y participar en la vida política y comunitaria, tienen como punto insalvable, el contar con las competencias sociales.

Cómo operaría el año doce:

Cuando comencé a discutir esta propuesta con educadores y expertos en estos asuntos, me hablaron de antecedentes y referencias. Había estudiado o conocido de cerca los procesos de formación profesional a través del SENA, CINTERFOR Y del CENTRO OIT en Turín. Conozco bien el sistema alemán de la educación dual gracias a la Fundación Konrad Adenauer y las experiencias de India, Turquía, Indonesia y el sudeste asiático. Por sugerencia de técnicos estudié la gestación y práctica de la Preparatoria en México, los procesos de orientación vocacional, el caso de Taiwán y los grandes avances del trilingüismo en India gracias a las aplicaciones masivas de didáctica en segunda y tercera lengua a través de telefonía móvil.

En más de una ocasión escuché objeciones referidas al costo fiscal de la oferta pública y a las limitadas contribuciones del sector privado. Conozco por experiencia del escepticismo que rodea las iniciativas de política que implican articulación público-privada y coordinación interinstitucional. Es prejuicio propio de los estados premodernos. Gran parte del sector educativo tiene capacidad instalada sobrante y las tecnologías semi presenciales, virtuales y a distancia brindan amplias posibilidades sin producir críticos desbalances presupuestales. Aquí se trata de utilizar al tope las capacidades instaladas. Estará abierta a todos los ciudadanos que hayan terminado su bachillerato durante los últimos cinco años o estén cursando el grado 11. Consiste en un ciclo educativo de 40 semanas orientado a mejorar las cinco competencias mencionadas: lecto-escritura y disertación, aptitud matemática, bilingüismo, entendimiento y manejo de tic, asuntos sociales y ambientales.  El joven decidirá el uso de sus mejores competencias con vistas a la búsqueda de empleo, la continuidad hacia estudios técnicos , de formación profesional o de nivel tecnológico, la educación universitaria en estudios superiores, o el emprendimiento personal, asociativo o familiar.

Podría cursarse en los colegios públicos o privados, en el SENA o en las universidades. En este último caso  sería un preuniversitario de muy bajo costo que las universidades asumirían como un ciclo de siembra con vistas a cultivar la demanda de los cupos que vienen sobrando y son causa de la crisis en el uso de la capacidad instalada, tanto en los escenarios semipresenciales como digitales. Sería el instrumento para anticipar la identificación de aspirantes y construir la demanda con servicios a planteles y estudiantes de secundaria. Las universidades abrirían los laboratorios de idiomas a estudiantes y colegios de secundaria y al bilingüismo en línea o vía telefonía móvil, una de las modalidades más extendida hoy en países asiáticos y otros. Y si se trata de iniciar una interacción con la población objetivo potencial, pues es tiempo de abrir opciones en artes y letras para estudiantes de grados 10 y 11 a los acordes de la economía naranja con los fondos disponibles al efecto. Son esos estudiantes los que van a buscar currículos flexibles, con modalidades que se adapten a prospectos duales en materia de carreras, o multidisciplinares con orientación diferente a la obtención de un diploma, pues la valoración de las capacidades ya no responderá a los moldes profesionales del pasado sino a la especificidad de competencias requeridas por el empleo concreto o por la proyección emprendedora del individuo.

El programa de bilingüismo del SENA que incluye inglés, francés y portugués, sus procesos de formación virtual y de articulación con la educación media ofrecen una gran perspectiva. Es hora de utilizar los recursos de RTVC al tope y todos los canales institucionales, las emisoras universitarias, y todas las redes de las cámaras de comercio y gremios, el sistema de subsidio familiar, las emisoras locales y la telefonía móvil. La propia experiencia del programa del presidente Duque frente a la pandemia puede aprovecharse críticamente para acometer la tarea en favor de la empleabilidad juvenil.

Un compromiso por Colombia:

Me identifico ampliamente con las propuestas formuladas por el equipo de expertos en educación que bajo la dirección de Sergio Fajardo ha presentado iniciativas para sortear la difícil coyuntura generada por la pandemia en materia educativa. Luego de un descarnado análisis sobre los problemas de supervivencia educativa que ya producen un cuadro abrumador, como que de 100 niños en educación básica , solamente trece llegan a graduarse como profesionales, cifra que podría venir a menos con las pérdidas de educandos durante la virosis y la deserción entre jóvenes de los núcleos de población más vulnerable, los expertos proponen un plan local de regreso a la escuela, una mejora en la apreciación social de los maestros y maestras, un programa de recuperación y adaptación pedagógica, un proceso responsable de retorno a las clases y un compromiso nacional por la educación. La propuesta del Año Doce armoniza con esas iniciativas y anticipa la respuesta ante la gravedad de la presión política y laboral que obliga a políticas de alcance práctico, aglutinantes y sin afectaciones polarizantes.

Aurelio y dos millones de jóvenes necesitan un planteamiento de esperanza para su futuro, requieren desde su condición económica desesperada de un llamado que les de razones para cuidarse y cuidarnos responsablemente, una alternativa para creer en una vida digna y en un porvenir que los comprometa con un esfuerzo por la sobrevivencia y por formar parte de una sociedad que los trate como seres humanos.

* Juan Alfredo Pinto Saavedra. Escritor, economista, ex presidente Acopi, Exembajador. Especial a solicitud de KienyKe.com, enero de 2021. www.juanalfredopinto.com @juanalfredopin1

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