
Con corte al 16 de febrero de 2021 el número total de contagiados confirmados por COVID-19 se ubica en 109 millones de personas de las cuales 2.41 millones han sido víctimas fatales. También se confirma que la inoculación ha empezado en 88 países (menos de la mitad de los países del mundo) y que empezará esta semana en Colombia.
Las cifras son alentadoras, más del 2% de la población mundial tiene al menos una dosis de la vacuna, esto equivale a 178 millones de personas. De estás, el 30% son ciudadanos estadounidenses y el 23% ciudadanos chinos, concentrando más de la mitad de la vacunación en las dos potencias dominantes.
Si revisamos la tasa por cada 100 habitantes, los primeros cinco territorios son Gibraltar: 77, Israel: 73, Seychelles: 57, Emiratos Árabes: 52 y el Reino Unido: 24. Estados Unidos y China aparecen más abajo con 16 y 3 respectivamente. Cabe resaltar que si esas cifras reflejaran las dosis necesarias, tanto Gibraltar como Israel habrían llegado la anhelada inmunidad de rebaño con la inmunización de más del 70% de la población, están muy cerca. Las proyecciones más optimistas auguran volver a la normalidad total el año entrante, las más pesimistas hablan de 2024, en todo caso el fin de la pandemia está cerca o por lo menos ya estamos presenciando el comienzo del fin.
En materia económica las cifras del 2020 se están empezando a conocer, China fue el único país que creció durante la pandemia (2,3%), la economía de Estados Unidos se desplomó (-3,5%) y otras economías fuertes como la de Francia (-8,3%), México (-8,5%), Alemania (-5%), España (-11%), Reino Unido (-9,9%) también sufrieron fuertes caídas, además Colombia tuvo una contracción del (-6,8%). Aún no se sabe el impacto total, pero sin duda será la mayor recesión en la historia moderna, se perdieron 255 millones de empleos a nivel global, 5 veces la población de nuestro país. Sin embargo, el último trimestre del año pasado se presentó un leve repunte en algunas industrias, para este año la proyección de crecimiento a nivel mundial es del 5,5% con la recuperación de más del 70% de los empleos perdidos, en materia económica también se empieza a avizorar el fin de la pandemia.
Si bien todo parece indicar que los nubarrones se dispersan las preguntas que quedan son abundantes, la responsabilidad y el trabajo en equipo entre los líderes políticos mundiales, la sociedad civil y el sector privado es más acuciosa que en cualquier otro momento de nuestra historia. Como sociedad siempre hemos buscado organizarnos para resolver los problemas en conjunto, lo que nos diferencia de los otros animales no es el lenguaje ni la imprenta, es la capacidad de imaginar y de cooperar, dentro de esa capacidad de cooperación surgió la democracia (D), el capitalismo (C) y los estado-nación (E).
Hemos buscado esa cooperación para superar enfermedades, hambrunas y guerras, hoy muere más gente por obesidad que por desnutrición y las guerras que son terribles, representan menos del 1% de las víctimas fatales anuales a nivel mundial, mientras que más de la mitad de las personas mueren por enfermedades crónicas bien sea por su edad o por no prevenirlas. En resumen, la fórmula democracia, estado, capitalismo ha servido no sólo para erradicar los problemas de las enfermedades, la guerra y el hambre, sino que también nos ha permitido tener un nivel de vida superior a lo que biológicamente necesita el cuerpo humano.
Si ya no hay nada que resolver entonces, ¿qué sigue?, en primer lugar aún muchos países tienen inmensos retos locales entre esos el nuestro y en segundo lugar las amenazas siguen siendo múltiples, el tema del cambio climático tiene en vilo la sostenibilidad de la vida como la conocemos, la amenaza de otra pandemia más virulenta y otros desastres naturales deben trasnochar a muchos líderes y expertos.
Como lo planteé en una columna anterior, se requieren soluciones políticas y técnicas para abordar los retos que tenemos como especie, parece que el ecosistema anteriormente descrito D + C + E = Desarrollo, parece estar bajo amenaza. En estos días el mundo vio atónito como China llegó a Marte, el régimen Ruso parece inquebrantable e incluso en las democracias occidentales el populismo autoritarismo parece estar ganando terreno.
La nueva fórmula desacredita la democracia para fortalecer un capitalismo de estado con poder centralizado capaz de dar resultados macro sin tener en cuenta las libertades personales. Si las soluciones técnicas no logran sobrepasar los dilemas políticos y la escasez de recursos, ponen nuestros derechos contra la pared y la economía en riesgo, parece que solo los más fuertes van a sobrevivir.
Por ende, de la capacidad que tengamos de trabajar de la mano quienes creemos en esa triada depende el futuro de la humanidad, gobernar mediante la moderación, la ortodoxia y el método científico puede sonar socialmente frío pero paradójicamente parece ser el camino para proteger nuestras libertades y buscar el desarrollo.
En materia de cambio climático la reducción de emisiones de carbono ha ido a paso lento, pero ecologizar la red eléctrica parece ser la parte fácil. La calefacción y el transporte serán retos más difíciles. En materia de prevención en caso de desastres naturales no parece haber una agenda ni global, ni regional, ni local, los riesgos de terremotos, tsunamis, deslizamientos y huracanes pueden poner en riesgo la vida de millones de humanos. En caso de escasez de recursos, en especial de agua, parece que a pesar de los avances en materia satelital, no se ve muy cerca la posibilidad de habitar otro planeta. Los que creen que hemos resuelto mucho tienen razón, pero aún más, los que creen que nos falta mucho por resolver.
Otro reto enorme para las democracias será reducir la desigualdad, no solo por un tema moral y humano sino por la eficiencia de la economía, la concentración de capital dificulta la competencia y por ende la capacidad de avanzar hacia los solución innovadora de los problemas. La desigualdad no puede ser abordada desde el punto de vista impositivo, donde se le quita a quienes se esfuerzan para subvencionar a quienes poco trabajan. Se debe abordar desde la ortodoxia económica o la eficiencia financiera que representa mejorar la distribución del ingreso. Capacitación, educación y figuras solidarias de organizaciones que compiten en la economía de mercado pueden ser la respuesta para generar ingresos robustos a la base trabajadora de la sociedad. Así como nos organizamos para empezar el fin de la pandemia, hagámoslo para abordar los retos que se vienen.